1 SAMUEL 3: 1
“Y la palabra del Señor escaseaba en aquellos
días, no había visión con frecuencia”
Los
nuestros son unos días muy parecidos a los de Samuel siendo niño: la palabra
del Señor escasea. Dios habla de múltiples maneras, pero nuestros oídos están
sordos a su voz. Hay tanto mundanal ruido en nuestro entorno que no permite que la voz de Dios llegue a nuestros oídos.
El
joven Samuel se encontraba en el lugar adecuado para que le llegara la voz de
Dios pues dormía en el templo de Dios (v. 3). El Señor llama a Samuel pero su
oído todavía no era sensible a la voz de
Dios. Confunde la voz del Señor con la del sacerdote Elí. Se levanta Samuel de la cama y se
apresura a ir dónde duerme el sacerdote (v. 5),
le dice: “Heme aquí, por qué me
llamaste?” Esto sucede tres veces.
Es entonces cuando el sacerdote entiende que es el Señor quien llama a
Samuel. Le dice: “Ve y acuéstate, y si te
llama dirás. Habla Señor porque tu siervo oye” (v. 10). Así sucedió. Dios
vuelve a llamar a Samuel y éste siguiendo las instrucciones recibidas del
sacerdote, responde a la voz de Dios: “Habla,
porque tu siervo oye”. Lo que entró por los oídos de Samuel no fueron
palabras placenteras de parte de Dios sino de juicio contra el sacerdote Elí: “Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las
cosas que he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Y le
mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe,
porque sus hijos han blasfemado a Dios,
y él no los ha estorbado” (vv, 12, 13).
El
mensaje que Dios transmite al joven Samuel es una reprensión a la religión
establecida porque los representantes de Dios que tienen que pastorear al
pueblo para llevarlo a reposar en lugares de delicados pastos para ser
reconfortados, se olvidan de su
responsabilidad de educarlos en los caminos del Señor. Esta negligencia indica
que algo falla en los predicadores del Evangelio. Han convertido el ministerio
pastoral en una rutina carente de valor.
En
nuestros días que tanto escasea la palabra de Dios se precisa de hombres y
mujeres llenos del Espíritu Santo digan a quienes ministran la Palabra que se
arrepientan y confiesen sus pecados para que puedan ser llenos del Espíritu
Santo. Si esto sucede, una revolución
sacudirá a la Iglesia. Los mensajes tradicionalistas vacíos de contenido serán
transformados en mensajes incendiarios que sacudirán las almas de la feligresía
moviéndolas al arrepentimiento y a la fe en el Nombre de Jesús que es el único
Nombre el que los hombres puedan salvarse
DEUTERONOMIO 12: 8
“No haréis como todo lo que hacemos nosotros
hoy aquí ahora, cada uno lo que bien le parece”
El
último versículo de Jueces resume a la perfección todo este período de la
historia de Israel: “En estos días no
había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía” (21. 15).
Los
evangelios destacan el “Evangelio del
Reino de Dios”. Algunas parábolas se refieren al Reino de Dios y de las
recompensas que recibían los siervos que eran fieles a su señor y del castigo
que recibirían los siervos que no querían que el señor reinase sobre ellos.
Cuando el lector lea este comentario pienso que no será en Navidad que es cuando
de una manera tradicionalmente manifiesta se recuerda el nacimiento de Jesús,
el Rey de los judíos. No solamente se tienen que recordar el nacimiento de
Jesús el Rey un día año, y después un olvido total. Se le tiene que tener
presente todo el año porque Jesús es el Rey del pueblo de Dios.
Cuando
los magos emprendieron el camino hacia Judea porque habían visto su estrella y
vinieron a adorarle. ¿Por qué adorar a un niño cuyo supuesto padre era un
artesano y de economía precaria? Al llegar a Jerusalén estos extraños
personajes se informan del lugar del nacimiento de aquel niño tan peculiar. “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha
nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo
2. 2).
Cuando
los magos se interesan por el Rey de los judíos no significa que Jesús
únicamente sea Rey de los descendientes de Abraham según la carne. También de
los gentiles, como los magos, que por ser descendencia de Abraham por la fe,
Jesús también es su Rey.
Como
muy bien dice el apóstol Pablo: ”Pues no
es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne, sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en la letra, la alabanza del
cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2. 29).
Volvamos
a la Navidad: “Pero venido el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de mujer y nacido bajo la
Ley, para que redimiese a los que estaban bajo la Ley, a fin de que
recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos de Dios envió a
vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que
ya no eres esclavo, sino hijo, y si hijo, heredero de ·Dios por medio de
Cristo” (Gálatas 4: 4-7).
La
cristiandad se parece a la época de los jueces: “En estos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le
parecía”. Los pueblos cristianos marginan a
Jesús que es quien tiene que ser su Rey. No debe extrañarnos, pues, que
cada uno haga lo que mejor le parezca. No hay autoridad. No hay ley. Las
naciones cristianas se han convertido en monarquías o repúblicas anárquicas. No
debe extrañarnos que el desgobierno impere.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada