PROVERBIS 17:15
“El que justifica al impío, y el
que condena al justo, ambos son igualmente abominables al Señor”
Vivimos en una sociedad manchada
por el pecado y por ello con un corazón engañoso que nos hace ver las cosas
distorsionadas de tal manera que nos hace decir que lo bueno es malo y lo malo
bueno. Ello nos lleva a un estado de plena confusión porque no podemos tomar
decisiones acertadas. A nuestra sociedad le falta una brújula que le indique el
camino a seguir.
Un ejemplo del desconcierto general es el proyecto de ley que prepara
el gobierno de mariano Rajoy de suavizar los requisitos de honorabilidad,
experiencia y buen gobierno de la banca que junto con los indultos que concede
el gobierno que limpian los expedientes de los delincuentes de cuello blanco,
puedan, personas imputadas en delitos seguir controlando a las entidades
bancarias a las que han defraudado. Junto a este despropósito se encuentran las
penurias por las que pasan aquellas personas a las que se les ha robado
legítimamente (¿) sus ahorros por haber suscrito contratos basura.
El gobierno, con sus cambios legislativos que propone hacer “justifica
al impío”, que no se caracteriza por ser un borracho empedernido, desaseado
en su aspecto. Todo lo contrario: bebe moderadamente en las reuniones sociales,
la sonrisa a flor de labios no le falta nunca, viste prendas de marca,
educación esmerada, su aspecto despierta confianza, pero si se analiza su vida
se descubre que en el fondo es un sinvergüenza. Quien justifica al impío y
condena al justo, es una abominación al Señor.
Una sociedad para funcionar suavemente, sin chirridos que dificultan su
andadura, necesita leyes justa que castiguen al delincuente sea de la clase
social que sea y que protejan al débil de la opresión de los poderosos. No basta
con leyes buenas que causen la admiración en otros países si van acompañadas de
políticos, jueces y ciudadanos impíos para hacer florecer la justicia social.
Hecha la ley hecha la trampa.
Las leyes justas deben ir acompañadas de ciudadanos justos que las
obedezcan. Porque, ¿de que sirve que las leyes sean buenas sobre el papel pero
que se incumplan a la hora de la verdad si quienes tienen que obedecerlas las
odian? Los ciudadanos tienen que ser hombres y mujeres temerosos de Dios, que
en lo profundo de sus corazones le amen y desean serle obedientes a su Ley. No
es suficiente ser cristianos practicantes en lo externo, pero con corazones
alejados de Dios y con labios lisonjeros que en lo profundo de sus almas le
aborrecen. No. Un país no prospera cuando se justifica a los impíos y se
condena a los pobres.
PROVERBIOS 14:28
“En la multitud del pueblo está la gloria del rey, y en
la falta de pueblo la debilidad del príncipe”
En este
texto Salomón nos está diciendo que los gobernantes sin sabiduría son calamidades
públicas y que quienes la posean con su autoridad y poder hacen bien a los
ciudadanos que dependen de su liderazgo. Salomón en este texto insta a los
gobernantes a que gobiernen de tal manera que hagan felices a sus súbditos para
que no tengan la tentación de abandonar su país para buscar más libertad y
facilidad de empleo en otro. La emigración contribuye a empobrecer a la nación
que se queda sin súbditos creadores de
prosperidad.
En la
España de hoy se nota la falta de sabiduría de los gobernantes. Es cierto que
estamos envueltos en una profunda crisis , pero no es menos cierto que esta
crisis, en buena parte, la han fabricado nuestros gobernantes que amando la
gloria personal y el deseo de salir en la foto y asegurarse el voto, se han
lanzado a la construcción de obras faraónicas que no sirven para nada.
Disponemos de aeropuertos sin aviones que aterricen y alcen el vuelo.
Autopistas sin coches que circulen por ellas. Trenes de alta velocidad sin
pasajeros y carentes de medidas de seguridad. A todo este despilfarro se le
debe añadir la corrupción que alcanza límites insospechados que causan que las
arcas públicas estén vacías y se tengan que hacer recortes en educación,
sanidad, investigación, servicios sociales…La mala administración está pasando factura con la emigración de jóvenes universitarios
obligados por el desempleo. La pérdida del valor añadido que la educación a
aportado en estos jóvenes empobrece el país. La necedad de los políticos
arruina a la España que dicen amar tanto. La prosperidad debido al esfuerzo y
sacrificios de muchos años, en unos pocos se ha esfumado por la avaricia de
unos gobernantes ineptos y sin escrúpulos.
Digo
ineptos porque la eficiencia no depende solamente de los títulos universitarios
que cuelgan en los despachos de quienes tienen las riendas del poder. Son
ineptos porque carecen de la sabiduría que produce el temor a Dios y, su
ignorancia en lo que es esencial les conduce a tomar decisiones que son
perniciosas para todos. Para ellos también. Salomón, autor de muchos de los
proverbios que se encuentran registrados en Proverbios pidió sabiduría al Dios,
el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y la recibió. Si nuestros gobernantes
pidiesen sabiduría al Dios de Salomón, también la recibirían. Enderezarían los
caminos torcidos que han llevado a la
pobreza colectiva y los jóvenes ya no tendrían que marcharse para enriquecer a
las naciones que los acojan.
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