GÉNESIS 20: 10, 11
“Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué
pensabas para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí:
Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi
mujer”
A pesar
que Abraham fue un gran hombre de fe, de fe firme, y se le concedió el
privilegio de ser “llamado amigo de Dios”
(Santiago 2: 23), su encumbramiento no le despojó de su condición de pecador.
Por ello la fe Abram tenía sus lagunas que le permitían tropezar dos veces con
la misma piedra. Años ha, debido a una
fuerte hambruna tuvo que emigrar a Egipto para no perecer de hambre. En este
viaje manifestó su debilidad pues, en vez de fortalecerse en el Señor, como
animal acorralado, puso a Sara su mujer como como escudo protector. (Génesis 12: 10- 20). La mentira que utilizó
presentado a Sara como hermana y no como esposa, no tardó en salir a la luz pública, lo cual
le deshonró: “Entonces Faraón llamó a
Abram y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no declaraste que
era tu mujer? ¿Por qué dijiste: es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla
para mí por mujer? (vv. 18,19).
Volvemos
a encontrarnos con Abraham en la tierra de Canaán mostrando que no ha aprendido
la lección impartida por el Faraón: “Y
dijo Abraham de Sara su mujer: es mi hermana. Y Abimelec, rey de
Gerar envió y tomó a Sara” (v. 2). En sueños Dios habló a Abimelec que Sara
la mujer que había tomado tenía marido (v. 3). Al día siguiente Abimelec manda
llamar a Abraham para decirle: “¿Qué has
hecho? ¿En qué pequé contra ti, que has atraído
sobre mí y sobre mi reino tan gran pecado? Lo que no debiste hacer has
hecho conmigo” (v.9). Como excusa por haber mentido a Abimelec Abraham
dice: “Porque dije para mí: Ciertamente
no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer” (v.11).
Abraham
tuvo miedo y en vez de fortalecerse en el Señor como hizo David cuando sus
hombres iban a matarle por culparle del
espolio que les habían hecho los amalecitas. No culpemos a Abraham porque en su
debilidad mintió por tener miedo del hombre. ¡Cuántas veces no hemos mentido
para esconder alguna fealdad que hay en nosotros! El arrepentimiento debe
brotar de nuestro corazón para que el Señor perdone nuestro pecado.
Que las
palabras del salmista vengan a nuestras mentes cuando tengamos miedo de
presentarnos ante el mundo tal cual somos realmente: cristianos comprometidos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro
pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra
sea removida” (Salmo 46: 1, 2).
JUDAS 24, 25
“Y a Aquel que es poderoso para guardarnos
sin caída, y preservarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al
único y sabio Dios, nuestro Salvador , sea gloria y majestad, imperio y
potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”
Según
Judas, el período de tiempo entre la ascensión de Jesús y su regreso glorioso
lo denomina postrer tiempo. Durante
este período de duración ignorada se encontrarán dos tipos de personas: Los burladores que andan según sus malvados
deseos” y los que considera ”amados” que en vez de causar divisiones como los
burladores “edificándoos sobre vuestra
santísima fe , orando en el Espíritu
Santo” (v. 20). Los amados de Judas no permanecen ociosos sino que trabajan para ir creciendo en la fe. A
estos trabajadores esforzados Judas les dedica la doxología con la que termina
su breve epístola. Reflexionaremos en
ella con el deseo de que su contenido sirva para fortalecer nuestra fe
durante nuestro peregrinaje por el valle de sombra de muerte” (Salmo 23: 4).
Debido al pecado y a Satanás que se encuentra entre bastidores intentando
debilitar nuestra fe que desgraciadamente a menudo lo consiguen. Por esto al
meditar en esta doxología encontraremos la fuerza necesaria para transitar
victoriosos por el valle de sombra de muerte. Sin citar a Jesús por su Nombre
se refiere a Él como “Aquel que es
poderoso de guardarnos sin caída”. Es muy reconfortante recordar que Jesús que dio su vida para
salvación nuestra ahora que está sentado a la diestra del Padre intercede por
nosotros para que nuestra fe no falte: “Es
poderoso para guardarnos sin caída”. Con los trompicones que nos damos
durante nuestra travesía por el desierto es muy reconfortante recordar que
Jesús nos tiene cogidos de la mano para
que no nos lastimemos en las caídas.
Asimismo
es muy animoso recordar que Jesús que es
aquel que es poderoso utiliza su poder para “presentarnos
sin mancha delante de su gloria”. Con tantas manchas y arrugas que nos
afean espiritualmente es alentador
recordar que la sangre que Jesús derramó en la cruz del Gólgota nos limpia para
siempre de todos nuestros pecados, “porque
con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos
10: 14). El tiempo que ha transcurrido desde que Jesús derramó su sangre santificadora
no ha hecho disminuir su poder limpiador. La doxología de Judas que también fue escrita para
nosotros nos dice que quien ha sido salvado por Jesús no pierde la salvación.
Ante una salvación tan grande y maravillosa unámonos a Judas y exclamemos con él: “Al
único y Sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia,
ahora y por todos los siglos. Amén”.
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