dissabte, 28 de maig del 2022

 

2 TIMOTEO 3: 13

“Pero los hombres malos y los engañadores irán de mal a por, engañando y siendo engañados”

El apóstol Pablo describe la condición humana a lo largo de los siglos desde cuando Adán incumplió el mandamiento de Dios que le prohibía comer el fruto del árbol  del conocimiento del bien y del mal. La maldad del ser humano se ha ido modificando a lo largo de los siglos adaptándose a los medios para poderlo hacer. El mal en sus diversas manifestaciones tiene un origen común: el corazón perverso y malvado que poseen las personas  cuyo padre espiritual es Satanás, el padre de mentira que siempre ha tenido un espíritu homicida.

El mal lo contemplamos por doquier. Desde el niño que tiene un berrinche porque quiere conseguir algo, hasta la persona más encumbrada que no teniendo bastante con lo que ya posee roba para tener más. Los medios humanos para frenar el mal no sirven. Las leyes que se dictan no se aplican como es debido. Se ejecutan en quienes no tienen manera de defenderse de los jueces y de los poderosos. Los otros, que lo tienen todo, las eluden con sobornos y malas prácticas. A pesar de los frenos que se activan para frenar el avance impetuoso del mal, fallan. El mal se sale con la suya.

A pesar que el mal, aparentemente es una enfermedad incurable llegará el día cuando el Señor Jesús venga en su gloria a buscar a su pueblo, desaparecerá. Cuando esto se produzca, los creyentes en Jesús que serán ciudadanos del Reino de Dios, gozarán de la plena visión de la gloria de Dios porque en el reino de Dios no se encuentra ni una pizca de pecado. Mientras no llegue este día, el mal permanecerá lozano en la Tierra. Si el lector se siente preocupado por la presencia del mal y desea no verse atrapado en sus redes, el apóstol Pablo receta la medicina a su discípulo Timoteo.

Tú persiste en lo que has aprendido” (v.4). ¿De quién aprendió Timoteo las enseñanzas que deben prevalecer en su vida? De su abuela Loida y de su madre  Eunice (2 Timoteo 1: 5). El remedio contra el mal no es un conocimiento relegado en un rincón del corazón, sino un saber que permanece activo que como levadura leuda al creyente. La abuela y la madre de Timoteo le enseñaron desde niño las Sagradas Escrituras “que hacen sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (v. 15). ¿Por qué es tan importante que abuelas y madres enseñen a sus nietos e hijos las Sagradas Escrituras? Sencillamente porque “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para instruir en justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (vv. 16, 17).

El hombre, la mujer, que cree que cree que la Biblia es la  Palabra de Dios y la guarda en su corazón se convierte por la presencia del Espíritu Santo  en un escudo que lo/la protege de las flechas incendiarias de Satanás.


 

SOFONÍAS 3: 17

“El Señor está en medio de ti, poderoso, Él salvará, se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con canticos”

Sofonías, en el Nombre del Señor está diciendo a su pueblo de la bendición que recaerá sobre él en el día del Señor cuando se producirá la total liberación del pecado y habiendo sido vencida la muerte por la resurrección del cuerpo, hoy mortal, mañana incorruptible e inmortal. A pesar de que el profeta habla de cosas que tienen que suceder, la garantía de que será así se encuentra en que el pueblo de Dios, hoy disfruta la primicia de lo que mañana disfrutará en toda su plenitud.

Hoy por la fe en Jesús, no olvidemos que es un regalo de Dios, creemos que los cuerpos de los escogidos se han convertido en “templo de Dios, y que el  Espíritu de Dios mora en vosotros” (1 Corintios 3: 16). ¿Somos conscientes de que significan las palabras del apóstol Pablo? El tabernáculo en el desierto y el templo en Jerusalén eran lugares en que simbólicamente Dios moraba entre su pueblo. Lo que fue símbolo se hace realidad con la muerte y resurrección de Jesús. Esta realidad la anticipa Jesús cuando junto al pozo de Jacob le dice a la samaritana: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (Juan 4: 21). Si cada cristiano se ha convertido por la gracia del Señor en  templo de Dios significa que cada lugar en que se  encuentre un verdadero cristiano se convierte en lugar santo, simbólicamente tenemos que quitarnos el calzado. Dado que allí en donde estemos la presencia de Dios nos acompaña, cualquier lugar, por extraño que pueda parecernos, es un lugar adecuado para invocar su Nombre. Algunos van a una iglesia, ahora es más difícil porque se cierran las puertas cuando ha terminado la misa, porque allí se encuentra recogimiento y supuestamente la presencia de Jesús en el sagrario. Recordemos las palabras de Jesús a la samaritana: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. Todos los lugares son apropiados para adorar a Dios.

 

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