diumenge, 26 de desembre del 2021

 

LUCAS 4: 5

“y lo llevó el diablo” (a Jesús) “a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra”

Antes del Diluvio, cuando los hijos de Dios se llegaron a las hijas de los hombres”, hubo lo que hoy denominaríamos “matrimonios mixtos” entre creyentes y no creyentes. Fruto de estos matrimonios se “engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre” (Génesis 6:4). Fruto de estos matrimonios se extinguió prácticamente la presencia de los hijos de Dios en la Tierra. Estos “varones de renombre” que no obedecían a Dios, fueron quienes capitanearon las masas aglutinándolas en pequeños reinos que con el transcurso del tiempo se fueron convirtiendo en grandes imperios que se han ido transformando hasta llegar a nuestros días. La impiedad fue la característica de estos “varones de renombre”, lo cual condujo a la humanidad a tal grado de perversidad que motivó a Dios a destruirla mediante el Diluvio que cubrió de agua toda la faz de la Tierra. Solamente ocho personas justas sobrevivieron a esta inundación universal. Estos justos como siguieron siendo pecadores y llevaban consigo el germen de la corrupción, vuelve a repetirse lo acontecido antes del Diluvio. Nuevos reinos e imperios vuelven a constituirse y a desaparecer capitaneados por “varones de renombre”

La tentación a la que Satanás sometió  Jesús aporta luz para entender la presencia de “varones de renombre” a lo largo de la historia hasta nuestros días y que seguirán existiendo hasta el final del tiempo. La causa de la aparición de “varones de renombre” se debe a que personas de entre la multitud aborrecedoras de Dios, Satanás les inculca un afán desmesurado de poseer el poder y la gloria que dan los reinos de este mundo. Satanás desconoce lo que es el altruismo. A  cambio del poder y la gloria que da a quienes se convierten en “varones de renombre”, les exige rendición incondicional a su autoridad. Lo cual hace que las características malvadas de Satanás se reproduzcan en los “varones de renombre” y sus seguidores.

Es evidente que Pablo Casado refleja las características de Satanás el señor a quien sirve. Sus labios vomitan mentiras a todo pasto. Sus gestos y expresiones de su rostro reflejan el odio que siente por sus contrincantes políticos. A pesar de que compañeros de partido le instan a la moderación, no entra en razones. Hoy todavía no ha alcanzado el poder. Si algún día lo consigue, democráticamente cambiará las leyes a su antojo y conveniencia. Su afán de poder le convertirá en un “varón de renombre” que en vez de traer paz y bienestar al país, tal como está ocurriendo en otros países en los que Satanás gobierna por medio de quienes le sirven incondicionalmente, la desgracia acampará a sus anchas si Dios no le impide alcanzar el poder. Quiera Dios que sea así.


 

LUCAS 10: 40

“Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acerándose dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?”

Jesús se encontraba hospedado en casa de Lázaro y de sus dos hermanas Marta y María. Cuando un personaje importante se encuentra en casa de alguien que le invita, las mujeres intentan agasajarlo de la mejor manera posible. Marta no era una excepción de la regla.

Jesús acomodado en la casa. Las dos hermanas le reciben de manera distinta. Marta, que podría ser la mayor porque el texto dice: “Marta le recibió en su casa” y, como se supone que era el ama de la casa quiso agasajar a tan importante visita con la exquisitez que su rango se merecía. Se encontraba atareada con los muchos quehaceres que exigen la cocina en situaciones semejantes. Con tanto trabajo se sentía aturdida. Se siente abandonada por su hermana porque no le prestaba la ayuda que necesitaba. Para Marta, su hermana holgazaneaba  porque se encontraba sentada a los pies de Jesús escuchando atentamente sus palabras. Marta enfurecida por el abandono de su hermana sale rabiosa de la cocina para decirle a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”

Podríamos comparar esta escena doméstica con el frenesí que se produce en los hogares durante estos días navideños. Todo gira alrededor de la cocina con el objetivo de servir exquisitos manjares a quienes  se reúnen alrededor de la mesa. De momento las cocineras no se quejan pero al acercarse la próxima Navidad quejosas  refunfuñan pensando en el trajín que les espera. Al dedillo les viene el refrán: “Sarna con gusto no pica pero mortifica”

En la celebración de la Navidad se da una paradoja: Muchos villancicos que recuerdan el Niño nacido en Belén. La realidad, pero, es que no se invita a comer al Niño del que se recuerda su nacimiento. Son muy pocas las personas que durante estos días navideños se sienten a los pies de Jesús para escuchar lo que tiene que decirles. No debería extrañarnos que las palabras que Jesús dijo a los fariseos, secta religiosa que podríamos comparar con el Opus Dei de hoy por su extremismo legalista, las repita a nosotros hoy tan celosos como somos de celebrar la Navidad: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15: 8, 9). Mucha apariencia sin contenido.

 

HOMOFOBIA

<b>Tú estás aquí porque Dios creó a Adán y a Eva, no a Adán y a Esteban</b>

Un día sí y otro también las páginas de los periódicos se ven salpicadas por homofobias. Los hombres nos caracterizamos por creernos poseedores de la verdad que la sexualidad es heterosexual y que esta verdad pretendemos implantarla a base de garrotazos. Yo también creo esta verdad y le pido a Dios que me libre de convertirme en un extremista que intente convencer a las personas  que no la creen a base de puñetazos y puntapiés.

Dios creó al hombre macho y hembra porque es la única manera de ser fructíferos y multiplicarse para así llenar la Tierra y someterla ((Génesis 1: 27, 28). Finalizada la obra de la creación “Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno  en gran manera (v. 31). Una incidencia perturbó el orden inicial de la sexualidad que dio paso a la diversidad de opciones sexuales que no pueden recibir el beneplácito divino porque no las puede catalogar como buenas.

Los homofóbicos tienen razón al sentir aversión hacia la homosexualidad y variantes que no se ajustan al orden divino. No la tienen cuando usan la violencia para hacer volver al redil a las ovejas extraviadas.  La violencia se opone al amor que enseña Jesús que es Dios encarnado que nos instruye a amar a los homosexuales e incluso a los enemigos. De tal manera amó Dios a los pecadores que ha dado a su Hijo unigénito a morir por sus enemigos que lo somos todos los hombres. Cuando se utiliza la violencia, por el motivo que sea, para corregir anomalías, indica que algo no funciona  bien en las personas que la utilizan. Jesús señala el punto débil de los homofóbicos.

Jesús hace diana cuando dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7: 15-20).

El árbol bueno no produce ningún tipo de violencia. Jesús enseña a amar no sólo a los buenos, incluso a los malos. Esta tiene que ser la característica de los cristianos

Los homofóbicos violentos tienen cierto parecido con los perfeccionistas fariseos que se consideraban estrictos cumplidores de la Ley de Dios. Este perfeccionismo inexistente les permitía criticar a Jesús porque comía con los  cobradores de impuestos,  por considerarlos colaboracionistas de los opresores romanos, y con los pecadores, especialmente con las mujeres consideradas pecadoras. Los fariseos no podían tener ningún trato con los impuros porque ello implicaba contaminarse.

A los homofóbicos extremistas perfectamente se les puede aplicar la enseñanza que se desprende del relato de la mujer atrapada infraganti cometiendo adulterio. Unos fariseos la llevan a Jesús que se encontraba enseñando con el propósito de coger a Jesús con la intención de cogerlo en alguna contradicción con el propósito de desprestigiarlo. Le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (Juan 8: 3-5). Jesús guardando silencio sepulcral “inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo” (v. 8). ¿Qué escribía? No haré especulaciones. “Y como insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v. 7). Si Jesús se encontrase hoy con un grupo de homofóbicos dispuestos a golpear a una persona de orientación sexual no ortodoxa, les diría. “¿Quién de vosotros esté sin pecado sea el primero en patalear y aporrear a esta persona”. Al escuchar esta recriminación de los labios de Jesús bien seguro que reaccionarían de la misma manera que lo hicieron las fariseos: “Pero ellos al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros”              (v. 9), avergonzados, pero no arrepentidos, los acusadores abandonaron el lugar “quedando solo Jesús y la mujer en medio” (v. 9).

“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie, sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno, vete, y no peques más” (vv. 10, 11). El texto no deja claro si la mujer se arrepintió de su pecado. Lo que sí nos enseña el pasaje es que a los pecadores, sea cual sea su pecado, no se les debe tratar con violencia. La aversión a un pecado específico no debe convertir  en justiciero a quien la sienta. Jesús tratando con misericordia a la mujer nos da el ejemplo a seguir. Si el modelo de Jesús no nos lleva al arrepentimiento haciéndonos sentir misericordiosos con los pecadores, que lo  son  también los acusadores, significa que siguen siendo árboles malos que deben ser cortados y echados al fuego.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 19 de desembre del 2021

 

MATEO 6: 24

“Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá al uno y menospreciará al otro. Nadie puede servir a Dios y a la” (Tradición)

“Desde el momento de su concepción María se convirtió en una escogida por Dios. Gracias a la voluntad del Señor, María se convirtió en la “más santa”, la “más  bella” y la “más humilde”, y fue preservada del pecado original, motivo por el cual la Iglesia (católica)  la reconoce y venera como la Inmaculada Concepción” (Joan Josep Omella, arzobispo de Barcelona).

El texto que sirve de base a esta reflexión nos enseña que no se puede servir a dos señores a la  vez. Si se sirve a uno no puede hacerse lo mismo con el otro. Del texto mencionado he sustituido “riquezas” por Tradición  porque ésta es el otro señor que impide adorar a Jesús con el honor que se merece por el hecho de ser el Salvador.

María, en los primeros siglos del cristianismo no se la enaltece hasta el punto de convertirla en corredentora. No fue hasta el siglo IX que el monje Pescasio Rodaberto insinuó por primera vez que María fue concebida inmaculada, es decir exenta de pecado original. Durante siglos en la Iglesia se debatió sobre la concepción inmaculada de María. No fue hasta  que el papa Pio IX proclamó el dogma de la concepción inmaculada de María el 8 de diciembre de 1854. Desde entonces los fieles católicos se ven obligados a tragarse esta doctrina venenosa.

El apóstol Pablo en Gálatas 1: 14 dice ser “mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. En Gálatas 2: 8 nos previene: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. El apóstol nos dice que no nos dejemos embaucar por las tradiciones de los hombres que fomenta Satanás qu es el padre de la mentira que desde siempre ha sido mentiroso.

Jesús clava la puntilla a las tradiciones de los hombres cuando dice: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de los hombres” (Mateo 15: 7-9).

Si el arzobispo de Barcelona fuese un lector de la Biblia que se deja guiar por la luz que ella irradia por haber inspirado a los autores humanos a escribirla, no embaucaría a los fieles católicos con doctrinas que no son bíblicas porque son inspiradas por Satanás. ¡Cuidado señor arzobispo con hacer tropezar a los fieles católicos y a los que no lo son con la Roca que es Cristo, Cabeza y Cimiento de la Iglesia de Dios! Jesús le pedirá cuentas en el día que comparezca ante su tribunal: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de asno, y que se le hundiere en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos!  porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien vine el tropiezo”  (Mateo 18: 6,7).


 

SALMO 9: 20

“Pon, oh Señor, temor en ellos, conozcan las naciones que no son sino hombres”

El diccionario define nación: “Conjunto de personas que tienen una comunidad de historia, de costumbres, de instituciones, de estructura económica, de cultura, a menudo de lengua, un sentido de homogeneidad y de diferencia respecto al resto de comunidades humanas”. Nación es un concepto idealizado de un territorio que se hace visible en símbolos que se idolatran. De ahí las banderas y los juramentos de fidelidad a la patria besando con veneración la bandera que la simboliza. El salmista tiene el interés que los hombres que enaltecen el concepto nación hasta el punto de matar o morir por ella, sepan que lo que han fabricado “no son sino hombres”. El enaltecimiento de la nación se ha convertido en un ídolo que destruye a quienes lo veneran.

Quienes defiende a capa y espada un nacionalismo beligerante que llegan incluso a matar en defensa de su honor les conviene saber qué es lo que Dios piensa de aquello que se la da tanto valor.

“Te has sentado (Dios) en el trono juzgando con justicia. Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre”  (Salmo 9:4, 5). “Levántate oh Señor, no se fortalezca el hombre, sean juzgadas las naciones delante de ti. Pon, oh Señor, temor en ellos. Conozcan las naciones que no son sino hombres” (Salmo 9: 19, 20). “El Señor hace nulo el consejo de las naciones, y frustra las maquinaciones de los pueblos” (Salmo 33: 10).

Jules Renard escribe: “En el fondo de todo patriotismo está la guerra”. Allí en donde se enarbolan muchas banderas y se enfatiza el patriotismo hasta el punto de incitar la muerte de los supuestos enemigos de la nación se encuentra Satanás que “ha sido homicida desde el principio” (Juan 8: 44). Esta es la razón por la que los patriotismos exaltados van acompañados de derramamiento de sangre. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten contra vuestros miembros? “Codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar, combatís y lucháis pero no tenéis lo que deseáis” (Santiago 4: 1, 2). El patriotismo exaltado es un fuego encendido por el Maligno. Como dice Santiago la lengua que arenga las concentraciones multitudinarias  envueltas de banderas ondeantes “es un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 6).

 

 

ALGORITMOS

<b>El negacionismo de Dios es una fuente de sufrimiento y corrupción política</b>

<b>Jorge Carrión</b>en su escrito <i>Menos negacionismo y más museos</i> se refiere al genocidio serbio. Esta realidad a pesar que el alcalde de Srebrenica la niegue, se la puede aplicar a todos los genocidios habidos y por haber. El autor del escrito mencionado sigue redactando: “El siglo XX terminó con la construcción por todo el mundo de memoriales y de museos para recordar unas atrocidades que no se deberían repetir. El problema es que los pilares que sostienen el siglo XXI no son físicos, sino digitales. Entre el 1998 que es cuando se funda Google y el 2005 que se funda Facebook, se crea la arquitectura virtual que sostiene nuestra realidad. Esta estructura favorece los negacionismos más antiguos  como los más nuevos (el coronavirus o, incluso, el clítoris). Los algoritmos favorecen la propagación de los bajos instintos y, con estos últimos, de la ultra derecha. Jair Bolsonaro, Donald Trump, Santiago Abascal o José Antonio Karst. No hubiesen llegado en donde han llegado sin este peligrosísimo sesgo”.

Últimamente se utiliza mucho la palabra “algoritmo”. ¿Qué es un algoritmo? De Wikipedia extraigo: “Muchos autores señalan los algoritmos como listas de instrucciones para resolver un cálculo o un problema abstracto, es decir, que un número finito convierte los datos de un problema (entrada) en una solución (salida)”.

La Vanguardia del 6/12/2021 publica el reportaje: “Un algoritmo impreciso  condiciona la libertad de los presos” escrito conjuntamente por <b>Laura Aragó y Gemma Saura</b>, El párrafo inicial del reportaje reza así: “¿Una máquina puede decidir sobre la libertad de una persona? Se dice Rescanvi y funciona en las prisiones y tribunales de Cataluña desde el 2009. Es un algoritmo. Con el cálculo frío de un ordenador mide el riesgo de reincidencia de los presos para ayudar a los humanos que forman el sistema penitenciario y judicial ante una de las disyuntiva más difíciles: Aclarar si un interno está a punto de salir de la cárcel o si se le mantiene encerrado porque todavía supone un peligro”. A pesar de la participación humana la máquina juega un papel importante en la toma de decisiones que no son fiables.

La inteligencia artificial no es un buen árbitro para medir y prevenir el comportamiento humano. A pesar que no se puede predeterminar quién llegará a convertirse en asesino en serie. Ni qué políticos se convertirán en Bolsonaros, Terumps, Abascals o Kasts. Ni prever quienes serán depredadores sexuales como Jffrey Epstein y Ghislaine Maxwell. Ni estafadores de ancianos como Artur Segarra, Francisco Comitre y Enrique Peña. Sin el propósito de escandalizar a nadie en particular porque ninguno de los nombres mencionados llevaba  grabado en su frente lo que llegaría a ser. Eran personas normales como el lector y quien escribe. Nadie podía sospechar la maldad que escondían en lo profundo de su alma. Como dijo Yehiel Disur al ver a Eichmann que no tenía cara de asesino encerrado en una jaula de cristal a prueba de balas durante el juicio: “Eichmann es en todos nosotros”.

Si en el origen de la raza humana no hubiese existido Adán que comió el fruto del árbol prohibido, el pecado no se hubiera introducido en la especie humana. Sin este perverso acontecimiento no sabríamos qué es la maldad. Como la cosa no es así y no puede cambiarse lo sucedido, la maldad persistirá hasta el final el tiempo. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos residentes en Roma despeja el cielo de nubes para que en sus mentes no hubiese la más mínima duda. Describe los sentimientos de Dios que le provoca ver lo que ocurre en la Tierra: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad de injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1: 18).

Hoy se dan muchos negacionismos. En una época tan dramática como la que nos toca vivir proliferan los negacionistas de las vacunas que no se perciben del error que cometen hasta que no se encuentran instalados en la UCI con sus vidas pendientes de un hilo. Proliferan los negacionistas del pecado a pesar de las evidencias que se dan día sí y otro también. Por descontado, también  proliferan los negacionistas de Dios a pesar de que “lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues, Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (vv.19, 20).

La ceguera humana es tan fuerte que “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios” (vv.21, 22). La consecuencia de este negacionismo obtuso fue que Dios “los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones” 8v. 24).

La consecuencia de persistir en su negacionismo “Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños, maldades, murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacable, sin misericordia” (vv.28-31).

Negamos las consecuencias del pecado que hemos heredado de Adán para no tener que arrepentirnos ante Dios y empezar a andar en novedad de vida y así no  abandonar el estilo de vida que nos arruina.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 12 de desembre del 2021

 

SALMO 34: 19

“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará el Señor”

Se nos acercan los propagadores de la salud incondicional  de los creyentes diciéndonos que si estos enferman se debe a que no tienen suficiente fe. La Biblia nos enseña que los creyentes en Cristo enferman como el resto de los mortales.

El texto que comentamos es suficientemente claro: “Muchas son las aflicciones del justo”. La enfermedad y la muerte pertenecen a Dios. Él las distribuye como mejor le parece. Desconocemos porque unos padecen dolencias graves y otros llegan a la puerta de la muerte sin apenas saber qué es una enfermedad. Es un secreto que pertenece a Dios. A nosotros nos toca aceptarlo tal como es su voluntad.

Los ingresos que este año producirá la Marató de TV3 se destinarán a la investigación sobre la enfermedad mental ya que es una dolencia que hoy preocupa muchísimo. Que la Marató de TV3 de este año se dedique a investigar cómo poder paliar la enfermedad mental creo que en parte se debe al incremento de personas cada vez más jóvenes que padecen trastornos mentales debido a la Covid-19 y sus efectos.

El salmista escribe. “Busqué al Señor y Él me libró de todos mis temores, los que miraron a Él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y le libró de todas sus angustias. El Ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. Gustad y ved que es bueno el Señor, dichoso el hombre que confía en Él” (vv. 4-8). El texto no nos dice nada de que el creyente en Cristo vaya a tener una salud de hierro y que se vaya a dormir feliz y despierte en la gloria. Algunos incrédulos mueren súbitamente viendo un partido de futbol en la televisión, pero no despiertan en la gloria, sino en el infierno. El texto nos dice que Dios está al lado de sus hijos que enferman y que los libra de todos sus temores y angustias porque la paz del Señor excede la comprensión humana. “Gustad y ved que es bueno el Señor, dichoso el hombre que confía en Él”.

La enfermedad siempre es una fuente de miedo y angustia. Si se pasa confiando exclusivamente en la pericia de los médicos el miedo y la angustia se incrementan con el paso del tiempo porque se acentúa el miedo a la muerte  que conlleva a producir graves trastornos mentales. El elevado consumo de ansiolíticos y tranquilizantes  en nuestros   días es una evidencia de la presencia de la enfermedad mental.

No le pido al lector que abandone la medicación que le haya recetado su médico, sino que compruebe cuán bueno es el Señor que le libera del miedo y temor que le produce la enfermedad. Porque somos pecadores hemos de morir una sola vez y después el juicio. Como esto es inevitable,  si creemos que Jesús es la resurrección y la vida, la muerte deja de ser un enemigo ya que nos aguarda una eternidad en donde no habrá dolor ni lágrimas


 

JEREMIAS 36: 3

“Quizá oiga la casa de Judá lodo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado”

En el año cuarto del reinado de Joacim “vino esta palabra del Señor a Jeremías diciendo: Toma un rollo del libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra las naciones, desde el día que comencé a hablarte desde Josías hasta hoy” (vv. 1, 2).

Durante años el Señor  había estado hablando a su pueblo  y a las naciones del daño iba a traer sobre ellos. Ahora el Señor le dice al profeta que recopile en un libro todo lo que le ha dicho para que quede constancia de ello. Como dice el texto que nos sirve de base  de esta meditación: “Quizás oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino”. Desde Adán hasta los días del rey Joacim y desde aquella época hasta nuestros días, Dios no se cansa de enviar mensajeros para que llamen a las personas al arrepentimiento. La respuesta que Judá e Israel dieron a los llamados de los profetas fue: “No escucharemos”. Esta negativa es la misma que los hombres de nuestros días dan a los llamados de sus siervos hoy.

De manera explícita Jesús encarga a los discípulos y a sus seguidores: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enserenándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28: 19, 20).

Dios podría enviar de inmediato a los pecadores al infierno. Su incomprensible amor que siente por el hombre se lo impide hacer. Espera hasta que la copa de la maldad rebose y ya no haya   posibilidad de arrepentimiento. Como muy bien dice el apóstol Pedro: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al Arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9)

El amor de Dios no siempre produce reacciones favorables. Joacim reaccionó virulentamente ante el pergamino en el que estaban escritas las palabras que el Señor había dictado al profeta Jeremías: ”Cuando Jehundí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con el cortaplumas, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el braseo había…” (vv. 22-25).

La Inquisición con su celo de Dios sin ciencia, echó en el fuego millares de biblias con el propósito de hacer desaparecer  la Palabra de Dios de la Tierra. No todos los que no quieren saber nada de la Palabra de Dios cometen acciones tan drásticas. Basta con no hacer caso al mensaje de Dios. El negacionismo  no hace desaparecer ni a Dios ni a su mensaje. Cuando se termine la paciencia de Dios su castigo recaerá sobre sus enemigos.

 

 

 

 

PARAISO RECUPERADO

<b>¿Qué pagarías por ser feliz? Jesús con su muerte en la cruz ha pagado el precio de tu felicidad</b>

Una declaración que <b>Clara Sanchís</b> hace en su escrito </i> El dedo en la llaga</i>: Mi profesora de canto, en resumen y según me dijo entre sollozos, llora porque no es feliz. No es que le haya sucedido alguna cosa trágica. Sólo es, por unas cosas u otras, no encuentra la felicidad. Bien mirado, la verdad es que yo tampoco. No sé lo que pensará usted. Desearía que fuese feliz. Pero llegamos a la conclusión que la idea de la felicidad completa es el obstáculo que nos impide ser felices a ratos”.

La felicidad es algo tan voladizo como el viento. ¿Quién puede atraparlo entre sus manos? Cuando cierras la mano para cogerlo ya ha volado. Se mire como se mire la felicidad es imposible alcanzarla. La imposibilidad de conseguirla por medio de las cosas que se hacen lo pone de manifiesto esta cita de la Escritura: “Aborrecí, por tanto la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa, por cuanto todo es vanidad y aflicción de Espíritu” (Eclesiastés 2:17).

A pesar de luchar para conseguir la felicidad por medios propios, el ser humano no se rinde y procura serlo cueste lo que cueste. Los guionistas e intérpretes de gags cómicos pretenden hacer reír a los espectadores añadiendo aplausos y carcajadas de fondo para que los espectadores se unan a ellos. Muy a menudo estos artificios consiguen todo lo contrario de lo que pretenden  porque la mediocridad de la obra hace llorar en vez de reír. Las risas artificiales no son sinónimo de felicidad.

La publicidad de cualquier producto que pretenda venderse a menudo va acompañada de rostros risueños  que pretenden relacionar el producto que se promociona con la felicidad, así, el cliente potencial que no es feliz comprará el producto que vende felicidad. La felicidad artificial se nos inculca desde la cuna. El retoque fotográfico no se ajusta a la realidad porque el ser humano inoculado de pecado no puede ser feliz.

El  Primer Mundo en el que se espeja el Tercero vende una imagen de felicidad falsa. Engaña a quienes quieren imitarlo porque se les confunde entre nivel de vida y calidad de vida. De cosas materiales no faltan. Se tiene al alcance de la mano objetos que cada vez dan más prestaciones que hacen la vida más fácil y cómoda, pero no dan felicidad. Las enfermedades mentales aumentan a ritmo vertiginoso y con ello el consumo de ansiolíticos y fármacos antidepresivos y antiestrés engordan a las farmacéuticas. El Primer Mundo con toda su prosperidad material no s feliz. Los rostros felices maquilados fotográficamente no reflejan  la realidad. A pesar de ello persistimos en dejarnos engañar y  compramos lo que no necesitamos. Somos tan necios que nos dejamos seducir por “Tú lo vales”. “No puedes vivir si el producto X”. “Verás la vida de otro color”. El problema del materialismo es que nunca satisface. Un escrito de la antigüedad ya lo dijo: “Quien ama la plata no se saciará con la plata, quien ama la riqueza no obtendrá ninguna renta”. La cosas que entran por los ojos pronto aburren. El resultado del placer momentáneo es insatisfacción. Se inicia una sarta de intentos de ver la vida de oro modo, fracasan. Los buenos propósitos no hacen felices a las personas. Se asocia felicidad con la ausencia de emociones desagradables, pero las situaciones desagradables persisten y las emociones de este color afloran instintivamente. Si consideramos la felicidad como la ausencia de emociones desagradables  entonces se la convierte una agencia de viajes que programa viajes a paraísos idílicos que de ideales no tienen nada porque las aguas caribeñas a donde nos quieren llevar cargamos con la mochila del pecado de la que no nos podemos desprender.

La Constitución de los Estados Unidos de 1776 promete a los americanos la felicidad. En un mundo contaminado de pecado no existe Constitución alguna que la pueda garantizar a sus ciudadanos. La injusticia social lo impide. El <i>sueño americano</i> es una quimera.

Para iniciar el proceso de eliminar la infelicidad de nuestras vidas debemos extirpar el pecado que llevamos dentro, que nos aparta de Dios que es la fuente de la felicidad. Dicha extirpación únicamente puede conseguirse por la fe en Jesús. La sangre que el Señor derramó en la cruz del Gólgota limpia todos nuestros pecados. Dicha purificación nos permite tener íntima relación con el Señor Dios. Entonces, las situaciones que son desagradables, que son inevitables, no afectarán a nuestra paz interior. En los momentos de congoja que son inevitables dada la contaminación del pecado, acudiendo a Jesús nos corresponderá con la paz que el mundo no puede dar.

“El Señor es mi Pastor”, así lo considera el autor del salmo 23. El escritor no descansa debajo de una palmera en un paraíso caribeño sorbiendo un refresco. No. Dice. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo, tu vara y cayado me infundirán aliento” ¿A dónde le llevará Jesús, el Buen Pastor? En lugares de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su Nombre”. En Adán perdimos el paraíso terrenal. Jesús, el Buen Pastor, nos guía hacia el paraíso celestial en el que viviremos eternamente una  vez resucitados para vida

Octavi Pereña i Cortina

diumenge, 5 de desembre del 2021

ÉXODO 16: 21

“Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer, y  luego que el sol calentaba se derretía”

El maná del cielo que cada día descendía sobre el campo de los hebreos era el pan que enviaba diariamente para alimentarlos. Era breve su permanencia sobre la tierra era efímero. Al calentar el sol desaparecía. Cada día tenían que salir a buscar el maná que necesitaban. Ni más i menos. No se podía almacenar pues el sobrante hedía y se tenía que tirar.

La Palabra de Dios es el pan de vida que necesita el alma. El maná es un símbolo de la Palabra. De la misma manera que el cuerpo necesita comer alimentos sanos para no enfermar y debilitarse. Asimismo ocurre con el alma. El que cada mañana antes de salir el sol los israelitas se veían obligados a salir de sus tiendas a recoger el pan celestial es un ejemplo de lo que tenemos que hacer para que nuestras almas no enfermen ni se debiliten por la desnutrición. Antes de que el sol aparezca en el horizonte, es decir antes de emprender las tareas diarias y antes de que la radio o la televisión nos bombardeen con sus malas noticias, tenemos que saltar de la cama para mantener un contacto íntimo con nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Antes incluso de ingerir el alimento que sustenta el cuerpo tenemos que comer el alimento espiritual que aporta la salud del alma. ¿Por qué es conveniente seguir el ejemplo que nos muestra el maná? El diablo jamás holgazanea. Siempre se mantiene activo para ver cómo puede perjudicarnos. Tenemos que programar nuestro horario para que antes de salir de casa para enfrentarnos a la faena diaria podamos tener un tiempo para fortalecernos en el Señor. Para que el desayuno espiritual nos sea provechoso debe ingerirse sin prisas. Tiene que tomarse pausadamente. Saboreando el mensaje que nos da para la jornada que va a comenzar nos encuentre fortalecidos en el Señor. La Palabra de Dios que es la Biblia es la voz del Señor que nos entra por los ojos para quedarse en el corazón. El silbo apacible que penetra suavemente en nuestro interior que nos habla, corrige, instruye y nos descubre el pecado existente en nosotros para que nos arrepintamos y la sangre de Jesús pueda borrarlo. Nos fortalece para andar en santidad. Al salir a la calle vamos a enfrentarnos a un mundo controlado por Satanás que os es hostil. Si salimos al mundo sin estar pertrechados con toda  la armadura de Dios vamos a ser presa fácil para las artimañas de Satanás.

A nuestro desayuno espiritual no debe faltar nuestra respuesta a Dios. Le debe acompañar nuestro agradecimiento al Señor por las  bendiciones recibidas. Nuestra intercesión debe ser por las personas que amamos y por las que nos odian. Por los gobernantes para que tomen decisiones sabias y evitar las corrupciones a que son tan propicios. Por los cristianos en general  y por todo aquello que el Espíritu Santo nos impulse a pedir. Revestidos del poder de Dios los dardos de fuego del diablo no van a atravesar la coraza que nos protege.


 

PROVERBIOS 20: 13

“No ames el sueño para que no te empobrezcas, abre tus ojos y te saciarás de pan”

La pereza, la repugnancia que se tiene al trabajo conduce a la pobreza. El rechazo del trabajo es algo tan extendido que ha motivado a alguien decir: “A quien madruga Dios lo mira sorprendido”. Proverbios incluye un texto que relaciona la pereza con hambre espiritual: “La pereza hace caer en profundo sueño, y el alma negligente padecerá hambre” (Proverbios 19: 15).

El tema central de Proverbios es la sabiduría de Dios. Siendo así el texto que comentamos  bien puede interpretarse en sentido espiritual. Quien ama dormir posee una alma hambrienta.

el proverbio popular acierta cuando dice: “A quien madruga Dios le ayuda”. El antiguo pueblo de Israel antes de salir el sol tenía que salir de su tienda a recoger el maná que el Señor les manaba desde el cielo. Si no madrugaban, el calor que irradiaba el sol deshacía el pan celestial. El proverbio popular citado ¿tiene algo que ver con el maná? Lo sea o no, ambos proverbios coinciden en la conveniencia de madrugar para saciar el hambre, sea del cuerpo o del alma. El maná por ser una figura de Jesús que es el Pan de Vida, el madrugón que cada día tenían que darse los israelitas significaba que a la vez que alimentaban el cuerpo con el maná, también alimentaban el alma.

¿Por qué hay tantos cristianos flacos parecidos a aquellas vacas de feo aspecto y enjutas de carnes que representaban los siete años de sequía que traerían una grave hambruna  a Egipto? El causante del mal aspecto que presentan muchos que se consideran cristianos se debe a que aman el sueño, que se deleitan revolcándose entre las sábanas creyendo que el nuevo día les dispensará bendición. No. Dios no bendice al perezoso. El mal aspecto espiritual que muestran indica que la bendición de Dios no les llega.

Hacerse el remolón es muy placentero pero nada deseable para adquirir sabiduría espiritual y conservarla. Ser sabio exige esfuerzo de voluntad y establecer prioridades en la agenda. Es necesario avanzar la hora para que suene el despertador. La salud del alma lo requiere.

  

 

CELO EVANGELIZADOR

<b>”Mira has sido sanado, no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5: 14)</b>

<b>Joan Josep Omella</b>, arzobispo de Barcelona, en su discurso inaugural como presidente de la Conferencia Episcopal Española, dijo cosas muy duras de la jerarquía católica sin llegar al fondo de la cuestión. Pidió perdón por las divisiones, incoherencias e “inconsistencias internas” y la corrupción “dentro de la Iglesia y de sus pastores que contribuyen no sin escándalo y falta de confianza en la jerarquía” de la Institución. Por esto “pido perdón”. Es necesario, dijo, afrontar cuestiones  como la falta de fe y la “corrupción” dentro de la  Iglesia “que nos duele mucho de verdad, y pedimos perdón a Dios, a las víctimas y a la sociedad, a la vez que trabajamos para su erradicación y prevención”. Asimismo denuncia la “falta de testimonio e incoherencia” así como “las divisiones y la falta de pasión evangelizadora” de algunos miembros de la Iglesia. El arzobispo denuncia carencias en el seno de la Iglesia Católica pero lanza la pelota fuera a la hora de especificar como hacerlo para corregirlas. Cuando pide perdón a Dios lo hace de manera escurridiza que no creo sirva para que en los obispos se les despierte la pasión evangelizadora. En el escrito que publicó La Vanguardia el 16/11/2021no menciona para nada el Nombre de Cristo que debería ser la Cabeza suprema  y la Roca sobre la que se debería edificarse la Iglesia Católica.

Con la Biblia abierta sabemos que la decadencia del pueblo de Dios y en concreto la de la Iglesia Católica se debe a que no se obedece la Palabra de Dios que es de obligado cumplimiento.

El arzobispo <b>Omella</b> menciona la falta de pasión evangelizadora. La pregunta que me hago es: ¿la posee él? Pienso que no. Conozco su pensamiento cristiano porque leo las glosas dominicales que escribe en La Vanguardia. Por el énfasis idolátrico que hace de María la madre de Jesús puedo asegurar que ignora  el sentido espiritual de los evangelios porque carece del Espíritu Santo que vivifica la letra de la Biblia.

El espíritu evangelizador se despierta en el momento que se acepta el concepto bíblico del hombre que se resume en la declaración: está muerto en sus delitos y pecados. En el hombre natural no hay nada que le motive a dar gloria a Dios. Mientras se crea que el bautismo y el resto de sacramentos tienen poder para dar vida espiritual a los muertos, el espíritu evangelizador no levantará cabeza.

Juan el Bautista, el precursor del Mesías atraía a mucha gente que acudía a él para ser bautizados “en el Jordán, confesando sus pecados. Y viendo que muchos fariseos” (que se consideraban justos) “y saduceos que venían a su bautismo, les dijo: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3: 6-8).

Jesús al inicio de su ministerio público “comenzó a predicar, y a decir: Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4: 17). El arrepentimiento a Dios es la base de la evangelización porque el anuncio del Evangelio se hace a personas espiritualmente enfermas. Jesús hace esta advertencia. “No he venido a buscar Justos sino pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 13). En el contexto inmediato de dicha declaración se encuentra la hipocresía de los fariseos que se consideraban ser personas justas porque creían que cumplían a rajatabla la Ley de Moisés. Jesús los desenmascara diciéndoles. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a buscar justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 12, 13).

El concepto católico de la salvación que no está basado sobre el arrepentimiento y el perdón del pecador por la fe en el Nombre de Jesús, sino sobre el supuesto poder que se atribuye la Iglesia Católica  de perdonar pecados. A los moribundos se les hace creer que el aceite que se aplica en la extremaunción les borra los pecados cometidos y les abre la puerta a la gloria. En los funerales, la salpicadura del agua bendita sobre el ataúd   en que yace el muerto, aun cuando en vida hubiese sido un ladrón, un adúltero, un asesino, un mujeriego…allana el camino hacia el cielo. Esto no es Evangelio y no debe extrañarnos si en la clerecía católica se encuentra a faltar pasión por la evangelización. Seguirá siendo así mientras la clerecía no crea que “Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). El celo evangelizador se despierta cuando se es consciente de que la salvación es exclusivamente por la fe en Jesús. Si no se es consciente de la gravedad que el pecado tiene ante los ojos de Dios es totalmente imposible apropiarse el mensaje que Jesús dijo a la Iglesia incipiente cuando iba a dejar este mundo para ascender y sentarse a la diestra del Padre: “Hacer discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 19, 20).

Octavi Pereña i Cortina

diumenge, 28 de novembre del 2021

 

ÉXODO 3: 9

“El clamor, pues de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen”

Vivimos en un mundo envuelto en llamas. La opresión en sus diversas manifestaciones se multiplica por doquier. El texto que comentamos es la consecuencia de la terrible opresión que Egipto ejercía sobre los israelitas. La crueldad con se maltrataba a los hebreos impulsaba a éstos a clamar a Dios. Si no es  Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ¿quién va a oírnos? Los ídolos tienen orejas pero no escuchan. De ellos no se va a recibir respuesta. Si la hay es de Satanás quien se esconde detrás de las imágenes no para bien de los orantes sino para su muerte eterna. No debemos dejarnos coger en el engaño satánico que nos impulsa a buscar consuelo allí donde no lo hay.

Los hebreos clamaron al Dios  que los podía sacar de tribulación. Los oyó y empezó a dar los pasos que llevarían a su liberación. El Señor escoge como libertador humano a Moisés que se le aparece en una zarza ardiendo que no se consume y le dice: “Ve, y reúne a los ancianos de Israel y diles: El Señor el Dios de vuestros padres…me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto, y he dicho: yo os sacaré de la aflicción de Egipto… ”(Éxodo 3: 16,17).

Moisés emprende la tarea liberadora  y lo que primero que hace es presentarse ante el faraón pidiéndole que deje marchar a los israelitas. El resultado es el endurecimiento de la opresión y que iba acompañada de las Diez Plagas que asolaron Egipto. La obstinación del faraón de no dejar marchar a los hebreos condujo a la noche terrible en que murieron los primogénitos de los egipcios y de los animales. Después de este hecho fue cuando el faraón de prisa y corriendo el faraón dejó salir a los israelitas de Egipto.

Muchos se preguntarán: ¿Por qué el faraón no dejó salir al pueblo hebreo en el mismo momento en que Moisés compareció ante su presencia solicitándolo. Los pensamientos del Señor son más altos que los nuestros. Los desconocemos. Pero los vamos conociendo poco a poco. Pero sí sabemos los motivos que tiene el Señor para no destruir a los malvados tan pronto como cometen el primer delito. Entre ellos nos encontramos tanto el lector como yo: “El Señor no retrasa su promesa, según algunos tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9). Resumiendo: Dios no se precipita en castigar a los malhechores aun cuando éstos sean de cuello blanco. La paciencia del Señor les permite arrepentirse. Espera hasta que el colmo de la maldad hace que el vaso se derrame (Génesis 15: 16). Llegado a este punto la justicia divina se aplica con todo su rigor. La justicia divina que tantos desean para otros tal vez no se vea en este mundo, pero lo será en el otro.


 

ÉXODO 10: 4

“Y si aún rehúsas de dejar marchar a mi pueblo, he aquí que mañana, yo traeré sobre tu territorio la langosta”

El tema de las diez plagas que terminaron con la aniquilación del ejército egipcio sepultado bajo las aguas del Mar Rojo pone sobre la mesa el tema del poder político. Todo el texto que trata de las diez plagas plantea un enfrentamiento entre el faraón y Dios. Debido al carácter divino que se le atribuía al faraón, de hecho se trata de un enfrentamiento entre Dios  y las autoridades humanas que habiéndose divinizado por el poder adquirido se niegan  a reconocer el origen divino de su poder. El apóstol Pablo esclarece la duda cuando escribe: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas…” (Romanos 13: 1-8).

Los Diez Mandamientos destacan que Dios como autoridad suprema delega en los padres la autoridad sobre los hijos. De ello se desprende la autoridad que debe darse en las distintas esferas sociales para que no se introduzca la anarquía que tantos daños produce. El relato del faraón bíblico que ha quedado preservado en las páginas de la Biblia no es un cuento fabuloso para entretenimiento de los niños. El hecho de que dicho relato se haya conservado a lo largo de los siglos hasta nuestros días en las páginas de las Sagradas Escrituras cristianas tiene una finalidad pedagógica. Pretende enseñar a las autoridades que el origen de su poder no se encuentra en ellas mismas sino en Dios que se lo ha concedido. Se equivocan si no entienden esto. Este error les lleva a creer que no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Se equivocan. Pueden saltarse los controles establecidos para evitar que la corrupción ensucie a los gobernantes, pero no pueden escabullirse del control que Dios ejerce sobre ellos.

En su engreimiento el faraón dijo a Moisés: “¿Quién es el Señor, para que oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Éxodo 5: 2).

Quiéranlo o no, los gobernantes como el resto de los mortales tendrán que presentarse en su día ante Cristo para dar cuenta de todos sus actos. Pretenderán  exculparse de no haber hecho justicia a sus pueblos alegando ignorancia: “Entonces” (el Señor) “les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no hiciste justicia a uno de estos más pequeños” (los ciudadanos) “tampoco a mí lo hicisteis”, Ahora el Señor dicta la sentencia que es irrevocable: “E irán éstos al castigo terno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25: 31-46). Con la justicia de Cristo no se juega. Nunca admite cohecho y es cien por cien justa.

 

 

 

FORTALECIMIENTO ÉTICO

<b>”Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista, una pequeña locura al que es considerado sabio y honorable” (Eclesiastés 10: 1) <b/>

<i>“Hoy no estamos de humor, mañana tampoco”</i>. Esta frase puede resumir el estado actual en que se encuentran muchas personas por la presencia del Covid-19 que ya dura demasiado tiempo. El persistente malhumor se manifiesta claramente en las relaciones personales y que se ha intensificado debido a que la pandemia nos presenta un futuro incierto y haber cambiado nuestro estilo de vida. La pandemia tiene la virtud de agriarnos el carácter. No son grandes cosas las que nos hacen subir por las paredes. Son pequeñeces las que nos hacen subir la adrenalina al máximo. La agresividad se manifiesta en el día a día. Unos jubilados juegan a cartas o al domino o al billar. La pareja comete un error, o se supone que lo ha cometido, y enseguida estalla la ira y la boca vomita blasfemias y palabrotas como si se hubiese comido pescado en mal estado. Se está conversando amigablemente mientras los tertulianos están de acuerdo en lo que se dice. Si uno de ellos disiente de lo que se está diciendo se arma la marimorena. Un adelantamiento improcedente, ¿quién no lo ha cometido nunca? Los insultos saltan por la ventanilla y el claxon suena estrepitosamente. A todo ello se le podría añadir infinidad de menudencias que nos estropean el día. ¿Por qué somos tan sensibles a aquello que no nos gusta? La causa se debe a que nos creemos tan especiales que nada ni nadie debe cuestionar nuestra valía. Lo valioso que uno cree ser. En el fondo, la irritabilidad que tan prontamente se manifiesta no se debe a un problema educativo sino a una cuestión espiritual. No tiene nada que ver con la filosofía ni con la religión. La esencia del mal carácter que estalla impulsivamente es un problema relacional. ¿Qué representa Jesús para nosotros?

Termino de leer <i>La reina oculta</i> de <b>Jorge Molist</b>. El autor presenta un Jesús mitológico que nada tiene que ver con el Jesús de los evangelios. Un Jesús al que se le puede manipular a conveniencia. Este Jesús no es el Hijo de Dios que hace nuevas a las personas a quienes creen en Él como Señor y Salvador. Este Jesús imaginario, como cualquier otra persona, real o literaria, no cambia el corazón de las personas. El embrollo imaginado por <b>Jorge Molist</b> al escribir  <i>La reina oculta</i>, distrae pero deja indiferente al lector. Este Jesús convertido en leyenda literaria no es el Jesús que necesitan las personas para liberarse del malhumor que les persigue como galgo hambriento.

La conversión a Cristo de Saulo de Tarso que más tarde se le conocería como el apóstol Pablo fue muy dramática. Dirigiéndose a Damasco con el propósito de detener a los cristianos que vivían en aquella ciudad para llevárselos a Jerusalén para ser juzgados y castigados, un repentino resplandor celestial lo cegó y le hizo caer del caballo. Una vez alojado en la ciudad Jesús envió a Ananías para que entre otras cosas le dijese: “Cuánto le es necesario padecer por mi Nombre” (Hechos 9: 16). Recién convertido a Cristo judíos fanáticos empezaron a perseguirle con el propósito de matarlo. Los discípulos protegieron a Pablo “tomándole de noche, lo bajaron por el muro descolgándole en una canasta” (v. 23).

En 2 Corintios 11: 23-28 el apóstol describe una serie de incidentes debido a su celo evangelizador. Si el lector se detiene a leer el texto bien seguro que un escalofrío le descenderá de arriba abajo de la columna vertebral. La manera de reaccionar  el apóstol ante los dolorosos sufrimientos que le sobrevinieron debido a su fe en Jesús no tienen comparación con los suaves dolores que padecemos y que nos roban el bienestar emocional que, para librarnos de ellos nos atiborramos de fármacos que nos libren del malestar, más que físico mental. El remedio que le ayudó a salir victorioso de las situaciones dolorosas por las que tuvo que pasar y que no dañaron su salud mental nos la receta cuando escribe: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia, en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado, como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad”. El apóstol no nos enseña a permanecer tranquilos esforzándonos a superar  las adversidades como enseña la filosofía del pensamiento positivo, sin lograrlo. Nos instruye a hacerlo saludablemente cuando al final del texto leído hace esta declaración de fe: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4: 11-13).

El secreto que le permitió al apóstol Pablo mantenerse sereno en cualquier circunstancia  lo consigue estando en Cristo que le fortalece. El Cristo de Pablo no tiene nada que ve con el Cristo que describe <b>Jorge Molist</b> escribiendo <i>La reina oculta</i>. El Cristo de Pablo es el que no se encuentra inmovilizado entre las páginas de la Biblia, sino el Cristo viviente que por el Espíritu Santo mora en el interior de quienes creen en Él. Vencer el malhumor que se dispara en nuestros días solamente existe una manera de conseguirlo: que sea Cristo quien nos fortalezca.

Octavi Pereña i Cortina

diumenge, 21 de novembre del 2021

 

GÉNESIS 20: 10, 11

“Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”

A pesar que Abraham fue un gran hombre de fe, de fe firme, y se le concedió el privilegio de ser “llamado amigo de Dios” (Santiago 2: 23), su encumbramiento no le despojó de su condición de pecador. Por ello la fe Abram tenía sus lagunas que le permitían tropezar dos veces con la misma  piedra. Años ha, debido a una fuerte hambruna tuvo que emigrar a Egipto para no perecer de hambre. En este viaje manifestó su debilidad pues, en vez de fortalecerse en el Señor, como animal acorralado, puso a Sara su mujer como como escudo protector.  (Génesis 12: 10- 20). La mentira que utilizó presentado a Sara como hermana y no como esposa,  no tardó en salir a la luz pública, lo cual le deshonró: “Entonces Faraón llamó a Abram y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? (vv. 18,19).

Volvemos a encontrarnos con Abraham en la tierra de Canaán mostrando que no ha aprendido la lección impartida por el Faraón: “Y dijo Abraham de Sara  su mujer: es mi hermana. Y Abimelec, rey de Gerar envió y tomó a Sara” (v. 2). En sueños Dios habló a Abimelec que Sara la mujer que había tomado tenía marido (v. 3). Al día siguiente Abimelec manda llamar a Abraham para decirle: “¿Qué has hecho? ¿En qué pequé contra ti, que has atraído  sobre mí y sobre mi reino tan gran pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo” (v.9). Como excusa por haber mentido a Abimelec Abraham dice: “Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”  (v.11).

Abraham tuvo miedo y en vez de fortalecerse en el Señor como hizo David cuando sus hombres iban a matarle  por culparle del espolio que les habían hecho los amalecitas. No culpemos a Abraham porque en su debilidad mintió por tener miedo del hombre. ¡Cuántas veces no hemos mentido para esconder alguna fealdad que hay en nosotros! El arrepentimiento debe brotar de nuestro corazón para que el Señor perdone nuestro pecado.

Que las palabras del salmista vengan a nuestras mentes cuando tengamos miedo de presentarnos ante el mundo tal cual somos realmente: cristianos comprometidos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida” (Salmo 46: 1, 2).


 

JUDAS 24, 25

“Y a Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y preservarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador , sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”

Según Judas, el período de tiempo entre la ascensión de Jesús y su regreso glorioso lo denomina postrer tiempo. Durante este período de duración ignorada se encontrarán dos tipos de personas: Los burladores que andan según sus malvados deseos” y los que considera ”amados”  que en vez de causar divisiones como los burladores “edificándoos sobre vuestra santísima fe ,  orando en el Espíritu Santo”  (v. 20). Los amados de Judas no permanecen ociosos sino que trabajan para ir creciendo en la fe. A estos trabajadores esforzados Judas les dedica la doxología con la que termina su breve epístola. Reflexionaremos en  ella con el deseo de que su contenido sirva para fortalecer nuestra fe durante nuestro peregrinaje por el valle de sombra de muerte” (Salmo 23: 4). Debido al pecado y a Satanás que se encuentra entre bastidores intentando debilitar nuestra fe que desgraciadamente a menudo lo consiguen. Por esto al meditar en esta doxología encontraremos la fuerza necesaria para transitar victoriosos por el valle de sombra de muerte. Sin citar a Jesús por su Nombre se refiere a Él como “Aquel que es poderoso de guardarnos sin caída”. Es muy reconfortante  recordar que Jesús que dio su vida para salvación nuestra ahora que está sentado a la diestra del Padre intercede por nosotros para que nuestra fe no falte: “Es poderoso para guardarnos sin caída”. Con los trompicones que nos damos durante nuestra travesía por el desierto es muy reconfortante recordar que Jesús nos tiene cogidos  de la mano para que no nos lastimemos en las caídas.

Asimismo es muy animoso  recordar que Jesús que es aquel que es poderoso utiliza su poder para “presentarnos sin mancha delante de su gloria”. Con tantas manchas y arrugas que nos afean espiritualmente  es alentador recordar que la sangre que Jesús derramó en la cruz del Gólgota nos limpia para siempre de todos nuestros pecados, “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10: 14). El tiempo que ha transcurrido desde que Jesús derramó su sangre santificadora no ha hecho disminuir su poder limpiador. La doxología  de Judas que también fue escrita para nosotros nos dice que quien ha sido salvado por Jesús no pierde la salvación. Ante una salvación tan grande y maravillosa unámonos a Judas y exclamemos  con él: “Al único y Sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

 

 

 

JUSTICIA EQUITATIVA

<b>”La ley de la selva solo sirve para la selva, cuando nos regimos por esta ley la civilización se hunde” (Joan Berril)</b>

¿Qué hace la justicia cuando una mujer vecina de Torà es agredida por un joven del pueblo que “ya ha ocasionado molestias a los vecinos en otras ocasiones?” Casos semejantes se repiten más de la cuenta. La ciudadanía ante estos casos de violencia cree que la justicia no hace nada. Si se detiene a los violentos entran por la puerta principal y salen por la de servicio. Existe una desconfianza muy generalizada hacia la justicia. Pienso que en este caso, por lo que se refiere a la justicia, se le podría aplicar  lo que <b>Susanna Carrusso</b> secretaria general del sindicato CGIL, asaltado por la extrema derecha italiana, dice: “También creo que se necesita un debate público porque no es suficiente con ilegalizar las organizaciones neofascistas, es necesario reconstruir otra cultura”. Las leyes no son suficientes para erradicar los comportamientos que afectan la paz social. En el caso de la justicia “es necesario reconstruir otra cultura” que llegue a lo más hondo de las personas.

Quejarse de que la justicia no es justa y de que también estamos hartos de ver la impunidad que gozan los delincuentes no cambiará el comportamiento ni de los unos ni de los otros.

Concentrémonos en la violencia juvenil y adolescente. ¿Por qué se da? Dos textos bíblicos nos ayudarán a entenderlo: “Se apartaron los impíos desde la matriz, se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Salmo 58: 3). “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51: 5). Estos dos textos desmienten la filosofía que enseña  la bondad innata del ser humano. Ilustran claramente que los recién nacidos no son inocentes y que si se vuelven malos no se debe a causas ajenas a ellos. Dando por buena la enseñanza bíblica tiene que cambiarse el modelo educativo. No es suficiente con enseñar a los niños a leer y a escribir, a sumar y a multiplicar. Ello es el rudimento de la cultura. Según los dos textos citados el problema de la maldad es de carácter espiritual. Se tiene que tener en cuenta este aspecto si es que de verdad se quiere erradicar la violencia de verdad. La faena de enseñar espiritualidad a los niños recae directamente en los padres. La Biblia no se cansa de recordar a los padres la responsabilidad que tienen de enseñar a los hijos el temor del Señor. El problema se encuentra en que la mayoría de los padres son incrédulos  a pesar de que públicamente se confiesen cristianos. Dada esta condición, les importa un bledo la educación  espiritual de sus hijos. Les basta con que la escuela los prepare para que puedan ganarse la vida  cuando sean adultos. Este modelo educativo cojea y lleva a que se den demasiados casos de niños y adolescentes que se comportan como el joven de Torà que agredió a la mujer porque le llamó la atención por la música ensordecedora que no dejaba dormir a su hijo. El prójimo les importa un comino. Que digan lo que quieran, yo estoy contento.

Ante una educación cien por cien materialista no debe extrañarnos que los casos de violencia infantil y adolescente crezcan exponencialmente. La Biblia que tendría que ser el  conejero espiritual de los padres dice qué es lo que tendrían que hacer en el caso que las reprensiones no hagan mella y el mal comportamiento se agrave: “Si alguien tiene un hijo contumaz y rebelde, que no obedece a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no los obedece, entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva, y dirán a los ancianos de la ciudad: Este hijo nuestro es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz, y es glotón y borracho. Entonces los hombres de la ciudad lo apedrearán, y morirá, así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá  y temerá” (Deuteronomio 21: 18-21).

A simple vista, debido a los cambios culturales que se han ido produciendo a lo largo de los siglos, puede parecernos que este texto es muy bestia. Si nos molestamos en analizarlo para poder aplicarlo en nuestra época descubrimos que contiene enseñanzas muy ecuánimes. Nos muestra que los padres se han tomado a conciencia la educación de su hijo y que lo han reprendido cuando ha sido necesario para su bien, Todo intento ha sido inútil. Las enseñanzas le entraban por un oído y salían por el otro. Por lo que deja entrever el texto, los delitos que cometía no eran nimiedades, sino delitos graves. Cuando se ha hecho todo lo posible para enderezar al hijo y el resultado ha sido negativo, estos padres no hacen como muchos que a sabiendas del mal comportamiento de su hijo defienden a capa y espada una bondad inexistente. Conscientes de lo indómito que es no les toca otro remedio que llevarle ante la justicia para exponer brevemente qué es su hijo: “Contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz, es glotón y borracho”. Reunidos los ancianos ante la puerta de la ciudad deliberan sobre el caso y dictan sentencia de muerte: “Así quitará el mal de en medio de ti y todo Israel oirá, y temerá”

En el antiguo Israel los delitos de sangre y las violaciones de mujeres se les aplicaba la pena de muerte. En nuestra cultura se ha sustituido la pena de muerte por largos años de cárcel. Las sentencias por los delitos mencionados debería ser cárcel a perpetuidad sin posibilidad de revisión de  condena. ¡Cuántos casos no se han dado de violadores que después de un excelente comportamiento, al salir a la calle vuelven a las andadas. La sensiblería no debería ablandar el corazón.

La justicia debería servir para castigar al delincuente según la gravedad del delito cometido. Si la condena tuviese que ser pena de muerte, la cadena perpetua que la sustituye tendría que ser a perpetuidad.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 14 de novembre del 2021

 

SALMO 3: 8

“La salvación es del Señor, sobre tu pueblo será tu bendición”

El salmista comienza su poema con estas palabras:”¡Oh Señor, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación de Dios” (vv. 1, 2). Este salmo lo escribe el rey David cuando su hijo Absalón se había revelado contra él. David le pide ayuda al Señor para que le proteja de un enemigo  concreto. El hecho de que el salmo por inspiración del Espíritu Santo haya quedado registrado en la Biblia quiere decir que sirve de inspiración para todos los lectores sean cuales sean las situaciones en que puedan encontrarse.

¿Quiénes son nuestros muchos adversarios? Pueden serlo personas normales que por cualquier motivo se hayan enojado contra nosotros y difaman nuestro nombre por venganza. Nuestro enemigo puede serlo el Covid-19 cuyos estragos hayan afectado a familiares o amigos íntimos. Puede ser nuestro enemigo la separación de nuestro hijo/a que tanto daño nos ha causado. Puede ser nuestro enemigo el hijo/a que se haya dado a las drogas. Puede ser nuestro enemigo el que hayamos perdido el trabajo y por no poder pagar el alquiler se nos haya desahuciado y tengamos que depender de la beneficencia pública o privada. Son mil y una las situaciones que se han convertido en  enemigos nuestros.

Normalmente la gente que se siente perseguida  por algo o alguien busca protección en otra persona, la cual por ser  también de carne y huesos está incapacitada para ofrecernos la ayuda que solicitamos. En el caso del volcán que vomita fuego y lava que destruye viviendas y campos de cultivo en la isla de La Palma, las palabras del rey diciéndoles a los damnificados que está a su lado poco consuelo les habrán dado. Han sido palabras que el viento se lleva. David que cree de verdad en Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, en vez de ir a buscar consuelo en un amigo va a la fuente de donde realmente le vendrá el bálsamo que necesita: “Mas tú, Señor, eres escudo alrededor de mí, mi gloria y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé al Señor, y Él me respondió desde su monte santo” (vv. 3, 4).

El resultado de confiar David en el Padre de nuestro Señor Jesucristo que es Dios de toda consolación, para aliento nuestro escribe: “Yo me acosté y dormí, y desperté, porque el Señor me sustentaba” (v. 5). Jesús el Hijo de Dios encarnado dice a los afligidos por las punzadas de sus corazones: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).

El salmista finaliza su poema con estas reconfortantes palabras: “La salvación es del Señor, sobre tu pueblo sea tu bendición” (v. 8).


 

MALAQUÍAS 2: 17

“Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabra. Y decís: ¿En qué te hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace el mal agrada al Señor, y en los tales se complace, o, ¿dónde está el Dios de la justicia?

Malaquías nos enseña a orar como es debido. Determinadas oraciones no traspasan el techo de la habitación en donde se han pronunciado. Las vanas repeticiones cansan al Señor. Los que oran inadecuadamente se preguntan: ¿En qué te hemos cansado?  La impiedad del orante le hace tergiversar el sentido de la justicia y que a Dios le complace escuchar cualquier oración por disparatada que sea. El Dios de toda justicia no se complace en escuchar las oraciones pronunciadas por los impíos.

El apóstol Pablo nos da una enseñanza que va como el anillo al dedo respecto a cómo tenemos que orar. Si aceptamos su consejo hace que al momento de orar aparezca la humildad que debe caracterizar al orante porque reconoce que los pensamientos y los caminos del Señor son más altos que sus pensamientos y caminos. A pesar que existe familiaridad con Dios porque se es hijo suyo si en verdad se ha creído en Jesús como Señor y Salvador, dicha familiaridad jamás debe llegar a tratar a Dios como a un igual. Él está en lo alto y el orante en la tierra.

Vayamos a lo que el apóstol Pablo tiene que deciros: ·Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8: 26, 27).

Solamente Jesús cuando estuvo aquí en la Tierra tuvo el Espíritu sin medida (Juan 3: 349). Los cristianos verdaderos tienen el Espíritu Santo morando en ellos. Sin Él no serían cristianos. Pero el Espíritu los guía por el camino de la santificación lo que significa que todavía no ha terminado su obra de hacerlos perfectos como su Padre celestial es perfecto.

El Padrenuestro la oración que Jesús enseñó a sus discípulos pone límites a las oraciones que sus hijos le dirigen, al decirles: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra” (Mateo 6: 10). ¿Sabemos cuál es la voluntad de Dios al cien por cien? No. Las oraciones del cristiano brotan del corazón pero desconocemos si corresponden plenamente a la voluntad de Dios y, si es su voluntad ignoramos  cuando su voluntad  va a cumplirse. Tenemos que seguir orando porque así lo enseña la Biblia y esperar pacientemente la respuesta del Señor. La tardanza en responder no significa que no hayan sido escuchadas. Los pensamientos y los caminos del Señor  no son nuestros pensamientos y caminos. Somos hijos que no tienen que manipular al Padre.

 

 

 

INVIOLABILIDAD CONSTITUCIONAL                       

<b>Las constituciones inmovilistas son lacra para las naciones/b>

El artículo 56.3 de la Constitución afirma: “La persona del Rey es inviolable, y no está sujeta a responsabilidad…”. Que la Constitución de 1978 diga que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad nos recuerda a las monarquías absolutistas del pasado amparadas por los teólogos de la Iglesia Católica que defendían el origen divino de las mismas. Es cierto que esta afirmación nace de la declaración del apóstol Pablo: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1). Un texto sacado de un contexto se convierte en un pretexto y se le puede hacer decir lo que al intérprete  le convenga más. El contexto general de la Biblia no nos permite pensar que Dios sea partidario de los absolutismos, sean monárquicos o republicanos. Los monárquicos favorecen la injusticia en Nombre de Dios y los republicanos en nombre de la razón. Prestemos atención a lo que ocurre en el mundo.

La carta real que está por encima de las constituciones de las monarquías y de las repúblicas se encuentra en Deuteronomio 17: 14-20. Este texto contiene unas cláusulas que únicamente son aplicables al Israel bíblico. Lo que puede aplicarse a todas las naciones dice: “No tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe, ni, ni plata, ni oro amontonará para sí en abundancia. Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta Ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor su Dios, para guardar todas las palabras de esta Ley y estos Estatutos, para ponerlos por obra. Para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra, a fin que prolongue sus días en su reino, y sus hijos, en medio de Israel” (vv. 17-20).

El verdadero Rey de Israel es el Señor. Este conoce al dedillo la manera de ser de su pueblo. Sabe anticipadamente que querrá tener un rey como lo tienen los pueblos vecinos. Puntualiza: “Ciertamente pondrás por rey sobre ti el que <i>el Señor tu Dios escoja</i>” (v. 16). Implícitamente el texto que comentamos enseña que la duración del reinado se acortará si no se mantiene fiel a lo que dice la copia que ha hecho para sí.  A lo largo de los siglos Dios ha hablado por medio e los profetas. Llegado el cumplimiento del tiempo lo hace por medio de Jesús su Hijo y de sus discípulos que inspirados por el Espíritu Santo recuerdan todo lo que el Señor enseñó. Todo lo que Dios ha revelado para bien del hombre ha quedado registrado en un libro que conocemos como Biblia. Con la aparición de la imprenta y recientemente con la tecnología digital, los costes de edición se han abaratado, lo cual permite poner la Biblia al alcance de todas las economías. Ahora monarcas y políticos no tienen que hacer ningún esfuerzo para hacerse con una copia de la Biblia. Con facilidad la van a encontrar en las librerías. No tienen que acudir a la clandestinidad para hacerse con una copia del Libro de Dios como ocurrió en tiempos del imperio de la Inquisición que se esforzó inútilmente destruir el libro de Dios en las hogueras. No tienen excusa para no hacer la lectura diaria de la Biblia que les enseña a gobernar con justicia.

La Constitución de 1978 afirma: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad…”. La Carta real que ha sido escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo está por encima de las constituciones nacionales y debe ser obedecida por todos los hombres. A los gobernantes, sean de  derechas o de izquierdas no se les exime de hacerlo. De no obedecer a sus enseñanzas tendrán que dar cuenta a la Autoridad superior que los ha puesto en el cargo.

Siendo ya anciano el profeta Samuel el pueblo le pidió un rey. El Señor le dice a su siervo que no le han rechazado a él sino que a mí me han rechazado, El Señor le dice a Samuel que atienda la petición que le han hecho.  (1 Samuel 8: 7). El Señor habla a Samuel y le dice: mañana se te presentará un joven al que describe: “lo ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel” (1 Samuel 9: 16). “Tomando entonces Samuel u frasco de aceite, lo derramó sobre su cabeza, y le besó y le dijo: ¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre su pueblo Israel? (10: 1). Esta unción se hizo en privado. Más tarde se refrendó públicamente. Finalizada la investidura “Samuel declaró al pueblo el derecho del reino, y lo escribió en un libro, y lo puso delante del Señor” (vv. 24, 25).

Tres años más tarde Saúl se encontraba en graves dificultades bélicas y violando la Ley de Dios usurpó las funciones sacerdotales. El profeta tuvo que amonestarle diciéndole: “Locamente has hecho, no guardando el mandamiento del Señor tu Dios que Él te había ordenado, pues ahora el Señor habría confirmado tu reino sobre Israel para siempre” (1 Samuel 13: 13).

En otro enfrentamiento con los filisteos, ya al final de su reinado “Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Mas el Señor no le dio respuesta aquel día” (1 Samuel 14: 37). Como no recibía respuesta de Dios fue a consultar a una nigromante (1 Samuel 28: 3-25). Samuel murió arrojándose sobre su espada. Este es el epitafio que recuerda el reinado de Saúl: “Y así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra el Señor, contra la palabra del Señor, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó al Señor, por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí” (2 Crónicas 10: 13, 14).

Para el Señor no existe inviolabilidad constitucional. Tanto monarcas como plebeyos tendrán que comparecer ante el tribunal de Cristo que los juzgará por sus hechos. Podrán eludir la justicia humana modificando las leyes a su antojo o sobornando a los jueces. Ante el Insobornable la sentencia será justa e irrevocable. Si no es en el tiempo como lo fue con Saúl, sí lo será en la eternidad.

Octavi Pereña i Cortina