2 TIMOTEO 4: 6
“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y
el tiempo de mi partida está cercano”
Todos
los casos que relata la Biblia de los siervos de Dios que se les acerca la hora
de abandonar este mundo para irse con el Señor, manifiestan la esperanza de la
vida eterna que les aguarda. La muerte no les hace miedo porque es un enemigo
vencido. El testimonio de estos siervos de Dios debería ser un ejemplo a
imitar.
El
testimonio que da el apóstol Pablo con respecto a la seguridad que tiene del
futuro que le espera, tiene el valor añadido al decirnos dónde radica su
seguridad. Hace un resumen de su vida como cristiano que no ha sido nada fácil.
“He peleado la buena batalla, he acabado
a carrera, he guardado la fe” (v.7).
En 2 Corintios 11: 23-33 cita las diversas situaciones adversas por las
que ha pasado a lo largo de su vida cristiana. A pesar de todo ello el diablo
no pudo quebrantar su fe: “He guardado la
fe”.
“Por lo demás me está guardada la corona de
justicia, la cual me dará el Señor, juez justo en aquel día” (v.8). El Juez justo reconoce la
justicia que Pablo recibe por la fe en el Nombre de Jesús, cuya sangre
derramada en la cruz le ha limpiado todos sus pecados y ha sido revestido de la justicia de Dios.
Durante toda la eternidad la corona de justicia que ha recibido de las manos de
Dios dará testimonio de la razón por la que el apóstol es ciudadano del reino
de los cielos.
Lo
interesante del relato del apóstol Pablo es lo que añade: “No solo a mí, también, a todos los que aman su venida”. No solo
los grandes siervos de Dios reciben
la corona de justicia, la reciben
todos los que “aman su venida”. Una
fe pequeña es tan valiosa como una de fuerte. Tanto para los pequeños como para
los grandes, la fe es un don de Dios. Para fortalecimiento de nuestra fe Jesús citando al profeta Isaías dice: “La caña cascada no quebrará, y el pábilo
que humea no apagará” (Mateo 12: 20). Es decir, los niños en la fe, a pesar
que pueden haber llevado muchos años como cristianos y son incapaces de coger
el tenedor y el cuchillo para así ingerir vianda sólida, tienen asegurado que
recibirán de las manos el Señor la corona
de justicia que está para todos aquellos que aman su venida.
Una fe minúscula no disminuye el poder que tiene Jesús de dar la corona de
justicia a todos aquellos que esperan su venida en gloria a buscar a su pueblo.
1 SAMUEL 16: 14
“Y el espíritu del Señor se apartó de Saúl, y
le atormentaba un espíritu malo de parte del Señor”
El
corazón del hombre no puede permanecer vacío, o está en él el Espíritu Santo o
lo ocupará el espíritu de Satanás. Israel pidió a Dios que les diese un rey
porque querían ser como las otras naciones. El Señor les concede su petición
impía y por medio del profeta Samuel unge a Saúl como rey. El ungimiento
simboliza la presencia del Espíritu de Dios en Saúl. La obstinación del monarca
de hacer prevalecer su voluntad por encima de la de Dios condujo a que el
Espíritu de Dios se apartase de Saúl y como el corazón no puede permanecer
vacío, ”le atormentaba un espíritu malo de parte del Señor”. Dios permite que
un espíritu maligno tome posesión del corazón de Saúl. Que le atormentase a
Saúl un espíritu malo no pasa desapercibido a los ojos de sus siervos, que le
dicen: “he aquí ahora, un espíritu malo
de parte de Dios te atormenta” (v. 15).
Jesús
trata esta cuestión cuando dice. “Cuando
el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y
no lo halla… (Mateo 12: 43-45). El vacío que se produce en el hombre abre
la puerta para que el espíritu inmundo expulsado regrese acompañado de siete
espíritus peores que él, “i entrados,
moran allí, y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el
primero. Así también acontecerá a esta mala generación” (v. 45). “No hay paz para los impíos, dijo el Señor” (Isaías
46: 22).
En
nuestros días que proliferan tanto los trastornos mentales y se pide con
urgencia que se mejore la asistencia de la salud mental, es una evidencia de
que el Espíritu del Señor nos ha abandonado y que el espíritu de satanás ocupa
el vacío dejado.
En el
caso de Saúl la servidumbre le propuso la musicoterapia como remedio (1 Samuel
16: 16). Este remedio no sirve para expulsar a los malos espíritus que se han
apoderado de los corazones de los hombres. Mientras David tocaba el instrumento
musical que tenía en sus manos producía un alivio temporal a Saúl. Pronto el
espíritu de parte del señor volvió al ataque, pues mientras David tocaba el
instrumento, Saúl intentó matarle porque sentía celos de él (1 Samuel 19,
9,10).
Determinada
música puede aliviar momentáneamente el dolor del alma, pero no puede llenarla
del Espíritu Santo. La enfermedad mental que sea la consecuencia de que el
Espíritu de Dios se haya apartado de la persona únicamente puede curarse con el
arrepentimiento a Dios y con abrir la
puerta del corazón para que Jesús pueda hacer morada en él (Apocalipsis 3: 20). Si Jesús habita en el
corazón no hay espacio vacío que pueda ocuparlo un espíritu maligno que le
atormente.
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