dimarts, 2 de maig del 2017

LUCAS 19: 2,3

“Zaqueo que era jefe de los publicanos y rico, procuraba ver quien era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura”
Refiriéndose a Juan el Bautista Jesús dice: ”Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11:12). Con estas palabras pienso que Jesús nos está alertando de los ataques del maligno para impedir que sus esclavos le abandonen para entrar en el Reino de Dios y que los prisioneros del maligno tengan que esforzarse para entrar en el Reino de Dios.
Cierto es que la salvación es gratis, que no podemos obtenerla con nuestros esfuerzos. Para hacernos con la salvación que Jesús consiguió para nosotros muriendo en la cruz y resucitando de entre los muertos al tercer día, algo tiene que hacer el hombre: Resistir al diablo con el poder de Dios.
Zaqueo es un ejemplo del hombre que ejerce violencia para arrebatar el Reino de Dios. Jesús, en sus travesías evangelizadoras llegó a Jericó y atraviesa la ciudad. A pesar que el texto no lo dice, bien seguro que una multitud le seguía y, por mucho que se quiera, allí en donde aparece una multitud el bullicio que la acompaña está garantizado. Podemos imaginarnos a Zaqueo sentado en la mesa cobrando impuestos y levantar los ojos para ver lo que estaba pasando. La recaudación pierde importancia y desea ver a Jesús de quien habla todo el mundo. Debido a ser “pequeño de estatura” el muro de personas aglomeradas a lo largo de la calle le impide ver al Personaje. La dificultad de ser pequeño de estatura no le impide conseguir su propósito. Avanzándose al paso de la comitiva trepa a un árbol esperando la llegada de Jesús. Llegado ante el árbol en el que se había subido Zaqueo, Jesús se detiene y mirando a lo alto del árbol, le dice:                       “Zaqueo, date prisa, porque hoy es necesario que pose en tu casa”. Zaqueo “descendió aprisa, y le recibió gozoso”. La curiosidad de Zaqueo no sólo consiguió ver a Jesús, también le permitió oír la voz de Jesús que se dirigía directamente a él.
La violencia de Zaqueo obtuvo premio: Recibió a Jesús como huésped en su casa y obtuvo el premio de celebrar banquete con Él, anticipo del banquete nupcial reservado para los hijos de Dios que se celebrará en el Reino de Dios en el cielo.
Somos salvos por fe, sin lugar a dudas. También se necesita por parte nuestra ejercer la violencia que genera la perseverancia hasta el fin, dejando a un lado las dificultades que sin duda se presentarán durante nuestro andar por el camino estrecho que lleva a la vida eterna. Puestos los ojos en Jesús el Autor y consumador de la fe no desfalleceremos durante nuestro peregrinaje por el desierto.


GÉNESIS 50: 20

“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo
Las palabras del texto que comentamos las dijo José, el hijo de Jacob, poco después de la muerte de su padre, cuando sus hermanos estaban temerosos de que José se vengara de ellos por el mal que le habían hecho, vendiéndolo como esclavo.
Cuando José era un adolescente de 17 años tuvo un sueño en el que veía a sus hermanos inclinándose ante él (Génesis 37. 5-8). Si previamente sus hermanos lo odiaban porque su padre le amaba más que a ellos, el sueño revelado incrementó el rencor que sentían por él.
El sueño fue una premonición de lo que sucedería. Efectivamente sus hermanos se inclinaron ante él en sus viajes que hicieron a Egipto en busca de alimentos. Lo volvieron a hacer  después del fallecimiento de su padre. Movidos por el miedo “se postraron delante de él y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos” (v.18).
En la historia de José vemos como Dios utiliza la libertad de los hombres para conseguir sus propósitos. Utilizó el orgullo de José para que sus hermanos lo vendieran como esclavo a unos mercaderes que a su vez lo vendieron a Potifar, capitán de la guardia de Faraón. Fiel a Dios y por no querer cometer pecado sexual con la mujer de Potifar, fue encerrado en una mazmorra. Allí interpretó el sueño del copero de Faraón. A pesar que la interpretación se hizo realidad, el copero se olvidó de José. Transcurridos dos años Faraón tuvo un sueño que José también interpretó, cosa que le valió ocupar el cargo más alto del gobierno de Egipto por detrás de Faraón. Esta posición privilegiada le permitió poder ayudar a su familia de perecer de hambre.
He hecho este breve repaso de la vida de José con el propósito de que saquemos del cajón del olvido el hecho de que los caminos del Señor son inescrutables hasta que se conozca el resultado. ¿Quién se podía imaginar que el hecho de que Jacob amara más a José que a sus hermanos, el hijo amado tuviese que pasar por situaciones tan lúgubres como relata la Escritura para llegar a un final tan feliz? Nadie. Los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos. En secreto va dando los pasos para que su voluntad se cumpla. Así que, antes circunstancias inciertas por las que podamos atravesar, tengamos presente la  enseñanza que Jesús da en la que consideramos la oración modelo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu  Nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”                           (Mateo 6: 9,10).
                   http://octaviperenyacortina22.blogspot.com



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