dilluns, 30 de maig del 2016

SALMO 119: 103
“¡cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Mas que la miel a mi boca”
Leí sobre lo que alguien considera “gran literatura”. El autor del escrito sugería que la literatura “te cambia. Cundo lees te conviertes en una persona distinta”. La Palabra de Dios siempre se la puede considerar “gran literatura”. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica les dice. “examinadlo todo, retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). El apóstol aconseja a los cristianos a que sean buenos lectores debido a que la buena literatura edifica. Hoy e publican muchos libros. Muchos son basura. La abundancia de publicaciones hace que sea un tanto difícil seleccionar el libro que conviene leer. Con un poco de atención no nos es imposible seleccionar el libro que nos conviene leer. Alguien ha dicho que un libro por malo que sea siempre contiene algo que vale la pena retener. “examinadlo todo, retened lo bueno”. La lectura de la prensa también debe hacerse con el espíritu de “examinadlo todo, retened lo bueno”. Los títulos de los artículos ya nos permiten hacer una selección previa. Empezado a leer el escrito escogido nos muestra que no contiene lo bueno que se esperaba encontrar. Se puede abandonar seguir leyendo. Se comienza la lectura de otro artículo esperanzador y en él se encuentra una frase, la cita de otra persona, un párrafo que es de lo bueno que debe retenerse. Haciéndolo así uno se ejercita en la lectura y se afila el espíritu crítico y la personalidad se perfecciona. Uno no nace aficionado a la lectura. La afición brota del interés en encontrar la verdad. A medida que se van encontrando perlas en libros y periódicos más se siente uno atraído por la lectura. Muchos no leen porque no han descubierto que en la palabra impresa  se puede encontrar miel que da gusto paladear.
El único libro que puede considerarse “gran literatura” es la Biblia. Como dice el salmista en el texto que encabeza este comentario “¡cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Mas que la miel a mi boca”. Aún cuando la Biblia contiene pasajes tediosos  como lo son las largas genealogías, también se encuentran en ellas pequeñas dosis de miel que son una delicia saborearlas. Sea cual a el pasaje de la Biblia que leamos, si se hace con humildad pidiendo al Señor que por medio del Espíritu Santo abra nuestra mente, la lectura de la porción elegida hará que continuemos nuestra peregrinación por este valle de sombra de muerte con corazón gozoso por haber alimentado el alma con el Pan de Vida que es Jesús  y apagado su sed con el agua de vida que no es otro sino Jesús. La lectura de la Biblia si se hace sediento y hambriento de conocer la Verdad siempre cambia al lector.


SALMO 88:13

“Mas a ti he clamado, oh Señor, y de mañana mi oración se presentará delante de ti”
La Biblia no enseña en ningún lugar que el ser humano deba dirigirse a alguien que se le considere Dios o reina de los cielos. Sólo afirma que las plegarias deben dirigirse  a Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo pues fuera de Él no hay Dios. El mandamiento es clave: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Conociendo esto los cristianos debemos tener conciencia de que fuera de Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo no hay dios y que cuando se adora a un dios espiritual o a un dios, hombre o mujer, representado en una imagen, a quien se está adorando es a Satanás el padre de la mentira que tiene por objetivo engañar a los hombres para que no adoren a dios creador de todo lo existente y que en su Hijo unigénito encarnado en Jesús salva a los pecadores que creen en Él, devolviéndoles la vida eterna que perdieron   en el Edén por instigación de Satanás, al que hoy se sigue adorando venerando  a dioses que no son Dios.
Yo creo en Jesús como el Hijo de Dios encarnado que murió en la cruz del Gólgota para perdón de mis pecados. Deseo que el lector posea la misma fe. Si es así, ¿qué debemos hacer? El texto que hoy comentamos nos enseña que debemos clamar al Señor porque es el único que tiene oídos para oír nuestros clamores a no ser que nuestros pecados taponen sus oídos y le impidan oír. Si es así, que hay pecado en nosotros que le impida al Señor oír nuestros clamores, lo primero que debemos hacer es confesarlo para que la sangre de Jesús lo borre. Haciéndolo así los tapones de los oídos de Dios caerán y nuestros clamores llegarán a sus oídos y serán escuchados.
Por la fe en Jesús y restablecida la comunión con Dios, ¿qué debemos hacer? El salmista da respuesta a nuestra pegunta. “de mañana mi oración se presentará delante de ti”. El holgazán recibe un aviso del Señor: “Como la puerta gira sobre sus quicios, así el perezoso se vuelve en su cama” (Proverbios 26:14). El perezoso abre sus ojos al amanecer, mira el reloj y se dice todavía es temprano, da media vuelta y vuelve a dormirse. Cuando vuelve a despertarse el  Tiempo ha transcurrido y se hace tarde. Corriendo se levanta porque va a llegar tarde al trabajo. No hay tiempo para una oración. El salmista no procede de esta manera absurda como se comportan muchos: “De mañana mi oración se presentará delante de ti”. Madruga para fortalecerse en el Señor y la presencia activa de Dios en su vida es la fuerza que le acompañará a lo largo de la jornada que empieza. Con el señor a su lado los contratiempos no le afligirán.


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