diumenge, 7 de novembre del 2021

 

PROVERBIOS 20:24

“Del Señor son los pasos del hombre, ¿cómo pues entenderá el hombre su camino?”

El destino de los hombres lo establece el Señor. Los hombres en su desvarío creen que está en sus manos. La evidencia nos muestra que no es así. Sus planes quedan entorpecidos por la voluntad de Dios que es otra. La pregunta que se hace el autor del proverbio: “¿Cómo entenderá el hombre su camino?” Puede comenzar a entenderse cuando se es consciente de que nada sucede sin el consentimiento de Dios. Que es Dios quien tiene las riendas de su destino. Tenemos el ejemplo de Saulo de Tarso que odiaba a muerte a los cristianos. Se dirigía a Damasco con el propósito de detener a los cristianos que vivían en la ciudad para detenerlos y conducirlos a Jerusalén para ser juzgados por las autoridades religiosas judías. Cambió su odio a los cristianos y fue obligado a amarlos en un santiamén.  Saulo era un hombre muy celoso  de Dios pero sin ciencia. A la vez que era religioso era impío. Por qué me persigues le dijo la voz de Dios. Temeroso, Saulo le dice: “Señor que quieres que yo haga. Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que tienes que hacer” (Hechos 9: 1-6). Esta escena de la vida de Saulo responde la pregunta: “¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?

Por nacimiento de mujer todos somos impíos. Aunque podamos ser celosos de Dios como lo era Saulo, de hecho somos impíos. Faltos de piedad. Somos ciegos que tropiezan con los obstáculos que se ponen en nuestro camino. Tomamos decisiones que creemos que son acertadas y el resultado es que nos dañan. Es importante seguir el consejo del profeta Isaías: “Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor” (Isaías 55: 6-8). ¿Cómo puede hacer el hombre que sus caminos y pensamientos coincidan con los de Dios? Solo existe una manera de conseguirlo: la conversión a Jesús que se consigue por la fe en su Nombre. Cuando el impío por la misericordia de Dios cree en Jesús y se arrepiente de sus pecados recibe el Espíritu Santo  quien desde su interior le revela el pensamiento de Dios: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido de corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2: 9, 10.

El Espíritu impulsa al creyente a buscar los pensamientos  y los caminos de Dios por lo que nos impulsa a investigar las profundidades de Dios. Es así como el hombre aprende a entender su camino.


 

SALMO 109: 22

“Porque yo estoy afligido y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí”

Algunas versiones traducen necesitado por pobre. Esta palabra creo que da más fuerza al estado en que se encontraba el rey David, autor del salmo. El salmista describe la oposición que recibía: “Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí, han hablado de mí con lengua mentirosa, con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra mí sin causa” (vv. 1-3). Los enemigos más cercanos de David se encontraban dentro de su propia familia. También puede referirse a la persecución despiadada e injusta a la que le sometió su suegro el rey Saúl. David no menciona la palabra venganza. Eso sí, pone en las manos del Señor el castigo que se merecen sus enemigos.

David es un hombre de Dios que sabe en quien ha creído. Busca en oración a su Salvador y le expone el estado en que se encontraba su alma: “y tú, Señor, Dios mío, favoréceme por amor de tu Nombre, líbrame porque tu misericordia es buena, porque estoy afligido y necesitado y mi corazón está herido dentro de mí” (vv.21, 22). “Ayúdame, Señor Dios mío, sálvame conforme a tus misericordias” (v. 26).

Puede ser que nuestros enemigos no se encuentren dentro de nuestras propias familias ni tengamos que ir a buscarlos en nuestro círculo a amistades. Sí que nos encontramos en situaciones que nos aguijonean duramente  haciéndonos sufrir intensamente. Llevamos veinte meses afectados por el Covid-19 que ha cambiado radicalmente nuestro estilo de vida. El confinamiento, la monótona repetición de noticias que tienen que ver con el número de afectados y de fallecidos, la incertidumbre del futuro. Todo ello ha afectado a la salud de nuestras almas, La salud mental de muchas personas se ha visto gravemente afectada   por la anómala situación por la que pasamos. Los sicólogos y los siquiatras hacen su agosto debido a que muchísimas personas acuden a sus consultorios para que les curen sus trastornos mentales. Los afectados por la pandemia acuden a los médicos pero no a Jesús que es el Único que puede inundar de paz sus almas.

El salmista no comete el error que cometemos nosotros: “Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame conforme a tus misericordias”  (v.26). Los sicólogos y siquiatras pueden ser los medios que Dios utiliza para la curación de nuestras dolencias mentales, pero los especialistas sin Dios de poco sirven. Tiene que ser el Señor quien nos toque con su mano sanadora al decirnos: ”Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lucas 8: 48).

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada