HABITO DE LECTURA
<b>Existen
libros que merecen ser leídos y digeridos</b>
<b>Blai
Felip Palau</b> en un breve relato ambientado en un tren, describe con
mucha exquisitez nuestro mundo controlado por el móvil y sus infinitas
aplicaciones. Tres personas son los protagonistas que viajan en el tren: La
mama y sus dos hijas: La Lidia y la Carla. La mama enganchada a su móvil de
última generación en su mano derecha. Con la izquierda a un móvil antiguo con
el que entretiene a Carla “de trece meses tiernos y las neuronas aviciadas a
los videos que la mama le planta a un palmo de la cara para tenerla entretenida”,
sentada en el cochecito en medio del pasillo. En otro asiento, Lidia de 14
años, rara avis in terris, lee. Mientras tanto la mama discute con un señor que
ha tenido el atrevimiento de pedirle que silencie la musiquilla del móvil que
distrae a la hija pequeña. Lidia se levanta y saca del cochecillo a su
hermanita y se la pone en su falda y, al oído, con voz baja le lee un cuento.
Finalizado el trayecto las tres mujeres llegan a casa. Carla duerme. Lidia se
encierra en su habitación y prosigue con la lectura. La mama se acerca al papa
que cocina y le dice preocupada: “Lidia ha estado leyendo durante todo el viaje
y ahora está aficionando a Carla, ¡ya no
sé qué podemos hacer!” El papa retira la sartén del fuego, consternado.
“Tendrías que hablar con ella, tal vez te hará caso”, añade la mama”. ¿Qué es
lo que hemos hecho mal?” Curioso, ¿verdad? Un papa y una mama enganchados al
móvil de última generación y a sus aplicaciones consternados porque su hija
mayor se ha aficionado a la lectura y la pequeña va en camino de también serlo.
Hace
años cuando Internet y las nuevas tecnologías se encontraban a años luz leí que
el secreto de la publicidad reside en la imagen y en el texto muy corto porque
la gente no lee. Tal vez en aquellos días las personas tenían a su alcance
otros medios de distracción. El móvil y
las aplicaciones hacen más visible la apatía por la lectura. Hace sesenta o
setenta años la escolarización no estaba generalizada como lo está hoy. Era
normal que muchas personas no hubiesen visto en toda su vida un libro. Si la
escolarización universal no ha conseguido extirpar la aversión al libro
significa que en la condición humana existe algo que impide que la lectura sea
un placer.
Uno de
los problemas de la sociedad actual es que se ha implantado la cultura del
mínimo esfuerzo. Impone la inmediatez. Persigue que todo suceda al segundo. La
característica de la sociedad actual es la irreflexión. Persigue que
permanezcamos en el infantilismo. A nutrir el alma exclusivamente con leche. No
nos hemos hecho adultos sensatos. Ello nos lleva a convertirnos en adictos
digitales porque no es necesario pensar. Nos tragamos todo lo que se nos ofrece
sin pararnos a reflexionar si es bueno o malo. El resultado es que nos
engullimos todo lo que nos perjudica y rechazamos lo que nos sería beneficioso.
<b>Emili
Teixidor</b> tiene una cita que me
he hecho mía porque tiene que ver
con el placer de la lectura: “Leer siempre tiene el poder de transformar la
sociedad y si no fijémonos en todos los que leen los evangelios”. Los
evangelios no existen para distraernos. Los tenemos a nuestro alcance porque
nos dan vida y vida abundante. Si nos distraemos con muchas lecturas banales no
tendremos tiempo para la buena lectura y por descontado para la excelente.
Los
evangelios son en el campo del espíritu lo que el Catón es en el campo de la cultura. El Catón es un
libro que hace muchos años se utilizaba en las escuelas para enseñar a leer a
los niños. Los evangelios y el Catón son herramientas que sirven para iniciarse
en el campo del espíritu el uno y el de la cultura el otro. En ambos casos un
elemento externo estimula el aprendizaje. En el
campo del espíritu se despierta el alma soñolienta. En el campo cultural
el placer por la lectura. Sea en el campo espiritual o en el cultural tiene que
despertarse el interés que nos saque de la cuna.
Me
decía un amigo que lo que le despertó el interés por la Biblia fueron los
<i>westerns</i> que presentaban un cristianismo evangélico que
difería del catolicismo. Un estímulo externo más la presencia del Espíritu
Santo alejan del alma la apatía que le impide respirar. Los evangelios abren la
puerta que conduce a la vida eterna y el Catón para un beneficio temporal.
La vida
nos enseña que a partir del nacimiento se produce crecimiento. La vida se desarrolla
pasando por diversas etapas. Sería una anomalía que transcurrido el tiempo, el
crecimiento del recién nacido se hubiese
estancado en la infancia. Lo lógico es el crecimiento tanto físico como
intelectual.
En el
campo del espíritu sucede algo parecido. Por la fe en el Nombre de Jesús el
creyente se convierte en un hijo de Dios por adopción. Los evangelios son la
leche espiritual que el recién nacido necesita. Paulatinamente se va
sustituyendo la leche por el alimento sólido que lo es toda la Escritura. El
apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le dice: “Pero persiste tú en
lo que has aprendido (de su madre y de su abuela) y te persuadiste, sabiendo de
quien has aprendido, y que desde la niñez
has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio
para salvación por la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por
Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto enteramente preparado
para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 14-17). Toda la Biblia estudiada a lo largo
de la vida convierte a los niños en las personas de bien que la sociedad
necesita urgentemente.
Octavi Pereña i Cortina
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