JUAN 6:27
Trabajad no por la comida
que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del
hombre os dará, porque a Éste señaló Dios el Padre”
En el campo
espiritual sí que el orden de los factores altera el producto. La Biblia se toma
muy en serio que el cultivo del alma prevalece sobre el cuidado del cuerpo. El
énfasis que la Palabra de Dios pone en las prioridades espirituales sobre las
corporales se debe sin duda alguna a que el pecado que habita en nosotros ha
distorsionado la visión de los hombres alterando el orden de los factores.
La anteposición
de las necesidades corporales sobre las espirituales ha despertado una sed
insaciable de poseer bienes materiales que ha llevado a que sean muchas las
personas que son adictas al trabajo. Dicha adicción, como todas las adicciones
es muy perjudicial para quien está atrapado en sus redes: negligencia en las responsabilidades familiares,
relaciones conyugales maltrechas, abandono de los deberes para con los hijos,
relaciones sociales tan frágiles que están a punto de romperse si no es que ya
ha sucedido y, lo más importante es el olvido de Dios.
Las necesidades
temporales existen: comida, ropa, educación…Están presentes y deben atenderse.
Para cubrirlas es necesario trabajar. Por ello, para evitar que las personas se
conviertan en adictas al trabajo la Ley de Dios establece: “Seis días
trabajarás…mas el séptimo día es reposo…Acuérdate del día de reposo para
santificarlo” (Éxodo 20: 8-10). La Palabra de Dios se toma en serio la salud
integral del ser humano. Seis días para trabajar y uno de descanso para que así
el hombre pueda buscar al Señor que es el pan y el agua de vida.
Durante este día
de descanso establecido por Dios para bien nuestro debemos dejar a un lado
todos nuestros intereses temporales, muchos de ellos perfectamente legítimos,
para atender de manera especial los del alma que son mucho más importantes que
los corporales porque los espirituales trascienden a la eternidad.
“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida
que a vida eterna permanece”. Nuestra prioridad debe ser
alimentarnos de Jesús que es el Pan de Vida y el Agua Viva que necesita nuestra
alma. Vivimos en un mundo convulso de hombres y mujeres hambrientos de “comida que a vida eterna permanece” y
no pueden alimentarse de tan exquisito y provechoso manjar porque se niegan a reconocer que Jesús es tan delicioso manjar
porque rehúsan reconocerse pecadores y
que confesando a Él sus pecados sanarán de su enfermedad que les conduce a la
muerte eterna.
1 TESALONICENSES: 5:17
“Orad sin cesar”
¿Es nuestro problema
mantener una vida de oración activa? Sabemos que es así. Conocemos que la
oración persistente debe ser así porque la Biblia lo enseña y porque Jesús es
el modelo que debemos imitar. Ejemplo nos ha dado el Señor. A pesar de que
sabemos que la oración debe formar parte de nuestra vida cristiana, debemos
reconocer que nos es muy difícil seguir el ejemplo de Jesús.
Vivir por fe es
una maratón, no un esprint. Una maratón es una prueba deportiva muy dura.
Durante el recorrido el deportista tiene sus altos y bajos que tenazmente debe
superar. La vida cristiana en general y la de oración en particular es una
carrera que dura tanto como el tiempo
que el Señor quiera concedernos que peregrinemos por este mundo. Durante
el largo recorrido también tendremos altos y bajos.
Cuando
analizamos como son nuestros devocionales, ¿cómo nos comportamos cuando nos
encerramos en nuestra habitación para
permanecer un tiempo en íntima comunión con el Señor? Descubrimos que a pesar
de que deseamos apartarnos del mundanal ruido que nos distrae, de nuestro
interior suenan ruidos discordantes que
nos distraen. Los pensamientos vuelan a velocidad supersónica y de la presencia
del Señor nos alejamos. Nos es imposible controlar nuestros pensamientos. Si no
son los pensamientos indomables los que dificultan la intimidad con el Señor,
los adormecimientos no les van a la zaga. Recordemos la escena en el Getsemaní:
“Vino luego a sus discípulos, y los halló
durmiendo, y dijo a Pedro. ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
Velad y orad para que no entréis en tentación, el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26: 40,41).
A pesar de
nuestro fracaso resuenan en nuestros oídos las palabras de Pablo: “Orad sin cesar” y las de Jesús. “Velad y orad para que no entréis en
tentación”. A pesar a de nuestra debilidad e impotencia debemos seguir
orando porque así nos lo enseña la Biblia. Nuestro enemigo el diablo se nos
acercará y susurrará en nuestros oídos: ¿No te das cuenta de que eres un
fracaso? ¿Crees que Dios puede oír tus oraciones tan mal estructuradas? Viene
el Espíritu Santo y también susurra en nuestros oídos: “El Señor escucha las
oraciones de los fieles que claman a Él. ¿A quién debemos escuchar: al diablo
que busca nuestro mal o a Dios que desea nuestro bien?
Recordemos las
palabras de Jesús: “Mas tú…entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).
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