diumenge, 11 de maig del 2025

 

MATEO 15: 7-9

“Hipócritas, bien profetizó Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”

Los discípulos se acercan a Jesús para decirle: “¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?” (v. 12). Duras son las palabras del profeta que Jesús aplica a los fariseos, la secta religiosa de más renombre en su tiempo. Las reprensiones crecen. No nos gusta que se nos diga cuán equivocados estamos en algún tema determinado. Nos consideramos tan sabios que no queremos ver que en nuestras vidas existen muchas grietas. A la queja de los fariseos que Los discípulos hacen llegar a Jesús,  les responde “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos, son ciegos guías de ciegos, y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo” (vv. 13, 14).

Los fariseos iban sobrecargados de lavamientos rituales que convertían la práctica religiosa en una tortura permanente. Siempre con el ay en el cuerpo pensando en la posibilidad de haber descuidado algún precepto proveniente de sus antepasados convertido en mandamiento de obligado cumplimiento. Jesús viene a decir a sus discípulos que los fariseos debido a su estricta rigidez ceremonial se comportaban como ciegos que guían a ciegos. Ambos caen en el hoyo.

Una exhortación que Jesús nos hace para que no cáiganos en las redes de los fariseos de nuestros días. Prestemos atención a lo que dice Jesús que es el antídoto contra el fanatismo religioso: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar (ritualmente) no contamina al hombre” (vv. 19, 20).

Los hombres nos fijamos mucho en lo externo, lo que puede verse con los ojos, pero el Señor mira el corazón: “Hijo mío, está atento a mis palabras, inclina tu oído a mis razones, no se aparten de tus ojos, guárdalos en medio de tu corazón, porque son vida para los que las hablan, y medicina a tu cuerpo. Sobre toda  cosa guardada, GUARDA TU CORAZÓN, porque de él mana la vida” (Proverbios 4: 20-23).


 

MATEO 23. 26

“Fariseo hipócrita! limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio”

El hecho de que las procesiones de Semana Santa atraigan a multitudes, lo que se considera religiosidad popular, no es sinónimo de auténtica piedad. El hombre mira lo de fuera. Las apariencias engañan. Como Dios mira el corazón no se le puede dar  gato por liebre. Junto con la gran concentración de personas en las procesiones, en el escenario religioso se manifiesta la escasez de sacerdotes. Este declive sacerdotal tendría que motivar a las autoridades religiosas a reflexionar. Creo firmemente que la repulsa que Jesús da a las autoridades religiosas de su tiempo tendría que motivar a las de hoy a hacer una profunda reflexión.

El texto que sirve de base a esta meditación comienza con una dura represión dirigida a los profesionales de la religión, sean del color que sean: “¡Fariseo hipócrita!” Más duro Jesús no pudo serlo con unos religiosos que presumían de seguir a rajatabla las tradiciones de los antiguos. Creían  ser estrictos cumplidores de la Ley. ¿Qué pensaba el pueblo de estos religiosos que externamente pasaban por ser justos?  “La gente  se admiraba de su doctrina” (la enseñanza de Jesús), “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7: 28, 29).

El profeta Isaías denuncia: “Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que se les ha enseñado” (Isaías 29: 13). Si  las autoridades religiosas estuviesen verdaderamente preocupadas por la decadencia religiosa del pueblo y por la falta de vocaciones, Jesús nos da la solución al problema: “Limpia primero lo dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio”. Los profesionales de la religión pueden cubrirse con vestimentas adecuadas a lo que representan, pero no pueden engañar al pueblo y, mucho menos a Dios. La falta de vocaciones y las iglesias vacías muestran que el engaño ha sido descubierto.

Los  profesionales de la religión que quedan en activo de tienen la posibilidad de cambiar la tendencia decadente  si hacen lo que Jesús les dice: Limpiando primero  sus corazones con la sangre de Jesús, arrepintiéndose de sus pecados, reconociendo que Jesús es el único Salvador, y andar en novedad de vida. Así es como recuperarán la autoridad perdida y podrán enseñar con el poder que otorga el Espíritu Santo que “Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). 

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