JEREMÍAS 31:3
“El Señor se manifestó a mí hace
ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado, por tanto te he atraído
con misericordia”
¿Cómo salvarse? Pregunta a la
que se le han dado respuestas diversas.
La más común es que debemos hacer un montón de cosas y dejar de hacer otras. A
esto se le llama salvación por obras. El resultado de quererse salvar haciendo
buenas obras y dejando de hacer las malas no es satisfactorio. Siempre queda la
duda de si soy o no salvo. Esta duda es frustrante y causante de muchos
sinsabores.
El texto que comentamos es uno de los muchos que contiene la Biblia que
confirman que la salvación es un regalo de Dios y que el hombre no debe hacer
nada para obtenerla. Que la salvación es un don de Dios muchos cristianos no lo ponen en duda, pero,
junto a la salvación divina se pone un debes: bautizarte, debes guardar el
domingo, debes ir a la iglesia, debes leer la Biblia, debes…
El texto que comentamos hoy además de reafirmar que la salvación es
obra de Dios, tiene una profundidad insondable. ¿Puede la mente llegar a
entender lo que Dios le dice a Jeremías que por el hecho de estar en la Biblia también lo dice a nosotros: “Con amor eterno te he amado”? Es totalmente
imposible discernir la profundidad, la altura y la anchura del amor de Dios. ¡Ah!, si no fuese por el
regalo de la fe nos quedaríamos sin poder disfrutar el consuelo que tales
palabras contienen. “¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de
la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus
caminos! Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fu su consejero?”
(Romanos 11:33,34).
¿Quién puede entender que no somos rescatados de nuestra vana manera de
vivir con cosas corruptibles , como oro o plata, “sino con la sangre
preciosa de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación, ya
destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los
postreros tiempos por amor de nosotros”? (1 Pedro 1:19,20).
El amor eterno de Dios tiene una consecuencia : “te he atraído con misericordia”. A los escogidos de
Dios desde antes de la fundación del mundo, pecadores como somos en Adán y por
lo tanto destituidos de la gloria de Dios, de una manera incomprensible el
Señor nos atrae hacia Él y nos rendimos voluntariamente a su voluntad. Aún
cuando no lo entendemos nos sentimos movidos a decirle: ¡Gracias Señor por tu
misericordia y por el amor eterno con que nos has amado!
HEBREOS 4:12
“Porque la palabra de Dios es más
viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta
partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón”
El obispo de Lleida Joan Piris empieza su escrito dominical: La
Homilía no es lo principal con estas palabras: “Comentaban el otro día unas
personas que se les hacía difícil seguir asistiendo a ciertas Misas porque –
decían has de escuchar ciertas cosas que
no hay quien las pueda aguantar…y, a veces, valdría más que no predicaseis”. El
resto del escrito, haciendo honor al título del artículo, se olvida de la
predicación para enaltecer a la
Eucaristía.
Poco antes de subir Jesús al cielo dijo a sus discípulos: “Y que se
predique en su Nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados en todas
las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). La versión que da
Mateo de las palabras de Jesús, es:: “Por tanto id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (28:19,20).
El libro de Hechos de los apóstoles que relata la expansión de la
iglesia desde Jerusalén hasta el extremo de la tierra detalla de manera muy
cuidadosa que la misión principal de los agósteles y sus discípulos era la predicación basada en el fundamento
apostólico del cual la piedra principal es Jesucristo.
El obispo Peris se equivoca cuando margina la homilía y el vacío que
crea lo substituye por la adoración de la Eucaristía que se debe hacer con
mucho fervor pero que no sirve para la edificación espiritual de los fieles.
Eucaristía, Cena del Señor la llamamos los evangélicos, no consiste en
un acto de adoración a los elementos pan y vino, sino un recordatorio de que
Jesús murió por los pecados del pueblo de Dios y resucitó para darles vida
eterna: “Así, pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa,
la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (1Corintios11:26).
Aunque la Cena del Señor es un
símbolo de la muerte y resurrección de Jesús, el Señor no envió a sus
discípulos a predicar símbolos sino a anunciar por todas partes sus palabras
registradas en las Sagradas Escrituras.
La fe evangélica está fundamentada en la Escritura que es la verdad de Dios
revelada, verdad que puede hacer que los hombres se vean pecadores, se
arrepientan y reciban el perdón de sus pecados por la fe en el Nombre de Jesús.
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