dilluns, 8 de maig del 2017

JUECES 18:24

“El respondió: tomasteis mis dioses que yo hice y el sacerdote, y os vais, ¿qué más me queda? ¿Por qué, pues, me decís: ¿Qué tienes?”
Así comienza el capítulo 18 de Jueces: “En aquellos día no había rey en Israel” (v.1). Estas palabras nos llevan a un futuro próximo cuando Israel le dijo al profeta Samuel: “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8:5). El mismo Señor es el intérprete de la expresión “no tener rey”. Dirigiéndose a Samuel el Señor dice: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (v.7). Lo que dice Jueces 17:6 y el último versículo dl libro. “En estos día no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía”, explica con claridad meridiana la confusión existente en Israel debido a la espesas tinieblas espirituales que envolvían al pueblo.
Sin Dios no hay Ley y sin ella el pueblo carece de autoridad fiable. Sin Ley no debe extrañarnos “que cada uno hiciese lo que bien le parecía”. En el momento en que se destierra a Dios, la vacante producida debe sustituirse con un sucedáneo, pero no es lo mismo. Dios es la luz que ilumina a la nación que le sigue. Fuera de Él, tinieblas. Con Dios, las naciones, las familias, prosperan. Dios las bendice con prosperidad económica, felicidad, orden, respeto. El sustituto de Dios es el diablo, el dios de este mundo, el padre de la mentira, el homicida desde el principio. Las consecuencias de tener un padre tan macabro son: idolatría, ocultismo, superstición, desorden, inestabilidad económica y política. Lo era en el tiempo de Micaías que es el personaje que se encuentra detrás del texto que comentamos y lo está en nuestra época que se caracteriza por no haber rey que gobierne,  es por ello que la situación existente en el período de Jueces se reproduzca en la nuestra. “cada uno hace lo que le parece”.
¿Nos son familiares las palabras de Jesús: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23: 37). La consecuencia de no buscar cobijo debajo de las alas protectoras del Señor, Jesús dice cuales son: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (v38).
Las señales del tiempo nos pronostican tormentas. No buscar la protección del Señor significa que cuando lleguen nos encontraremos desnudos, desvalidos, desprotegidos. La responsabilidad de que se presenten las tempestades y los terremotos será nuestra. Tendremos que culparnos a nosotros mismos porque no hicimos caso a los mensajeros de Dios que nos alertaban de lo que nos sucedería si no hacíamos caso a la Palabra de Dios y buscásemos refugio en Él. El caos social que impera en el mundo es la señal del tiempo que debemos saber leer para que la ira de Dios no caiga sobre nosotros.


 SALMO 15: 1

“Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?”
El salmista se pregunta quién puede vivir con el Señor. ¿Quién mantiene comunión con Él? La respuesta que da dejará pasmados a quienes sostienen que los privilegiados lo son las personas religiosas. Hoy, la jerarquía católica se muestra muy  ilusionada con el avivamiento religioso que dice se produce en España porque aumenta la religiosidad popular que se manifiesta en la procesiones de Semana Santa, en las romerías, en el incremento de personas que visitan los santuarios marianos. El salmista no dice que el fervor religioso popular sea una evidencia de que las personas que lo sienten habiten verdaderamente en el tabernáculo del Señor y en su monte santo.
El salmista detalla las características que ponen de manifiesto que una persona religiosa tenga verdaderamente al Señor viviendo en su corazón por el Espíritu Santo.
        “El que nada en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón” (v. 2). Es una persona de fiar. Jesús dice: “Sea vuestro hablar: Sí, sí, lo que es más de esto, del mal procede” (Mateo 5: 37). ¿No retratan las palabras de Jesús a los practicantes de la religiosidad popular? 
        “El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino” (v. 3). Los practicantes de la religiosidad popular deberían recordar lo que dice Santiago: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1. 26,27).
        “Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen al Señor. El que jurando en daño suyo, no por esto camba” (v. 4). El salmista apela a los sentimientos de quien practica la religiosidad popular. ¿Cómo reacciona ante los hacedores de maldad? ¿Encuentra justificación cuando se hace el mal? ¿Acusa de fanáticos a quienes sintiendo el temor de Dios viven santamente? ¿Cumple sus juramentos el religioso popular o se compromete a respetarlos aun cuando vaya en contra suya? La mentira es abominación del Señor.
        “Quien su dinero no da a usura, ni contra el inocente admitió cohecho” (v.5a). ¡Ah el dinero!, es causa de muchos males. El religioso popular ¿dónde tiene su corazón. En el dios dinero o en Jesús que es el tesoro escondido que vale la pena abandonarlo todo para poderlo conseguir?
        “El que hace estas cosas no resbalará jamás” (v.5b). Quien hace lo que el salmista indica edifica su vida sobre la Roca que es Jesús. Ni los vientos ni las inundaciones destruirán su vida.


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