EMPERADORES FAMILIARES
<b>Un
concepto educativo equivocado que renuncia a disciplinar a los hijos es el
causante de que los hijos lleguen a maltratar a sus padres</b>
Un
anuncio publicitario que promociona a una revista infantil, simula un diálogo
que una madre mantiene con un siquiatra:
“Mi hijo tiene de todo y se aburre”, le dice al experto. La respuesta que
recibe del especialista, es: “Regálele la revista X”. Este anuncio da en el
clavo del problema infantil /juvenil que desemboca en la violencia adolescente.
El aburrimiento es el causante de las conductas de las que a menudo se hacen
eco los medios de comunicación y que se cometen con el propósito de deshacerse
del aburrimiento. El aburrimiento es el resultado del vacío que hay en el alma
y que debe llenare sea como sea: Asedio a los compañeros de clase, fechorías…y
otras pequeñeces que conducen hasta maltratar a los padres sicológicamente o,
hasta ponerles la mano encima.
La
madre del anuncio, preocupada por el aburrimiento de su hijo dice que el afectado
tiene de todo. Con el fin de mantener a los hijos con la boca cerrada se les da
todo lo que desean. Sus habitaciones se ven atiborradas de objetos que una vez
han satisfecho el gozo inicial, yacen desperdigados por doquier, olvidados y
sustituidos por otras novedades que recibirán el mismo premio. Es una escalada
sin límites. Ya desde la infancia se educa a los niños al consumo compulsivo
tan denostado por los especialistas en salud mental. Esta educación es
gratificante para los padres porque con orgullo pueden decir que a sus hijos no
les falta nada. Con el fin de que no se aburran se complacen todos sus
caprichos. Lo importante es que no se alboroten y les hagan pasar un mal trago.
Creyendo que les hacen un bien no se dan cuenta de que siembran en sus hijos la
simiente del <i>síndrome de emperador</i>. Los hijos e convierten
en pequeños dictadores que alteran la
tranquilidad de sus padres porque se crea un malestar que los lleva al consumo
de tranquilizantes, ansiolíticos que empeoran la relación filial- paternal. La
educación basada en el tener no es la adecuada ni en la infancia ni en la
adolescencia porque se les enseña que el tener cura todos los males cuando es
al revés ya que genera daños que se agravan con el transcurso de los años.
Entonces, estos padres que han sido tan condescendientes con sus hijos,
desesperados se preguntan: “¿Qué hemos hecho mal para encontrarnos en este
infierno?” La educación materialista basada en el tener y no en el ser es la
raíz de muchos males, entre ellos, en que los hijos se conviertan en agresores
de sus padres.
Según
la fiscalía de Lleida “un total de 12 adolescentes leridanos fueron imputados
en el 2013 por violencia doméstica, es decir por maltratar física y
sicológicamente a sus padres y a otros familiares, doblando los casos que se
dieron en el 2012” .
Refiriéndose a los niños que agreden a los padres <b>Cristina Sen</b> dice: “Se habla así del
síndrome de emperador, del adolescente que reina en casa, intolerante a la
frustración y que vincula el no tener con no ser”. El síndrome de emperador se
da allí en donde la educación es muy sobre protectora, que consiente a los
hijos con tal que no alboroten y que delegan a la escuela su educación ética y
moral. Es una educción muy permisiva, que trata a los hijos como amigos y no
como padres que deben disciplinarlos cuando la ocasión lo requiera.
Los
padres que se precien de serlo deben recordar que son los guardianes del futuro
de sus hijos y que cuando se esfuerzan en educarlos moralmente y esculpir sus
mentes y corazones para el bien, saben que esta instrucción incluye reglas y
preceptos, haz y no hagas con respecto a los otros. Incluye la explícita
formación en buenos hábitos y, jamás debe faltar el buen ejemplo de los padres
que con su comportamiento diario muestran a los hijos que se toman en serio la
moral.
La
educación que los padres deben procurar dar a sus hijos no consiste
exclusivamente en aportar un bagaje cultural que sin duda alguna tiene su
valor, en gran manera deben esforzarse en transmitirles un equipamiento moral
que es imprescindible para que sepan comportarse como personas que caminen por
la vida sembrando el bien y no el mal.
Para
que los padres puedan ser los maestros de moral de sus hijos es necesario que
previamente hayan adquirido el título que les acredite para este oficio. A
menudo los padres se quejan que su fracaso como padres se debe a que no han
recibido la formación adecuada. La pregunta que me hago es: ¿Han manifestado
interés en obtenerlo? Las respuestas que dan no son convincentes porque evaden
su responsabilidad y pretenden traspasarla, en la escuela principalmente, con
lo cual confiesan su irresponsabilidad.
Con el
fin de que los padres y las madres puedan convertirse en buenos educadores
morales de sus hijos, ante todo deben tener claro qué sentido tienen sus vidas.
Si este propósito no lo ven claro porque está envuelto de penumbras, jamás
podrán enseñar a sus hijos el auténtico sentido de la vida y por lo tanto se
despreocuparan de enseñarles ética y moral. Les enseñarán como triunfar en la
vida al precio que sea, aunque para
conseguirlo deban pisotear a las personas que consideren que son un obstáculo
para conseguir subir a lo alto del podio. Para que abandonen la enseñanza
materialista de la vida para inculcarles que el verdadero sentido de la vida no
consiste en tener sino en ser, debe entrar en funcionamiento el aspecto
religioso / espiritual que normalmente queda relegado en el olvido, pero que
debe recuperarse si es que se desea enseñar correctamente a los hijos. Si no se reconoce dicho olvido y
se persiste en educar a los hijos para que obtengan cuantos más bienes
materiales mejor que mejor, no debe extrañarnos que los hijos, de pequeños
emperadores, se conviertan, cuando sean adultos en fieros dictadores que
siembren dolor allí donde vayan, empezando por los propios padres.
Octavi Pereña i Cortina
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