diumenge, 12 de desembre del 2021

 

SALMO 34: 19

“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará el Señor”

Se nos acercan los propagadores de la salud incondicional  de los creyentes diciéndonos que si estos enferman se debe a que no tienen suficiente fe. La Biblia nos enseña que los creyentes en Cristo enferman como el resto de los mortales.

El texto que comentamos es suficientemente claro: “Muchas son las aflicciones del justo”. La enfermedad y la muerte pertenecen a Dios. Él las distribuye como mejor le parece. Desconocemos porque unos padecen dolencias graves y otros llegan a la puerta de la muerte sin apenas saber qué es una enfermedad. Es un secreto que pertenece a Dios. A nosotros nos toca aceptarlo tal como es su voluntad.

Los ingresos que este año producirá la Marató de TV3 se destinarán a la investigación sobre la enfermedad mental ya que es una dolencia que hoy preocupa muchísimo. Que la Marató de TV3 de este año se dedique a investigar cómo poder paliar la enfermedad mental creo que en parte se debe al incremento de personas cada vez más jóvenes que padecen trastornos mentales debido a la Covid-19 y sus efectos.

El salmista escribe. “Busqué al Señor y Él me libró de todos mis temores, los que miraron a Él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y le libró de todas sus angustias. El Ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. Gustad y ved que es bueno el Señor, dichoso el hombre que confía en Él” (vv. 4-8). El texto no nos dice nada de que el creyente en Cristo vaya a tener una salud de hierro y que se vaya a dormir feliz y despierte en la gloria. Algunos incrédulos mueren súbitamente viendo un partido de futbol en la televisión, pero no despiertan en la gloria, sino en el infierno. El texto nos dice que Dios está al lado de sus hijos que enferman y que los libra de todos sus temores y angustias porque la paz del Señor excede la comprensión humana. “Gustad y ved que es bueno el Señor, dichoso el hombre que confía en Él”.

La enfermedad siempre es una fuente de miedo y angustia. Si se pasa confiando exclusivamente en la pericia de los médicos el miedo y la angustia se incrementan con el paso del tiempo porque se acentúa el miedo a la muerte  que conlleva a producir graves trastornos mentales. El elevado consumo de ansiolíticos y tranquilizantes  en nuestros   días es una evidencia de la presencia de la enfermedad mental.

No le pido al lector que abandone la medicación que le haya recetado su médico, sino que compruebe cuán bueno es el Señor que le libera del miedo y temor que le produce la enfermedad. Porque somos pecadores hemos de morir una sola vez y después el juicio. Como esto es inevitable,  si creemos que Jesús es la resurrección y la vida, la muerte deja de ser un enemigo ya que nos aguarda una eternidad en donde no habrá dolor ni lágrimas


 

JEREMIAS 36: 3

“Quizá oiga la casa de Judá lodo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado”

En el año cuarto del reinado de Joacim “vino esta palabra del Señor a Jeremías diciendo: Toma un rollo del libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra las naciones, desde el día que comencé a hablarte desde Josías hasta hoy” (vv. 1, 2).

Durante años el Señor  había estado hablando a su pueblo  y a las naciones del daño iba a traer sobre ellos. Ahora el Señor le dice al profeta que recopile en un libro todo lo que le ha dicho para que quede constancia de ello. Como dice el texto que nos sirve de base  de esta meditación: “Quizás oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino”. Desde Adán hasta los días del rey Joacim y desde aquella época hasta nuestros días, Dios no se cansa de enviar mensajeros para que llamen a las personas al arrepentimiento. La respuesta que Judá e Israel dieron a los llamados de los profetas fue: “No escucharemos”. Esta negativa es la misma que los hombres de nuestros días dan a los llamados de sus siervos hoy.

De manera explícita Jesús encarga a los discípulos y a sus seguidores: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enserenándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28: 19, 20).

Dios podría enviar de inmediato a los pecadores al infierno. Su incomprensible amor que siente por el hombre se lo impide hacer. Espera hasta que la copa de la maldad rebose y ya no haya   posibilidad de arrepentimiento. Como muy bien dice el apóstol Pedro: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al Arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9)

El amor de Dios no siempre produce reacciones favorables. Joacim reaccionó virulentamente ante el pergamino en el que estaban escritas las palabras que el Señor había dictado al profeta Jeremías: ”Cuando Jehundí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con el cortaplumas, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el braseo había…” (vv. 22-25).

La Inquisición con su celo de Dios sin ciencia, echó en el fuego millares de biblias con el propósito de hacer desaparecer  la Palabra de Dios de la Tierra. No todos los que no quieren saber nada de la Palabra de Dios cometen acciones tan drásticas. Basta con no hacer caso al mensaje de Dios. El negacionismo  no hace desaparecer ni a Dios ni a su mensaje. Cuando se termine la paciencia de Dios su castigo recaerá sobre sus enemigos.

 

 

 

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