diumenge, 26 de desembre del 2021

 

LUCAS 4: 5

“y lo llevó el diablo” (a Jesús) “a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra”

Antes del Diluvio, cuando los hijos de Dios se llegaron a las hijas de los hombres”, hubo lo que hoy denominaríamos “matrimonios mixtos” entre creyentes y no creyentes. Fruto de estos matrimonios se “engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre” (Génesis 6:4). Fruto de estos matrimonios se extinguió prácticamente la presencia de los hijos de Dios en la Tierra. Estos “varones de renombre” que no obedecían a Dios, fueron quienes capitanearon las masas aglutinándolas en pequeños reinos que con el transcurso del tiempo se fueron convirtiendo en grandes imperios que se han ido transformando hasta llegar a nuestros días. La impiedad fue la característica de estos “varones de renombre”, lo cual condujo a la humanidad a tal grado de perversidad que motivó a Dios a destruirla mediante el Diluvio que cubrió de agua toda la faz de la Tierra. Solamente ocho personas justas sobrevivieron a esta inundación universal. Estos justos como siguieron siendo pecadores y llevaban consigo el germen de la corrupción, vuelve a repetirse lo acontecido antes del Diluvio. Nuevos reinos e imperios vuelven a constituirse y a desaparecer capitaneados por “varones de renombre”

La tentación a la que Satanás sometió  Jesús aporta luz para entender la presencia de “varones de renombre” a lo largo de la historia hasta nuestros días y que seguirán existiendo hasta el final del tiempo. La causa de la aparición de “varones de renombre” se debe a que personas de entre la multitud aborrecedoras de Dios, Satanás les inculca un afán desmesurado de poseer el poder y la gloria que dan los reinos de este mundo. Satanás desconoce lo que es el altruismo. A  cambio del poder y la gloria que da a quienes se convierten en “varones de renombre”, les exige rendición incondicional a su autoridad. Lo cual hace que las características malvadas de Satanás se reproduzcan en los “varones de renombre” y sus seguidores.

Es evidente que Pablo Casado refleja las características de Satanás el señor a quien sirve. Sus labios vomitan mentiras a todo pasto. Sus gestos y expresiones de su rostro reflejan el odio que siente por sus contrincantes políticos. A pesar de que compañeros de partido le instan a la moderación, no entra en razones. Hoy todavía no ha alcanzado el poder. Si algún día lo consigue, democráticamente cambiará las leyes a su antojo y conveniencia. Su afán de poder le convertirá en un “varón de renombre” que en vez de traer paz y bienestar al país, tal como está ocurriendo en otros países en los que Satanás gobierna por medio de quienes le sirven incondicionalmente, la desgracia acampará a sus anchas si Dios no le impide alcanzar el poder. Quiera Dios que sea así.


 

LUCAS 10: 40

“Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acerándose dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?”

Jesús se encontraba hospedado en casa de Lázaro y de sus dos hermanas Marta y María. Cuando un personaje importante se encuentra en casa de alguien que le invita, las mujeres intentan agasajarlo de la mejor manera posible. Marta no era una excepción de la regla.

Jesús acomodado en la casa. Las dos hermanas le reciben de manera distinta. Marta, que podría ser la mayor porque el texto dice: “Marta le recibió en su casa” y, como se supone que era el ama de la casa quiso agasajar a tan importante visita con la exquisitez que su rango se merecía. Se encontraba atareada con los muchos quehaceres que exigen la cocina en situaciones semejantes. Con tanto trabajo se sentía aturdida. Se siente abandonada por su hermana porque no le prestaba la ayuda que necesitaba. Para Marta, su hermana holgazaneaba  porque se encontraba sentada a los pies de Jesús escuchando atentamente sus palabras. Marta enfurecida por el abandono de su hermana sale rabiosa de la cocina para decirle a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”

Podríamos comparar esta escena doméstica con el frenesí que se produce en los hogares durante estos días navideños. Todo gira alrededor de la cocina con el objetivo de servir exquisitos manjares a quienes  se reúnen alrededor de la mesa. De momento las cocineras no se quejan pero al acercarse la próxima Navidad quejosas  refunfuñan pensando en el trajín que les espera. Al dedillo les viene el refrán: “Sarna con gusto no pica pero mortifica”

En la celebración de la Navidad se da una paradoja: Muchos villancicos que recuerdan el Niño nacido en Belén. La realidad, pero, es que no se invita a comer al Niño del que se recuerda su nacimiento. Son muy pocas las personas que durante estos días navideños se sienten a los pies de Jesús para escuchar lo que tiene que decirles. No debería extrañarnos que las palabras que Jesús dijo a los fariseos, secta religiosa que podríamos comparar con el Opus Dei de hoy por su extremismo legalista, las repita a nosotros hoy tan celosos como somos de celebrar la Navidad: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15: 8, 9). Mucha apariencia sin contenido.

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