CELO EVANGELIZADOR
<b>”Mira
has sido sanado, no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5:
14)</b>
<b>Joan
Josep Omella</b>, arzobispo de Barcelona, en su discurso inaugural como
presidente de la Conferencia Episcopal Española, dijo cosas muy duras de la
jerarquía católica sin llegar al fondo de la cuestión. Pidió perdón por las
divisiones, incoherencias e “inconsistencias internas” y la corrupción “dentro
de la Iglesia y de sus pastores que contribuyen no sin escándalo y falta de
confianza en la jerarquía” de la Institución. Por esto “pido perdón”. Es
necesario, dijo, afrontar cuestiones
como la falta de fe y la “corrupción” dentro de la Iglesia “que nos duele mucho de verdad, y
pedimos perdón a Dios, a las víctimas y a la sociedad, a la vez que trabajamos
para su erradicación y prevención”. Asimismo denuncia la “falta de testimonio e
incoherencia” así como “las divisiones y la falta de pasión evangelizadora” de
algunos miembros de la Iglesia. El arzobispo denuncia carencias en el seno de
la Iglesia Católica pero lanza la pelota fuera a la hora de especificar como
hacerlo para corregirlas. Cuando pide perdón a Dios lo hace de manera
escurridiza que no creo sirva para que en los obispos se les despierte la
pasión evangelizadora. En el escrito que publicó La Vanguardia el 16/11/2021no
menciona para nada el Nombre de Cristo que debería ser la Cabeza suprema y la Roca sobre la que se debería edificarse
la Iglesia Católica.
Con la
Biblia abierta sabemos que la decadencia del pueblo de Dios y en concreto la de
la Iglesia Católica se debe a que no se obedece la Palabra de Dios que es de
obligado cumplimiento.
El
arzobispo <b>Omella</b> menciona la falta de pasión evangelizadora.
La pregunta que me hago es: ¿la posee él? Pienso que no. Conozco su pensamiento
cristiano porque leo las glosas dominicales que escribe en La Vanguardia. Por
el énfasis idolátrico que hace de María la madre de Jesús puedo asegurar que
ignora el sentido espiritual de los evangelios
porque carece del Espíritu Santo que vivifica la letra de la Biblia.
El
espíritu evangelizador se despierta en el momento que se acepta el concepto
bíblico del hombre que se resume en la declaración: está muerto en sus delitos
y pecados. En el hombre natural no hay nada que le motive a dar gloria a Dios.
Mientras se crea que el bautismo y el resto de sacramentos tienen poder para
dar vida espiritual a los muertos, el espíritu evangelizador no levantará
cabeza.
Juan el
Bautista, el precursor del Mesías atraía a mucha gente que acudía a él para ser
bautizados “en el Jordán, confesando sus pecados. Y viendo que muchos fariseos”
(que se consideraban justos) “y saduceos que venían a su bautismo, les dijo:
¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced,
pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3: 6-8).
Jesús
al inicio de su ministerio público “comenzó a predicar, y a decir: Arrepentíos
porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4: 17). El arrepentimiento
a Dios es la base de la evangelización porque el anuncio del Evangelio se hace
a personas espiritualmente enfermas. Jesús hace esta advertencia. “No he venido
a buscar Justos sino pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 13). En el
contexto inmediato de dicha declaración se encuentra la hipocresía de los fariseos
que se consideraban ser personas justas porque creían que cumplían a rajatabla
la Ley de Moisés. Jesús los desenmascara diciéndoles. “Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa:
Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a buscar justos, sino
pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 12, 13).
El
concepto católico de la salvación que no está basado sobre el arrepentimiento y
el perdón del pecador por la fe en el Nombre de Jesús, sino sobre el supuesto
poder que se atribuye la Iglesia Católica
de perdonar pecados. A los moribundos se les hace creer que el aceite
que se aplica en la extremaunción les borra los pecados cometidos y les abre la
puerta a la gloria. En los funerales, la salpicadura del agua bendita sobre el
ataúd en que yace el muerto, aun cuando
en vida hubiese sido un ladrón, un adúltero, un asesino, un mujeriego…allana el
camino hacia el cielo. Esto no es Evangelio y no debe extrañarnos si en la
clerecía católica se encuentra a faltar pasión por la evangelización. Seguirá
siendo así mientras la clerecía no crea que “Jesús es la piedra reprobada por
vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en
ningún otro hay salvación porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). El celo evangelizador
se despierta cuando se es consciente de que la salvación es exclusivamente por
la fe en Jesús. Si no se es consciente de la gravedad que el pecado tiene ante
los ojos de Dios es totalmente imposible apropiarse el mensaje que Jesús dijo a
la Iglesia incipiente cuando iba a dejar este mundo para ascender y sentarse a
la diestra del Padre: “Hacer discípulos en todas las naciones, bautizándolos en
el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 19, 20).
Octavi Pereña i Cortina
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