diumenge, 21 de novembre del 2021

 

GÉNESIS 20: 10, 11

“Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”

A pesar que Abraham fue un gran hombre de fe, de fe firme, y se le concedió el privilegio de ser “llamado amigo de Dios” (Santiago 2: 23), su encumbramiento no le despojó de su condición de pecador. Por ello la fe Abram tenía sus lagunas que le permitían tropezar dos veces con la misma  piedra. Años ha, debido a una fuerte hambruna tuvo que emigrar a Egipto para no perecer de hambre. En este viaje manifestó su debilidad pues, en vez de fortalecerse en el Señor, como animal acorralado, puso a Sara su mujer como como escudo protector.  (Génesis 12: 10- 20). La mentira que utilizó presentado a Sara como hermana y no como esposa,  no tardó en salir a la luz pública, lo cual le deshonró: “Entonces Faraón llamó a Abram y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? (vv. 18,19).

Volvemos a encontrarnos con Abraham en la tierra de Canaán mostrando que no ha aprendido la lección impartida por el Faraón: “Y dijo Abraham de Sara  su mujer: es mi hermana. Y Abimelec, rey de Gerar envió y tomó a Sara” (v. 2). En sueños Dios habló a Abimelec que Sara la mujer que había tomado tenía marido (v. 3). Al día siguiente Abimelec manda llamar a Abraham para decirle: “¿Qué has hecho? ¿En qué pequé contra ti, que has atraído  sobre mí y sobre mi reino tan gran pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo” (v.9). Como excusa por haber mentido a Abimelec Abraham dice: “Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”  (v.11).

Abraham tuvo miedo y en vez de fortalecerse en el Señor como hizo David cuando sus hombres iban a matarle  por culparle del espolio que les habían hecho los amalecitas. No culpemos a Abraham porque en su debilidad mintió por tener miedo del hombre. ¡Cuántas veces no hemos mentido para esconder alguna fealdad que hay en nosotros! El arrepentimiento debe brotar de nuestro corazón para que el Señor perdone nuestro pecado.

Que las palabras del salmista vengan a nuestras mentes cuando tengamos miedo de presentarnos ante el mundo tal cual somos realmente: cristianos comprometidos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida” (Salmo 46: 1, 2).


 

JUDAS 24, 25

“Y a Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y preservarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador , sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”

Según Judas, el período de tiempo entre la ascensión de Jesús y su regreso glorioso lo denomina postrer tiempo. Durante este período de duración ignorada se encontrarán dos tipos de personas: Los burladores que andan según sus malvados deseos” y los que considera ”amados”  que en vez de causar divisiones como los burladores “edificándoos sobre vuestra santísima fe ,  orando en el Espíritu Santo”  (v. 20). Los amados de Judas no permanecen ociosos sino que trabajan para ir creciendo en la fe. A estos trabajadores esforzados Judas les dedica la doxología con la que termina su breve epístola. Reflexionaremos en  ella con el deseo de que su contenido sirva para fortalecer nuestra fe durante nuestro peregrinaje por el valle de sombra de muerte” (Salmo 23: 4). Debido al pecado y a Satanás que se encuentra entre bastidores intentando debilitar nuestra fe que desgraciadamente a menudo lo consiguen. Por esto al meditar en esta doxología encontraremos la fuerza necesaria para transitar victoriosos por el valle de sombra de muerte. Sin citar a Jesús por su Nombre se refiere a Él como “Aquel que es poderoso de guardarnos sin caída”. Es muy reconfortante  recordar que Jesús que dio su vida para salvación nuestra ahora que está sentado a la diestra del Padre intercede por nosotros para que nuestra fe no falte: “Es poderoso para guardarnos sin caída”. Con los trompicones que nos damos durante nuestra travesía por el desierto es muy reconfortante recordar que Jesús nos tiene cogidos  de la mano para que no nos lastimemos en las caídas.

Asimismo es muy animoso  recordar que Jesús que es aquel que es poderoso utiliza su poder para “presentarnos sin mancha delante de su gloria”. Con tantas manchas y arrugas que nos afean espiritualmente  es alentador recordar que la sangre que Jesús derramó en la cruz del Gólgota nos limpia para siempre de todos nuestros pecados, “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10: 14). El tiempo que ha transcurrido desde que Jesús derramó su sangre santificadora no ha hecho disminuir su poder limpiador. La doxología  de Judas que también fue escrita para nosotros nos dice que quien ha sido salvado por Jesús no pierde la salvación. Ante una salvación tan grande y maravillosa unámonos a Judas y exclamemos  con él: “Al único y Sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

 

 

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