¿QUÉ ES ESPERANZA?
Se necesita la plomada de la Escritura para
detectar dónde se produce la desviación de la esperanza cristiana
El
arzobispo de Urgell Juan-Enrique Vives,
en su escrito “Cerca del Papa”, se refiere al mensaje papal titulado:
“Caminemos juntos en la esperanza”. El arzobispo escribe: “Recuerda como el
tiempo de Cuaresma no deja de ser un peregrinaje anual en la fe y en la
esperanza, para que preparemos los corazones y nos abramos a la gracia de Dios,
para poder celebrar la Pascua, centro de la fe cristiana y garantía de nuestra
esperanza. No podemos quedarnos en una
espera pasiva de Pascua, sino esperar activamente, decididamente, hacia el bien y mejora de nuestras vidas, que es la
conversión”. El clérigo finaliza el escrito con estas palabras. “La esperanza
es el áncora del alma, segura y firme”. El corazón del mensaje gira alrededor de “Caminemos juntos en la esperanza”.
Finalizada la lectura del artículo, ¿ha entendido el lector que Pascua sea el
centro de la esperanza cristina? Pienso que no. La esperanza cristiana que
transmite el arzobispo Juan-Enrique
Vives está envuelta de nubes que impiden
ver qué significa realmente.
No
quiero repetir el error del purpurado. Intentaré compartir con la máxima
claridad posible qué es esperanza cristiana. En principio no es un humanismo.
Las religiones son inventos humanos que no aportan verdadera esperanza en sus
fieles. La esperanza humana está limitada por los imprevistos. El dicho: “El
hombre propone pero Dios dispone”, es una verdad popularmente reconocida que
admite los límites de la esperanza humana. Limitémonos al contexto católico.
¿Cuántos fieles de esta confesión religiosa saben con certeza qué hay más allá de
la muerte? La mayoría se sale por peteneras. Como la cuestión de la eternidad
no es un tema intrascendente, repito, intentaré esclarecerlo de la mejor manera
posible.
El
dogma católico diviniza al Papa al concederle el don de la infalibilidad, don
que es exclusivo de Dios. Encontrándose
el apóstol Pablo en Listra, “un hombre imposibilitado de los pies, cojo
de nacimiento, que jamás había andado, oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en
él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: levántate
derecho sobre tus pies. Y el saltó, y anduvo” (Hechos 14: 8-10). ¿Cómo
reaccionó la muchedumbre que había contemplado el milagro? “Levantaron la voz,
diciendo: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros” (v.
11). Cuando Bernabé y Pablo oyeron semejante disparate “rasgaron sus ropas, y
se levantaron entre la multitud dando voces diciendo: Varones, ¿por qué hacéis
esto? Nosotros somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de
estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el
mar y todo lo que en ellos hay” (vv.14, 15). Quienes creen en la divinidad
papal ponen su esperanza cristiana allí donde no la hay.
¿Qué
dice Jesús de sí mismo? “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí,
aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente”. Entonces, Jesús dirigiéndose a Marta con quien conversaba, le
pregunta: ¿Crees esto?” La mujer le
responde: “Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que
has venido al mundo” (Juan 11: 25-27). ¿Lo cree el lector?
El
apóstol Pedro a quien el dogma católico considera el primer papa de una larga
lista de ellos, pone los puntos sobe las ies. Dice su auditorio: “Este Jesús es la piedra
reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del
ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo
dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). El mismo
apóstol, en la predicación que pronunció después que Jesús hubiese ascendido al
cielo, entre otras cosas dijo: “Todo el
que invoque el Nombre del Señor será salvo” (Hechos 2: 21).
El
autor de la carta a los Hebreos que compara el peregrinaje cristiano a una
carrera atlética, para que no se desanimen durante la competición, anima a los
atletas cristianos con estas palabras: “Por tanto, nosotros también, teniendo
en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y
del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a Aquel que sufrió tal
contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse
hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo
contra el pecado” (Hebreos 12: 1-4).
Los
humanistas cristianos ignoran qué significa ser hijo adoptivo del Padre por la
fe en el Nombre de Jesús y hermanos de Él, para animarles en su peregrinaje
terrenal, el autor de Hebreos lo hace con estas palabras: “Así que, por cuanto
los hijos participaron de carne y sangre, Él (Jesús) también participó de lo
mismo, para destruir por medio de la muerte, el que tenía el imperio de la
muerte, esto es, el diablo” (Hebreos 2: 14).
Cristo
es la esperanza cristiana. No hay lugar para ella en otra persona o institución
religiosa.
Octavi Pereña Cortina
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