SALUD MENTAL
<b>”Sin
un diagnóstico médico no se recetan fármacos y no habría negocio”</b>
“Las
carencias de la sanidad disparan un 27% el uso de los sicofármacos en 10 años”.
Esta declaración ocupa dos líneas de
ancho de página de un periódico. La salud mental desborda la capacidad
sanitaria. Al faltar personal médico calificado se producen largas listas de
espera. Para poder atender a los pacientes se opta por la vía más rápida y
menos eficaz: recetar sicofármacos.
El
sicoterapeuta <b>James Davies</b> dice: “Entender que el
sufrimiento es una reacción natural a cosas negativas y malas que nos suceden,
es una amenaza política si así lo siente una gran mayoría de personas. Si, en
cambio, se afirma que el sufrimiento lo crea el mismo individuo, distrae las
causas, y por tanto margina promover cambios en las políticas”. El
sicoterapeuta nos viene a decir que si se dan muchas personas que consideran que la ansiedad, la
depresión el miedo, el insomnio…provienen de las deficiencias sociales: vivienda,
paro, sueldos de miseria, injusticia, hacen tambalear a los políticos debido a
que los votantes pierden la confianza en ellos. El sicoterapeuta <b>James
Davies</b>, dice: si los trastornos sicológicos que sufren tantas
personas los fabrica el propio individuo, entonces se reduce la presión que se
ejerce en los políticos a la hora de tener que resolver los problemas de salud
mental que crecen exponencialmente.
En la
parábola del sembrador que salió a sembrar trigo, cebada u otro cereal, Jesús
dice que la semilla que esparce el sembrador cae en distintos tipos de tierra.
Simboliza la Palabra de Dios que el predicador siembra en distintos tipos de
corazones. En este momento, lo que nos interesa es la que cae en un corazón
lleno de espinos. Jesús explica el significao: “La que cayó entre espinos,
estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes de la vida, y
no llevan fruto” (Lucas 8: 14). Como una parábola es una historia terrenal con
un significado espiritual, el corazón que está lleno de espinos en el que cae
la Palabra de Dios representa un corazón no regenerado por no haber sido
limpiado por la sangre de Jesús que limpia todos los pecados. Las personas que
tienen sus corazones llenos de espinos solamente pueden mirar horizontalmente.
Debido a ello únicamente ven los problemas que se dan en este mundo manchado
por el pecado. Son incapaces de alzar la mirada hacia el cielo que es de donde
les puede llegar la ayuda que necesitan y así poder exclamar con el salmista:
“Soy pobre y afligido, el Señor piensa en mí. Mi ayuda y mi liberación ere Tú,
Dios mío no tardes” (Salmo 40: 17). El salmista pide socorro allí de donde le
puede llegar la ayuda necesaria. El apóstol Pedro, con el permio de Jesús salió
de la barca y se puso a andar sobre las aguas del Mar de Galilea. Al apartar su
mirada de Jesús y depositarla en las aguas turbulentas, empezó a hundirse.
Atemorizado gritó: “¡Señor, sálvame!” (Mateo 14: 30). Este clamor indica que
Jesús no se desentiende de las personas, por la causa que sea, sufren y acuden
a Él en busca de ayuda.
La
respuesta que Jesús le da a Pedro está cargada de ternura. A todos aquellos que
acuden a Él en busca de ayuda reciben el mismo trato. De la misma manera que
Jesús tendió la mano a Pedro para sacarlo del agua que amenazaba con
tragárselo, la tiende a todo aquel que hundiéndose en el cenagal de este mundo
grita con fuerza: “¡Señor, sálvame!” Jesús a la vez que coge la mano de Pedro
coge la del lector y les dice: “¡Hombres de poca fe! “¿Por qué dudáis?” (Mateo
14: 31).
El
preámbulo del texto bucólico citado previamente, dice: “Ningún siervo puede
servir a dos señores, porque aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas
16: 13). Si el lector duda de la existencia de Dios desearía que lo que
sigue le hiciese abandonar la duda y
reconozca como a único dios al Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Nos
afanamos queriendo complacer todas las exigencias que el cuerpo nos pide. “No
es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido” (Mateo 6: 25).
No permitamos que las opiniones ajenas nos hagan malvivir.
La
Covid-19, la guerra de Ucrania y otros
diversos contratiempos nos engendran miedo. Ante la incertidumbre que nos
provocan los acontecimientos adversos
Jesús nos dice: “Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni
recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros mucho más que ellas?” (v. 26). “Y por el vestido, ¿por qué os afanáis?
Considerad los lirios del campo, como crecen: no trabajan ni hilan…y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¿no
hará mucho más a vosotros hombres
de poca fe?” (vv. 28-30). Jesús nos
dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas” (v. 33). Jesús no nos pide que seamos holgazanes sino
personas de fe que confían en la providencia de Dios.
Es
posible que no vayamos sobrados y que nos veamos obligados a ceñirnos el
cinturón. Que tengamos que administrar con mucho cuidado el presupuesto. Si
confiamos en la misericordia de Dios manifestada en Jesús la salud mental no se
verá afectada porque la paz de Dios que sobrepasa la comprensión humana, nada
ni nadie nos la podrá arrebatar. “En paz me acosté, y asimismo dormiré, porque
sólo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4: 8).
Octavi Pereña i Cortina
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