PROVERBIOS 13:11
“Las riquezas de vanidad
disminuirán, pero el que recoge con mano laboriosa las aumenta”
Existen dos
maneras de hacer fortuna que conducen a finales opuestos. La vanidad, el
pretender ser, persigue la riqueza, pero
al final resulta que todo lo acaudalado desaparece como por arte de magia.
Quienes vivimos en sociedades opulentas en las que algunos ganan mucho dinero,
pero que se lleva un tren de vida superior a las posibilidades, se descubre que
al final las deudas contraídas por alargar el brazo más que la manga, ahogan al
vanidoso. La Biblia nos avisa del peligro que conlleva caer en manos de
acreedores, pues tienen atados de pies y manos aquellos que han sido atrapados
en sus redes. Son sus esclavos. A menudo, aquellas personas que nos dejan
pasmados por su alto nivel de vida son
el hazmerreír porque su opulencia era un farol.
Habían edificado sus casas sin cimientos firmes, al menor contratiempo
el edificio se hunde. Lo que con facilidad se adquiere con facilidad se pierde.
El capitalismo está en crisis profunda porque la vanidad que ha sido el motor
de la riqueza que ha creado, no la puede mantener y desaparece. El capitalismo
vanidoso no puede resistir los vientos adversos.
“Pero el que recoge con mano laboriosa las aumenta”, las riquezas. La laboriosidad está
hermanada con la humildad. Un ejemplo claro de esta fraternidad lo encontramos
en Rut que denodadamente espigó detrás de los segadores de Booz recogiendo un
efa de cebada que llevó a su suegra
Noemí. Más tarde Booz se convirtió en el esposo de Rut. El Señor recompensó la
laboriosidad y humildad de Rut con el
matrimonio con Booz, el hombre rico y antepasado del rey David con lo que el
nombre de Rut aparece en la genealogía de Jesús. No quiero decir con ello que
todas las personas laboriosas y humildes llegarán a ser ricas y que sus nombres
aparecerán en los libros de historia. Sí que comportándose como las hormigas
que en verano trasiegan sin descanso simientes a sus almacenes para su
sostenimiento invernal, el Señor proveerá para ellas el pan diario que
necesitan, en espera de ser llamadas a la presencia de Dios, cuando sus
necesidades básicas serán satisfechas eternamente sin sudor ni fatiga.
La maltrecha
economía mundial, para recuperarse del
bajón que le ha producido la vanidad de políticos y capitalistas requiere que
los actuales dirigentes mundiales y los ciudadanos anónimos sean substituidos
por personas humildes y laboriosas que sean temerosas de Dios. El Señor bendice
la laboriosidad y humildad de los que le temen porque forma parte de la promesa
dada a su pueblo.
PROVERBIOS 12:25
“La congoja en el corazón
del hombre lo abate, mas la buena palabra lo alegra”
Vivimos en una
época en que las llamadas enfermedades mentales: estrés, insomnio, decaimiento,
ansiedad…crecen sin parar. Las personas pretenden curar todos estos síntomas
que tanto dolor y sufrimiento provocan por medio de pastillas. Las industrias
farmacéuticas han encontrado un filón de oro en estos trastornos,
medicadizándolos. Continuamente lanzan
al mercado nuevos productos para suplir la demanda creciente de los enfermos.
El texto que
comentamos acierta en diagnosticar la causa de la presencia de tantos
trastornos mentales en nuestros días. “La
congoja en el corazón del hombre lo abate”. La congoja, la tristeza, la
ansiedad, que caracteriza la sociedad actual son sentimientos que se encuentran
en el corazón del hombre. No en el corazón que bombea la sangre, sino aquella
parte íntima, no material que denominamos alma. Los sentimientos que agrupamos
en conceptos: estrés, depresión, etc., no son dolencias fisiológicas, sino de
carácter espiritual que no pueden ser tratadas como se tratan las enfermedades
del cuerpo. Debido a que los sentimientos no se tratan adecuadamente, el
resultado es el abatimiento, la fatiga crónica. Para combatir todos estos
síntomas se recurre a los combinados vitamínicos minerales para levantar los
ánimos decaídos. Nos encontramos
inmersos en un círculo sin fin de consumo de productos químicos para resolver
los síntomas de la enfermedad del alma, que no funcionan. La dolencia del alma
como cáncer sigue expandiéndose con nuevos síntomas psicológicos agravando la
condición del hombre.
El remedio a la
congoja y todos los síntomas que la acompañan: “Mas la buena palabra lo alegra”. “La buena palabra” no se encuentra en la multitud de libros de auto
ayuda que se publican. “La buena palabra”
no es otra que la Palabra de Dios. En las páginas de la Biblia el acongojado
encuentra la medicina que da alegría a su corazón triste. Una enseñanza para
levantar el ánimo decaído: “¿No has
sabido, no has oído, que el Dios terno es el Señor, el cual creó los confines
de la tierra? No desfallece ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no
hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al
que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes
flaquean y caen, pero los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas,
levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se
fatigarán” (Isaías 40. 28-32).
La invitación de
Jesús a los acongojados: “Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi
yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y mi carga
ligera” (Mateo 11: 28-30)
http//octaviperenyacortina22.blogspot.com
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