PROVERBIOS 20:24
“Del Señor son los pasos del hombre, ¿cómo
pues entenderá el hombre su camino?”
El
destino de los hombres lo establece el Señor. Los hombres en su desvarío creen
que está en sus manos. La evidencia nos muestra que no es así. Sus planes
quedan entorpecidos por la voluntad de Dios que es otra. La pregunta que se
hace el autor del proverbio: “¿Cómo
entenderá el hombre su camino?” Puede comenzar a entenderse cuando se es
consciente de que nada sucede sin el consentimiento de Dios. Que es Dios quien
tiene las riendas de su destino. Tenemos el ejemplo de Saulo de Tarso que
odiaba a muerte a los cristianos. Se dirigía a Damasco con el propósito de
detener a los cristianos que vivían en la ciudad para detenerlos y conducirlos
a Jerusalén para ser juzgados por las autoridades religiosas judías. Cambió su
odio a los cristianos y fue obligado a amarlos en un santiamén. Saulo era un hombre muy celoso de
Dios pero sin ciencia. A la vez que era religioso era impío. Por qué me
persigues le dijo la voz de Dios. Temeroso, Saulo le dice: “Señor que quieres que yo haga. Y el Señor le dijo: Levántate y entra
en la ciudad, y se te dirá lo que tienes que hacer” (Hechos 9: 1-6). Esta
escena de la vida de Saulo responde la pregunta: “¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?
Por
nacimiento de mujer todos somos impíos. Aunque podamos ser celosos de Dios como
lo era Saulo, de hecho somos impíos. Faltos de piedad. Somos ciegos que
tropiezan con los obstáculos que se ponen en nuestro camino. Tomamos decisiones
que creemos que son acertadas y el resultado es que nos dañan. Es importante
seguir el consejo del profeta Isaías: “Buscad
al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje
el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor,
el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en
perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros
caminos mis caminos, dijo el Señor” (Isaías 55: 6-8). ¿Cómo puede hacer el
hombre que sus caminos y pensamientos coincidan con los de Dios? Solo existe
una manera de conseguirlo: la conversión a Jesús que se consigue por la fe en
su Nombre. Cuando el impío por la misericordia de Dios cree en Jesús y se
arrepiente de sus pecados recibe el Espíritu Santo quien desde su interior le revela el pensamiento
de Dios: “Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido de corazón de hombre, son las
que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros
por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”
(1 Corintios 2: 9, 10.
El
Espíritu impulsa al creyente a buscar los pensamientos y los caminos de Dios por lo que nos impulsa
a investigar las profundidades de Dios. Es así como el hombre aprende a
entender su camino.
SALMO 109: 22
“Porque yo estoy afligido y necesitado, y mi
corazón está herido dentro de mí”
Algunas
versiones traducen necesitado por pobre. Esta palabra creo que da más fuerza al
estado en que se encontraba el rey David, autor del salmo. El salmista describe
la oposición que recibía: “Porque boca de
impío y boca de engañador se han abierto contra mí, han hablado de mí con
lengua mentirosa, con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra mí sin
causa” (vv. 1-3). Los enemigos más cercanos de David se encontraban dentro
de su propia familia. También puede referirse a la persecución despiadada e
injusta a la que le sometió su suegro el rey Saúl. David no menciona la palabra
venganza. Eso sí, pone en las manos del Señor el castigo que se merecen sus
enemigos.
David
es un hombre de Dios que sabe en quien ha creído. Busca en oración a su
Salvador y le expone el estado en que se encontraba su alma: “y tú, Señor, Dios mío, favoréceme por amor
de tu Nombre, líbrame porque tu misericordia es buena, porque estoy afligido y
necesitado y mi corazón está herido dentro de mí” (vv.21, 22). “Ayúdame, Señor Dios mío, sálvame conforme a
tus misericordias” (v. 26).
Puede
ser que nuestros enemigos no se encuentren dentro de nuestras propias familias
ni tengamos que ir a buscarlos en nuestro círculo a amistades. Sí que nos
encontramos en situaciones que nos aguijonean duramente haciéndonos sufrir intensamente. Llevamos
veinte meses afectados por el Covid-19 que ha cambiado radicalmente nuestro
estilo de vida. El confinamiento, la monótona repetición de noticias que tienen
que ver con el número de afectados y de fallecidos, la incertidumbre del
futuro. Todo ello ha afectado a la salud de nuestras almas, La salud mental de
muchas personas se ha visto gravemente afectada por la anómala situación por la que pasamos.
Los sicólogos y los siquiatras hacen su agosto debido a que muchísimas personas
acuden a sus consultorios para que les curen sus trastornos mentales. Los
afectados por la pandemia acuden a los médicos pero no a Jesús que es el Único
que puede inundar de paz sus almas.
El
salmista no comete el error que cometemos nosotros: “Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame conforme a tus misericordias” (v.26). Los sicólogos y siquiatras pueden ser
los medios que Dios utiliza para la curación de nuestras dolencias mentales,
pero los especialistas sin Dios de poco sirven. Tiene que ser el Señor quien
nos toque con su mano sanadora al decirnos: ”Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lucas 8: 48).
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