SALMO 51: 17
“Los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”
La
religión normalmente enseña a hacer cosas para agradar a Dios como si Dios
estuviese falto de algo que le haga
feliz. No olvidemos que todo lo que hacemos está manchado de pecado y
que al Dios tres veces santo no le placen nuestras obras impuras. La falsa
religión, a pesar que no aporta los beneficios que se espera de ella, tiene
muchos seguidores porque enaltece el orgullo humano. ¡Fíjate, Dios mío, cuántas
cosas hago para agradarte, tienes que estar contento con todo lo que hago por
ti! ¡Cuán equivocados están quienes piensan que por ellos mismos pueden hacer
algo que agrade a Dios! El salmista nos dice que Dios no se fija en lo que
hacemos sino en quienes somos. La denuncia que Jesús hace de los fariseos
también es aplicable a nosotros. Los fariseos fueron unos extremistas que a su
parecer hacían buenas obras. ¿Qué les dijo Jesús a estas personas tan
santurronas? “Hipócritas, bien profetizó
de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón
está lejos de mí. Pues en vano me honran enseñando como doctrinas, mandamientos
de hombres” (Mateo 15: 7-9). Cuide
el lector vigilar si esta denuncia que Jesús hace de los fariseos se puede
aplicar a ti. Vigila para descubrir si lo que practicas es una religión de
obras impuesta por los falsos maestros que enseñan como mandamientos doctrinas
de hombres.
El
salmista en el texto que comentamos enseña que Dios antes de fijarse en las
obras que hacemos mira lo que hay en el corazón de quien las hace. La adoración
externa que puede exigir muchos sacrificios no es bien vista por Dios. Los
sacrificios que Dios ve con buenos ojos, el salmista lo dice con claridad
meridiana que no da lugar a duda: “El
espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios”.
La
parábola del fariseo y del cobrador de impuestos contiene la enseñanza que
mejor nos aclarará lo que estamos comentando. “El fariseo puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te
doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros,
ni aun como este cobrador de impuestos, ayuno dos veces a la semana, doy
diezmos de todo lo que gano. Mas el cobrador de impuestos, estando lejos, no
quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
Dios, sé propicio a mí, pecador”. La opinión que tiene Jesús de estos dos
hombres que a la misma hora se encontraban orando en el templo: “Os digo que éste” (el cobrador de
impuestos), “descendió a su casa
justificado” (perdonado), “antes que
el otro” (el fariseo), “porque cualquiera que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18: 9-14).
“Al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios”
2 SAMUEL 7: 4-7
“Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho el
Señor: ¿Tú me has de edificar una casa en que yo more?…Y en todo cuanto he
andado con todos los hijos de Israel…?Por qué no me habéis edificado casa de
cedro?”
“Después que el Señor le había dado reposo de
todos sus enemigos en derredor” (v. 1), cuando la paz se hubo establecido en el reino. Cando David ya
no estaba ocupado en guerras, y vivía tranquilo en su casa, reflexionó y se dio
cuenta que habitaba “en casa de cedro, y
el arca de Dios está entre cortinas” (v. 2). David compara el lujo de su
casa con la humilde tienda en que estaba depositada el arca de Dios. Esto no
puede continuar así. El arca de Dios merece estar depositada en un lugar
adecuado a la gloria del Señor. David consulta con el profeta Natán su deseo de
construir un templo en donde depositar el arca del Señor. El profeta convencido
de que el deseo del rey era correcto, le dice: ”Anda y haz todo lo que está en tu corazón, porque el Señor está
contigo” (v. 3). El profeta que da por bueno el propósito de David comete un error: No consulta con el Señor la
intención del rey. Dios habla con Natán y le dice. “¿Tú me has de edificar una asa en que yo more?” (v.5). No sería
David quien edificaría el templo. El privilegio de construirlo caería en su
hijo Salomón. Sería un magnífico templo.
En la
ceremonia de la dedicación del templo al Señor, Salomón dijo algo muy
importante al respecto de los monumentales edificios, catedrales y otros
edificios majestuosos dedicados al culto: “Pero,
¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos de los
cielos, no te pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que yo he
edificado” (1 Reyes 8: 27). Dios no habita en templos
construidos por la mano del hombre. El templo en Jerusalén era una figura del
verdadero (Hechos 9: 24). Si un edificio majestuoso construido por encargo de
Dios no puede contener al Dios eterno, menos lo pueden contener los sagrarios y
las obleas que se dice que Jesús el Hijo de Dios está en ellos de cuerpo
presente.
Con la
venida de Jesús, su muerte hizo que se partiese de arriba abajo el velo que
separaba el lugar santo del santísimo al que únicamente podía entrar el sumo
sacerdote una vez al año previo sacrificio de un cordero que representaba a
Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, indicaba que lugar tan
sagrado estaba abierto a todos los verdaderos creyentes. Asombroso: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que
el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16), ¿”O ignoráis que vuestro cuerpo es templo
del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no
sois vuestros?” (1 Corintios 6: 19). Hemos de dejar de interesarnos por las
majestuosas edificaciones que están vacías de Dios. El apóstol nos dice que
debemos interesarnos por nuestro cuerpo
que es el verdadero templo de Dios en la tierra: “Porque habéis sido comprados por precio, glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (v.20).
¿Manchamos nuestro cuerpo que es templo de Dios viviendo en pecado? Velemos
para mantenerlo santo.
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