dimarts, 3 de setembre del 2013


ESPAÑA DEMOCRÁTICA


<b>La corrupción política ha llegado a tales niveles que con urgencia se precisa hacer algo para evitar que el hedor que desprende no nos asfixie a todos</b>

Un mensaje distribuido por correo electrónico anuncia una iniciativa ciudadana para tratar la Ley de Reforma del Congreso de 2012 (enmienda de la Constitución de España), con el fin de enmendar injusticias, abusos y desarreglos parlamentarios y senadores.

Supongamos que se recogen las 500.000 firmas para presentar la Reforma del Congreso y que se pone en marcha su reforma, ¿conseguirá realmente democratizarlo? ¿Son los mismos políticos que han generado el caos actual y que han perdido la confianza de los ciudadanos quienes deben iniciar el proceso de la reforma de la Constitución? Si se consigue reformar la Constitución, algo imprescindible por obsoleta, y se establecen las bases legales para perseguir la corrupción política, ¿será suficiente para mantenerla a niveles satisfactorios para preservar la democracia de desviarse hacia senderos dictatoriales?

Jordi Ponce Solé con mucho acierto escribe: “Perseguir penalmente la corrupción no conseguirá mantenerla en niveles aceptables para un estado democrático de derecho, como el que queremos para España. Siendo mejor prevenir que curar, la prevención de la corrupción se convierte en una asignatura pendiente e imprescindible”.

El periodista Lluis Amiguet entrevista a Dieter Nohlen, que en su día asesoró a los redactores de nuestra Constitución, diciéndole: - Hoy acusamos a nuestro sistema electoral de favorecer <i>elites extractivas</i> que controlan los partidos, elaboran sus listas y exprimen después nuestros presupuestos. La respuesta que Nohlen da está atiborrada de sentido común: “¡Ojalá cambiando simplemente la ley electoral pudiese impedir el abuso de estas <i>elites extractivas</i>. Pero un país no se puede regenerar reformando solamente  el sistema electoral. Pensar que puedes poner fin a la corrupción y a los defectos de un país únicamente con la reforma de la ley electoral es como creerse que se puede enderezar el rumbo equivocado de una transatlántico añadiéndole un pequeño motor fueraborda”. El entrevistador le espeta a Nohlen: - Purgamos tres burbujas en una: inmobiliaria, de infraestructuras y de cajas. En todas contribuyeron los partidos. La respuesta que da es muy esclarecedora. “Estas burbujas son consecuencias de deficiencias en su cultura democrática y no solamente de su sistema electoral. Se dan países honrados y eficientes y otros disfuncionales y corruptos que tienen el mismo sistema electoral. La diferencia recae en la cultura”. Sin perder de vista la conveniencia de modificar las leyes que favorecen la corrupción nos atendremos a la cultura democrática. Antonio Nello pone fin a su escrito  <i>La amenaza a la democracia</i> con estas palabras: “Juntamente con la lucha contra  la corrupción, indispensable, es necesaria la construcción de una cultura de la ciudadanía, cultura de la honestidad personal, del sentimiento de pertenencia responsable a una convivencia, de la grandeza de la calidad de ciudadano que ha de exigir, pero también ganarse, cada persona”. “Siendo mejor prevenir que curar, la prevención de la corrupción se convierte en una asignatura pendiente e imprescindible”, nos recuerda Jordi Ponce Solé. Es por ello que la democracia no se implanta por decreto ley. Ha fracasado estrepitosamente el intento de convertir a las dictaduras islámicas en democracias que respetan los derechos de sus ciudadanos. España en concreto ha fracasado en sus propósitos de democratizarse porque no basta con querer imitar constituciones más o menos modélicas que rigen en las democracias consolidadas.  Es preciso que todos los españoles sean verdaderos demócratas.

Josep Cuní mira hacia la <i>ética protestante</i> como modelo a seguir para regenerar a la política. Albert Montagut dice: “El proceso del cambio que necesitamos está en la regeneración del sistema mismo y son los políticos quienes deben cambiar su concepto de la función pública y convertir en dogma esta palabra mágica inglesa, que no existe en castellano, catalán o francés, que es <i>accountability</i>: la responsabilidad de la acción pública, el respeto al sistema y el compromiso ante los ciudadanos”. Ambos, Josep Cuní y Albert Montagut se fijan en el modelo político protestante. Alcanzar una España democrática no se consigue intentando copiar un modelo defectuoso sin el soporte que tenían quienes lo crearon. Detrás de la <i>ética protestante</i> luterana y de la <i>accountability</i> británica se escondía la supeditación política a la autoridad absoluta e indiscutible de Dios manifestada en la revelación escrita que se encuentra en la Biblia. La Reforma protestante rompió con el modelo político católico que estaba supeditado a la autoridad  de la Iglesia y del Papa que con indulgencias y otras estratagemas se conseguía eludir la responsabilidad, substituyéndolo por la autoridad suprema de Dios que exige comportamiento ético y responsabilidad ante Dios y los hombres, sin paliativos. No será de más recordar que nuestro déficit democrático remonta al siglo XVI y posteriores en que la Iglesia en connivencia con el Estado persiguieron con saña a los cristianos reformados hasta extirparlos del suelo hispano. El odio a la nueva espiritualidad que se extendía por toda Europa aquí fue seguido por la quema implacable de la Biblia que es la Palabra de Dios. No se podía permitir que los hombres pensasen.  Nuestro déficit democrático tiene su causa.

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