diumenge, 5 de juny del 2022

 

JUAN 19: 15

“Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar?  Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”

Cuando el profeta Samuel envejeció,  los ancianos de Israel se juntaron y fueron a ver al profeta y le dijeron: “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones”            (1 Samuel 8: 5). El Señor se dirige a Samuel y le dice: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos”  (v. 7).

Los ancianos, los representantes legales del pueblo, hacen una declaración formal de renuncia a que el Señor sea su Rey. En el caso de Jesús también son las autoridades que representan al pueblo las que le dicen a Pilato: “No tenemos más rey que César”.

Permitir que el Señor no sea el Rey tiene sus consecuencias porque se reconoce a otra autoridad que no Dios. A la vez no se pueden servir a dos señores. Se debe servir a un solo Señor. A lo largo de los siglos, la humanidad, en su mayoría ha servido a Satanás, el dios de este mundo. El diablo es mentiroso y padre de mentira, sus súbditos con sus hechos demuestran quien es su padre. Siguen los pasos de tan indeseable  padre: asesinatos, crímenes a manta, corrupción, guerras…Seguir a Satanás tiene sus funestas consecuencias. De labios se vuelven al Rey. Tan pronto como las cosas mejoran, abandonan el Dios que los había sacado de la tribulación y vuelven a las andadas. El resultado de abandonar al Rey les que las cosas van de mal a peor.

Solamente existen dos sistemas políticos: democracia que es el gobierno del hombre y teocracia que es el gobierno de Dios. El primero, porque tiene como señor a Satanás que constituye gobiernos que llevan a la dictadura. Lo vemos claramente hoy cuando gobiernos democráticos paulatinamente se inclinan por el totalitarismo. Se recoge lo que se siembra.

La democracia no es totalitarismo religioso, es el gobierno de Dios en las personas que a su vez se preocupan por el bienestar de los ciudadanos ya que al buscar el bienestar del pueblo porque si gobiernan redactan constituciones cimentadas en la Ley de Dios. La Ley de Dios se resume en: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Dado que Satanás señorea en este mundo es totalmente imposible constituir una nación verdaderamente cristiana. Los verdaderos cristianos esparcidos por la faz de la tierra, en su día Dios los reunirá en el reino de Dios para ser ciudadanos de un reino en el que brillará la justicia en su máximo esplendor. Es Dios quien hace que el reino celestial sea un reino teocrático.

 


 

SALMO 130: 6

“Mi alma espera en el Señor, más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana”

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde. Desgraciadamente el ser humano ha perdido la esperanza verdadera y duradera. Esperanza sí que tiene, pero en cuestiones triviales: en que su equipo gane al eterno rival, en que hará un buen día en  el día de la boda de la hija, la vacaciones serán inolvidables, que el hijo será una eminencia…Para qué alargar más la lista. Son esperanzas fallidas porque no aportan lo que se espera de ellas. Con la esperanza en las cosas mundanas siempre aparece un imprevisto que la ensombrece.

El salmo 130 nos enseña a superar los desengaños y a remontarnos hacia alguien que nos produce esperanza duradera: “De lo profundo, oh Señor, a ti clamo. Señor oye mi voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica” (v. 1). Debido al pecado en el ser humano siempre aparecen carencias que abortan la felicidad. Desde lo profundo del alma el salmista suplica al Señor que atienda su súplica. ¿Dónde voy a estar más seguro que resguardarme debajo de tus alas como la gallina cobija debajo de sus alas a los polluelos cuando amenaza el peligro?

El salmista es consciente de su pecado: “Dios mío, si miras los pecados, ¿quién oh Señor podrá mantenerse?” (v.3). Si tú Señor no perdonas mi pecado dónde iré a buscar socorro?  Fuera de ti, Señor, no hay lugar seguro. El salmista no es alguien que únicamente conoce al Señor de oídas. Es una persona que verdaderamente conoce a Dios porque por la fe en el Nombre de su Hijo el Espíritu Santo mora en su interior. “Pero en ti hay perdón para que seas reverenciado” (v. 4). Consciente de que su pecado ha sido perdonado por la fe en Jesús, su alma encuentra descanso en las tribulaciones.

Desconozco si el salmista fue soldado. Lo que sí manifiesta su poema es que conoce los sentimientos del centinela durante la guardia en la oscura noche. Cualquier ruido lo espanta. Las horas se le hacen interminables. “Esperé yo al Señor, esperó mi alma, en su palabra he esperado. Mi alma espera en el Señor más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana” (vv. 5, 6). Con el mismo empeño que pone el centinela en que amanezca para que desaparezcan sus temores, es el que el salmista deposita en el Señor. Algo muy significativo de la experiencia que tiene con Dios es que no se la guarda para sí mismo. La comparte con sus lectores: “Espera Israel en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y abundante redención en Él, y Él redimirá a Israel de todos sus pecados”  (vv. 7, 8).

Espera en el Señor, oh lector, para que puedas recibir de Él la protección que necesitas en los momentos de angustia.

 

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