MATEO 15: 7-9
“Hipócritas,
bien profetizó Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, pero su
corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas,
mandamientos de hombres”
Los discípulos se acercan a Jesús para
decirle: “¿Sabes que los fariseos se
ofendieron cuando oyeron esta palabra?” (v. 12). Duras son las palabras del
profeta que Jesús aplica a los fariseos, la secta religiosa de más renombre en
su tiempo. Las reprensiones crecen. No nos gusta que se nos diga cuán equivocados
estamos en algún tema determinado. Nos consideramos tan sabios que no queremos
ver que en nuestras vidas existen muchas grietas. A la queja de los fariseos
que Los discípulos hacen llegar a Jesús,
les responde “Toda planta que no
plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos, son ciegos guías de
ciegos, y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo” (vv. 13, 14).
Los fariseos iban sobrecargados de
lavamientos rituales que convertían la práctica religiosa en una tortura
permanente. Siempre con el ay en el cuerpo pensando en la posibilidad de haber
descuidado algún precepto proveniente de sus antepasados convertido en
mandamiento de obligado cumplimiento. Jesús viene a decir a sus discípulos que
los fariseos debido a su estricta rigidez ceremonial se comportaban como ciegos
que guían a ciegos. Ambos caen en el hoyo.
Una exhortación que Jesús nos hace para
que no cáiganos en las redes de los fariseos de nuestros días. Prestemos
atención a lo que dice Jesús que es el antídoto contra el fanatismo religioso: “Porque del corazón salen los malos
pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos,
los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al
hombre, pero el comer con las manos sin lavar (ritualmente) no contamina al hombre” (vv. 19, 20).
Los hombres nos fijamos mucho en lo
externo, lo que puede verse con los ojos, pero el Señor mira el corazón: “Hijo mío, está atento a mis palabras,
inclina tu oído a mis razones, no se aparten de tus ojos, guárdalos en medio de
tu corazón, porque son vida para los que las hablan, y medicina a tu cuerpo.
Sobre toda cosa guardada, GUARDA TU
CORAZÓN, porque de él mana la vida” (Proverbios 4: 20-23).
MATEO 23. 26
“Fariseo
hipócrita! limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también
lo de fuera sea limpio”
El hecho de que las procesiones de Semana
Santa atraigan a multitudes, lo que se considera religiosidad popular, no es
sinónimo de auténtica piedad. El hombre mira lo de fuera. Las apariencias
engañan. Como Dios mira el corazón no se le puede dar gato por liebre. Junto con la gran
concentración de personas en las procesiones, en el escenario religioso se
manifiesta la escasez de sacerdotes. Este declive sacerdotal tendría que
motivar a las autoridades religiosas a reflexionar. Creo firmemente que la
repulsa que Jesús da a las autoridades religiosas de su tiempo tendría que
motivar a las de hoy a hacer una profunda reflexión.
El texto que sirve de base a esta
meditación comienza con una dura represión dirigida a los profesionales de la
religión, sean del color que sean: “¡Fariseo
hipócrita!” Más duro Jesús no pudo serlo con unos religiosos que presumían
de seguir a rajatabla las tradiciones de los antiguos. Creían ser estrictos cumplidores de la Ley. ¿Qué
pensaba el pueblo de estos religiosos que externamente pasaban por ser justos? “La
gente se admiraba de su doctrina” (la enseñanza de Jesús), “porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7: 28, 29).
El profeta Isaías denuncia: “Porque este pueblo se acerca a mí con su
boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, su temor de
mí no es más que un mandamiento de hombres que se les ha enseñado” (Isaías
29: 13). Si las autoridades religiosas
estuviesen verdaderamente preocupadas por la decadencia religiosa del pueblo y
por la falta de vocaciones, Jesús nos da la solución al problema: “Limpia primero lo dentro del vaso y del
plato, para que también lo de fuera sea limpio”. Los profesionales de la
religión pueden cubrirse con vestimentas adecuadas a lo que representan, pero
no pueden engañar al pueblo y, mucho menos a Dios. La falta de vocaciones y las
iglesias vacías muestran que el engaño ha sido descubierto.
Los
profesionales de la religión que quedan en activo de tienen la
posibilidad de cambiar la tendencia decadente
si hacen lo que Jesús les dice: Limpiando primero sus corazones con la sangre de Jesús, arrepintiéndose
de sus pecados, reconociendo que Jesús es el único Salvador, y andar en novedad
de vida. Así es como recuperarán la autoridad perdida y podrán enseñar con el
poder que otorga el Espíritu Santo que “Jesús
es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser
cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre
bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:
11, 12).
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