dilluns, 6 de juny del 2016

ECLESIASTÉS 5:12

“Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco, pero al rico no le deja dormir la abundancia”
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). El Señor no está diciendo que a los millones de personas que pasan hambre en el mundo afectado por el pecado les pertenece el reino de los cielos. Dice: “pobres en espíritu”, que lo pueden ser aquellos que son pobres de solemnidad, que no saben donde caerse muertos. “Pobres en espíritu” también pueden serlo personas ricas que nadan en la abundancia pero que en sus corazones sienten que son “pobres en espíritu” y buscan con insistencia a Jesús que les es el Pan de Vida y el Agua viva que satisfacen plenamente las necesidades de sus almas.
El texto que comentamos nos expone un contraste entre la clase trabajadora y la opulenta.
“Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco”. Esta frase debe matizarse. Hoy nos encontramos con muchos trabajadores que tienen dificultades para llegar a fin de mes y que no tienen un dulce sueño. Diversos son los anuncios que venden productos  para dormir. Esto quiere decir que existe un mercado en el que hay potencialmente muchos consumidores de dichos productos. Las estadísticas confirman el incremento exponencial de ansiolíticos en la sociedad occidental. “En paz me acosté, y asimismo dormiré, porque sólo tú Señor me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).
“Pero al rico no le deja dormir la abundancia”. Los desahucios, el desempleo, el empleo precario, los sueldos de hambre, no dejan dormir al trabajador. La incertidumbre de su futuro le quita el sueño, pero la abundancia del rico tampoco deja dormir a aquellos que lo tienen todo. Los ricos se permiten todo tipo de lujos. Están de banqueteo continuo. Se parecen al hombre rico de la parábola del rico y de Lázaro el mendigo “que se visten de púrpura y de lino fino, y hacen cada día banquete con esplendidez” (Lucas 16:19).  Las revistas del corazón se encargan con todo lujo de detalles de asombrar a los trabajadores, despertándoles el deseo de poseer la abundancia de bienes que describen las imágenes. Las comilonas abundantes y todo lo que pueden conseguir con el dinero no ganado honradamente, no les permite conciliar el sueño. Desconocen lo que es un sueño dulce. ¡Cuántos de los que venden felicidad en las revistas del corazón no se los encuentra muertos en la bañera debido a una sobredosis de barbitúricos, de drogas, hospitalizados  en centros de rehabilitación debido alcohol, las drogas, el sexo! “No hay paz para el impío”. Sólo el Señor permite dormir dulcemente tanto al trabajador en su penuria como al rico en su abundancia, porque solamente Él les da la paz que el mundo no les puede proporcionar.

SALMO 68:19

“Bendito el señor, cada día nos colma de beneficios, el Dios de nuestra salvación”
Familiares nos resultan las palabras de Jesús “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). ¿Quiénes son los trabajados y cargados a los que Jesús quiere darles descanso? ¿Estaba tal vez pensando en los adictos al trabajo de nuestros días? ¿En aquellas personas que se levantan cansadas por la mañana y que durante todo el día se lo pasan quejándose de su cansancio? Indirectamente sí porque la adicción al trabajo y el cansancio perpetuo se debe a un problema espiritual no resuelto. Las denuncias que presento son la consecuencia de no estar en paz con Dios. Dicho de otra manera de no tener resuelto el problema de su pecado y de que se sigue estando enemistado con Dios. “No hay paz para los impíos”, dice el Señor.
El profeta Isaías con siglos de antelación anuncia la muerte de Jesús en la cruz del Gólgota, a la vez que desvela el significado de los sufrimientos que el Señor padeció en la cruz. Desde la desobediencia de Adán hasta nuestros días el ser humano ha intentado poner fin a la muerte, sin conseguirlo. La medicina ha hecho progresos espectaculares, pero no vence a la muerte. Las dolencias avisan de que la muerte está agazapada en la esquina, esperando el día establecido por Dios para dar el zarpazo. La paga del pecado es muerte y como todos hemos pecado todos sin excepción moriremos.
Volvamos a Isaías:“Ciertamente llevó Él (Jesús) nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, y el castigo den nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53: 4,5). En tanto no se reconozca que la falta de paz en nuestras vidas se debe a que Jesús no ha llevado nuestras enfermedades, de que no hemos descargado sobre Él nuestro pecado. Por ello no puede otorgarnos la paz que tanto necesitamos. No olvidemos que la vida del impío es como un mar tempestuoso, tempestad del alma que solamente Jesús puede calmar porque su sangre vertida en el Gólgota tiene el poder de limpiar todos nuestros pecados. Cuando por la fe en Jesús el Espíritu Santo aplica en nuestro corazón la sangre de Jesús el creyente goza de la paz de Dios que se escapa a la comprensión humana.
“Bendito el señor, cada día nos colma de beneficios, el Dios de nuestra salvación”




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