LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO
<b>La codicia puede llevar a
los fracasos más estrepitosos</b>
El griego Esopo creó una de las fábulas más conocidas: “La
gallina de los huevos de oro”. La narración describe a una pareja de campesinos
que descubren que tienen una gallina que pone diariamente un huevo de oro. No
tuvieron bastante con la inesperada riqueza que los sacó de la miseria, que
decidieron matar el ave porque creyeron que
podrían acceder directamente a la mina. La mataron y al abrirla en canal
descubrieron que su interior no difería en nada de las demás gallinas. Fue así como destruyeron la fuente de su
prosperidad. La metáfora nos transporta a los riesgos que acompañan la codicia.
“La codicia rompe el saco” dice la máxima.
La fábula de Esopo nos puede llevar
al origen de la raza humana que creó Dios. El Creador había preparado muy
cuidadosamente el paraíso idílico para ser la residencia de Adán y Eva en donde
pudiesen vivir confortablemente sin pasar escaseces. Nuestros primeros padres
creyeron que el jardín de Edén era de su propiedad y pensaron que podrían hacer
lo que les viniese en gana. Erraron en sus razonamientos al olvidar que el
propietario de la hacienda era el Creador y que ellos eran simples
usufructuarios sujetos a las instrucciones del Propietario para poder disfrutar
del jardín. Podían comer el fruto de todos los árboles que había en el huerto,
excepto, el del “árbol del conocimiento
del bien y del mal no comeréis, porque el día que comáis ciertamente moriréis”
(Génesis 2. 17).
A pesar de que gozaban de la vida
eterna tenía un talón de Aquiles: la obediencia incondicional a la voluntad del
Propietario. Es por ahí por donde se echó a perder su felicidad. Por el jardín
rondaba un ser maligno que no veía con buenos ojos la felicidad de nuestros
primeros padres. Satanás poseyó la serpiente, que en aquel entonces andaba de
pie i no infundía temor La utilizó para hacer desgraciada a aquella pareja tan
feliz. Satanás se aproxima a Eva escondido tras el disfraz de la serpiente para
hacerla dudar de la bondad de Dios. Mintiendo le dice: la prohibición que Dios
os ha dado de no comer el fruto del
árbol prohibido no lo ha hecho para vuestro bien, sino “porque Dios sabe que el
día que comáis, vuestros ojos serán abiertos y seréis como Dios, conocedores
del bien y del mal” (Génesis 3: 5). El gusano de la codicia se despertó. Se
fijaron codiciosamente en el árbol prohibido y comieron su fruto. Con ello
mataron a la gallina que ponía el huevo de oro. Cuando abrieron los ojos a la
nueva realidad en vez de verse convertidos en Dios “se dieron cuenta que
estaban desnudos” (v. 7). El pecado entró a formar parte de sus vidas
ocasionándoles la muerte espiritual al separarse de Dios”. La codicia los
convirtió en pobres y miserables. Si no hubiese sido por la misericordia de su
Creador habrían continuado encontrándose en tan paupérrima condición. Dios se
propuso volverlos a su condición anterior.
Lo hizo anunciándoles la venida del Mesías. “El Señor Dios hizo al
hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (v. 21). Volver a la condición de hijos de Dios solamente es
posible en aquellos que creen que Jesús es el Salvador, el Mesías prometido, y
que fuera de Él no hay la salvación que “solamente los violentos la arrebatan”
(Mateo 11: 12). Una vez recibida la salvación el creyente en Cristo tiene que
esforzarse en conservarla.
Para ilustrar la parte humana de la
salvación Jesús narra dos parábolas: la del tesoro escondido y la de la perla
de gran valor (Mateo 13: 44-46). En la primera un hombre encuentra un tesoro
enterrado bajo tierra. Lo vuelve a esconder. Vende todo lo que tiene y compra
aquel campo. En la segunda, un comerciante que buscaba buenas perlas encuentra una de gran valor.
Vende todo lo que posee y la compra. Jesús pone ante sus oyentes el inmenso
valor que tiene el reino de los cielos. El paraíso recuperado, para no perderlo
no tenemos que dejarnos llevar por la codicia como lo hicieron Adán y Eva que
los llevó a perderlo. Tenemos que dejar de codiciar el oropel que nos ofrece el
mundo y centrarnos en el reino de los
cielos que es el patrimonio más valioso que se puede adquirir.
Al final del tiempo, el día de la
resurrección que es cuando Jesús derrotará totalmente a Satanás y por haber
resucitado, vencido a la muerte, quienes han sido salvador por la fe en el
Nombre de Jesús. Apocalipsis, el último libro de la Biblia nos muestra un
anticipo de lo maravillosos que será vivir en el paraíso eterno contemplando el
cuerpo glorioso de Jesús mostrando las señales de la crucifixión que es el
precio que tuvo que pagar para conseguir nuestra eterna salvación.
Octavi
Pereña i Cortina
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