diumenge, 18 de maig del 2025

JUAN 14: 6

“Jesús les dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”

Los fieles católicos que creen que el sacerdote les puede perdonar sus pecados por la confesión auricular, su creencia es un absurdo porque únicamente Jesús tiene la potestad de perdonar los pecados. Ante la duda de que sus pecados no les hayan sido perdonados les queda la opción de pasar una larga temporada en un supuesto Purgatorio purgando los pecados que no les han sido perdonados hasta su total desaparición. Esta doctrina católica no se ajusta a la enseñanza de Jesús. Resumiéndola Jesús le dice a María, la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente” (Juan 11: 25, 26).

El texto que sirve de base a esta meditación va acompañado de la enseñanza de que en la antesala del cielo hay muchas moradas disponibles para que cuando las almas de los hijos de Dios abandonan el cuerpo se encuentren en el paraíso (Lucas 23: 43) esperando la resurrección del cuerpo al final del tiempo.

La enseñanza de las moradas eternas creó dudas en los discípulos como también las puede crear en nosotros. Identifiquémonos  con el apóstol Tomás que le dice a Jesús: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo pues podemos saber el camino?” (v. 5). La pregunta la responde Jesús cuando: “Jesús les dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”, esta respuesta es más que suficiente para disipar la más pequeña duda. Si se posee la fe que es don de Dios y en consecuencia se cree que Jesús es el Salvador, como escribe el apóstol Juan: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7). Tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de comprender qué significa que la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. No borra la condición de pecador: “Sí confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (vv. 8, 9).

Confesión al Señor, no penitencia, es la clave para el verdadero perdón de los pecados. La confesión implora la misericordia divina que perdona. La penitencia es el fruto del orgullo que hace creer que con supuestas obras meritorias se va a conseguir el perdón de los pecados.


 

ECLESIASTÉS 5: 8

“Si opresión de pobres  y perversión de derecho y de justicia veas en la provincia, no te maravilles de ello, porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos”

Pienso que el texto nos viene a decir que a nivel humano se dan  diversos niveles de autoridad que toleran que la opresión  de los padres y la perversión del derecho y de la justicia sea realidad. En la realidad diaria estamos hartos de ver como la perversión de la justicia se cometa con total impunidad. El texto dice que no nos maravillemos de ello. En de una sociedad mayoritariamente religiosa a la vez que mayoritariamente atea la justicia se encuentre a ras del suelo. No debe sorprendernos porque de tal palo tal astilla. Por nacimiento natural todos nacemos siendo espiritualmente hijos del diablo. De estos Jesús dice: “Vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8: 44). El mismo texto detalla algunas características de nuestro padre espiritual, el diablo: Homicida desde el principio y mentiroso por naturaleza. En manifestaciones diversas, ¿no es lo que nuestros ojos no se cansan de ver a diario? A los hijos de Dios no les debería sorprender el panorama que sus ojos contemplan. Lo que sí debería extrañarles es que la justicia en sus diversidades se aplicase con absoluta normalidad.

De mujer nacemos siendo hijos del diablo. Por elección, por medio de la fe que es don de Dios, nos convertimos en hijos de Dios por adopción que hace que poseamos su concepto de justicia que se resume en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Si el amor de Dios se reflejase solo un poquito en la mayoría de las personas, ¿cómo no se produciría una revolución que sería para bien de todas las personas?

La conversión masiva a Cristo que es el Camino que conduce al Padre celestial no creo que vaya a producirse. Individualmente sí puede darse. Jesús después de haber resucitado de entre los muertos y antes de ascender al cielo, previendo que esto podría ocurrir, encargó a sus seguidores: “Por tanto, id, y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado”  (Mateo 28: 19, 20).

  

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