JUAN 19: 15
“Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey
he de crucificar? Respondieron los
principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”
Cuando el profeta Samuel envejeció,
los ancianos de Israel se juntaron y fueron a ver al profeta y le
dijeron: “Constitúyenos ahora un rey que
nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8: 5). El Señor se dirige a Samuel y
le dice: “Oye la voz del pueblo en todo
lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado,
para que no reine sobre ellos” (v.
7).
Los ancianos, los representantes legales del pueblo, hacen una
declaración formal de renuncia a que el Señor sea su Rey. En el caso de Jesús
también son las autoridades que representan al pueblo las que le dicen a Pilato:
“No tenemos más rey que César”.
Permitir que el Señor no sea el Rey tiene sus consecuencias porque se
reconoce a otra autoridad que no Dios. A la vez no se pueden servir a dos
señores. Se debe servir a un solo Señor. A lo largo de los siglos, la humanidad,
en su mayoría ha servido a Satanás, el dios de este mundo. El diablo es
mentiroso y padre de mentira, sus súbditos con sus hechos demuestran quien es
su padre. Siguen los pasos de tan indeseable
padre: asesinatos, crímenes a manta, corrupción, guerras…Seguir a
Satanás tiene sus funestas consecuencias. De labios se vuelven al Rey. Tan
pronto como las cosas mejoran, abandonan el Dios que los había sacado de la
tribulación y vuelven a las andadas. El resultado de abandonar al Rey les que
las cosas van de mal a peor.
Solamente existen dos sistemas políticos: democracia que es el
gobierno del hombre y teocracia que es el gobierno de Dios. El primero, porque
tiene como señor a Satanás que constituye gobiernos que llevan a la dictadura.
Lo vemos claramente hoy cuando gobiernos democráticos paulatinamente se
inclinan por el totalitarismo. Se recoge lo que se siembra.
La democracia no es totalitarismo religioso, es el gobierno de Dios en
las personas que a su vez se preocupan por el bienestar de los ciudadanos ya que
al buscar el bienestar del pueblo porque si gobiernan redactan constituciones
cimentadas en la Ley de Dios. La Ley de Dios se resume en: Amarás a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Dado que Satanás señorea en este
mundo es totalmente imposible constituir una nación verdaderamente cristiana.
Los verdaderos cristianos esparcidos por la faz de la tierra, en su día Dios
los reunirá en el reino de Dios para ser ciudadanos de un reino en el que
brillará la justicia en su máximo esplendor. Es Dios quien hace que el reino
celestial sea un reino teocrático.
SALMO 130: 6
“Mi alma espera en el Señor, más que los
centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana”
Se dice
que la esperanza es lo último que se pierde. Desgraciadamente el ser humano ha
perdido la esperanza verdadera y duradera. Esperanza sí que tiene, pero en
cuestiones triviales: en que su equipo gane al eterno rival, en que hará un
buen día en el día de la boda de la
hija, la vacaciones serán inolvidables, que el hijo será una eminencia…Para qué
alargar más la lista. Son esperanzas fallidas porque no aportan lo que se
espera de ellas. Con la esperanza en las cosas mundanas siempre aparece un
imprevisto que la ensombrece.
El
salmo 130 nos enseña a superar los desengaños y a remontarnos hacia alguien que
nos produce esperanza duradera: “De lo
profundo, oh Señor, a ti clamo. Señor oye mi voz, estén atentos tus oídos a la
voz de mi súplica” (v. 1). Debido al pecado en el ser humano siempre
aparecen carencias que abortan la felicidad. Desde lo profundo del alma el
salmista suplica al Señor que atienda su súplica. ¿Dónde voy a estar más seguro
que resguardarme debajo de tus alas como la gallina cobija debajo de sus alas a
los polluelos cuando amenaza el peligro?
El
salmista es consciente de su pecado: “Dios
mío, si miras los pecados, ¿quién oh Señor podrá mantenerse?” (v.3). Si tú
Señor no perdonas mi pecado dónde iré a buscar socorro? “Fuera
de ti, Señor, no hay lugar seguro. El salmista no es alguien que únicamente
conoce al Señor de oídas. Es una persona que verdaderamente conoce a Dios
porque por la fe en el Nombre de su Hijo el Espíritu Santo mora en su interior.
“Pero en ti hay perdón para que seas
reverenciado” (v. 4). Consciente de que su pecado ha sido perdonado por la
fe en Jesús, su alma encuentra descanso en las tribulaciones.
Desconozco
si el salmista fue soldado. Lo que sí manifiesta su poema es que conoce los
sentimientos del centinela durante la guardia en la oscura noche. Cualquier
ruido lo espanta. Las horas se le hacen interminables. “Esperé yo al Señor, esperó mi alma, en su palabra he esperado. Mi alma
espera en el Señor más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a
la mañana” (vv. 5, 6). Con el mismo empeño que pone el centinela en que
amanezca para que desaparezcan sus temores, es el que el salmista deposita en
el Señor. Algo muy significativo de la experiencia que tiene con Dios es que no
se la guarda para sí mismo. La comparte con sus lectores: “Espera Israel en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y
abundante redención en Él, y Él redimirá a Israel de todos sus pecados” (vv. 7, 8).
Espera
en el Señor, oh lector, para que puedas recibir de Él la protección que
necesitas en los momentos de angustia.
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