dilluns, 20 de juny del 2016

ISAÍAS 55:2

“¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con abundancia”
El ser humano por haber abandonado a Dios que es la luz del mundo se ha convertido  en tinieblas porque quien dirige su vida es el diablo, el príncipe de las tinieblas. Si un ciego anda por territorio  desconocido tropieza con los obstáculos que se interponen en su camino si no va guiado por un lazarillo o un perro adiestrado para este menester. “Un ciego”, dice Jesús, “que guía a otro ciego ambos caen el hoyo” (Mateo 15:14).
Por el hecho de que por nacimiento natural somos hijos el diablo estamos envueltos de tinieblas espirituales que nos impiden tomar decisiones correctas. Es la denuncia que el profeta Isaías hace a su pueblo: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Cuando el profeta se refiere al pan pienso que no se refiere al pan que sirve  de alimento para el cuerpo y al trabajo al esfuerzo que es necesario para ganarse el sustento con el sudor de la frente. Pienso que se refiere a los esfuerzos que el pueblo hacía para saciar su alma prescindiendo de Jesús que es el Pan de Vida.
Observemos a nuestro alrededor y percibiremos el frenesí de las personas para encontrar paz en sus corazones. Los estadios se llenan de personas que apoyan histéricos a sus equipos. Los espléndidos cruceros por idílicos paraísos atraen a muchos turistas que persiguen la felicidad que la publicidad promete van a encontrar. Las personas gastan el dinero en lo que no es pan y el esfuerzo empleado en conseguirlo no sacia. La frustración es el resultado de tanto dispendio de dinero y  esfuerzo.
A quienes se sienten cargados y fatigados por el fracaso, Dios les dice: “Oídme atentamente, y comed el bien, y se deleitará vuestra alma con abundancia”. A continuación dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mi, oíd y vivirá vuestra alma”. Siendo ciudadanos del reino de Satanás no encontraréis lo que vuestra alma necesita. El diablo es un experto en mentir y utiliza el engaño para seguir manteniendo a los in infelices atrapados en su red.
Proverbios se caracteriza por la confrontación entre la insensatez y la sabiduría. Ambas utilizan los areópagos, las plazas públicas para atraer a las personas hacia la insensatez que conduce a la muerte eterna o a la sabiduría que es el camino de la vida eterna. Los seguidores de la insensatez se encuentran ante un dilema: La insensatez ha controlado sus vidas hasta el presente y saben por experiencia el desazón que han encontrado siguiéndola. Ahora saben que el camino de la sabiduría es vida eterna. Se encuentra ante un dilema: ¿Qué camino seguir? Para seguir el camino de la sabiduría deben abandonar el de la necedad. Pedid y se os dará”, dice el Señor. Pedid al Señor que os abra los ojos para que podáis ver en Él el pan de vida que deleitará vuestra vida con abundancia

 

JEREMIAS 4:3

“Porque así dice el Señor a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos
“Y una parte de la semilla cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron”. Es el mismo Jesús que interpreta este texto: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y se hace infructuosa” (Mateo 13: 7,22). Son muchas las personas que se dejan seducir por las riquezas y el afán de este siglo con lo que arruinan sus vidas porque la Palabra de Dios no puede entrar en sus corazones para proporcionarles vida abundante.
La parábola del sembrador da la impresión de que la semilla cae accidentalmente entre espinos, pero el texto que comentamos nos avisa de que debemos tomar la iniciativa para que la palabra   no caiga entre espinos: “Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos”. El hombre debe trabajar denodadamente en limpiar su corazón para que no hayan espinos y se convierta en un terreno fértil  en el que pueda crecer la semilla de la Palabra de Dios y pueda dar fruto abundante.
La salvación indiscutiblemente es obra de Dios. El hombre no puede salvarse a sí mismo porque no puede pagar el alto precio que cuesta la salvación. El Padre al dar a su Hijo recibe el pago que el hombre no puede pagar por su salvación. Pero Dios aporta luz para que el hombre sepa lo que debe hacer para su salvación. “Si te volvieres, oh Israel, dice el Señor, vuélvete a mi” (v.1). Al dejar de dar la espalda a Dios y volverse hacia Él el hombre empieza a arar su corazón para arrancar los espinos que ahogarán la Palabra sembrada: las abominaciones, la injusticia.
“Circuncidaos al señor y quitad el prepucio de vuestro corazón” (v.4), dice el Señor. La circuncisión no es una operación quirúrgica que uno se hace a sí mismo, alguien debe hacérsela. En el caso de la circuncisión del corazón es Dios quien la hace pero no la practica a menos de que el hombre previamente se vuelva al Señor y are el campo de su corazón para limpiarlo de los espinos que impedirían que la Palabra crezca exuberante y dé fruto abundante. Al oír la Palabra la persona que es llamada a ser salva siente la necesidad de desbrozar su corazón, lo ara con esfuerzo y perseverancia para que sea terreno fértil apropiado para recibir en él la semilla de vida que siembra el Sembrador. Para ser ciudadano del reino de los cielos se necesita fortaleza para perseverar hasta el final.  El trabajo de arar el campo no se hace una sola vez y a dormir. No. Además de la maldad que hay en nuestro corazón por el hecho de ser descendencia de Adán, el Enemigo se preocupa de sembrar constantemente cizaña en nuestro corazón para ahogar la Buena Semilla que el Sembrador siembra en nuestros corazones. El trabajo de arar no tiene  vacaciones. Los valiente son quienes se hacen suyo el reino de los cielos.


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