dimarts, 17 de setembre del 2013


2 CORINTIOS 4:16


“Por tanto no desmayamos, antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”

El contexto del versículo que comentamos tiene que ver con la tribulación que el cristiano tiene que padecer a causa de su fe: “Que estamos atribulados en todo mas no angustiados, en apuros, mas no desesperados, perseguidos, mas no desamparados, derribados, pero no destruidos, llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (vv. 8-10).Por la fe en el Jesús muerto y resucitado estamos vinculados en su muerte y en su gloria. Textos parecidos a este echa por los suelos el “evangelio de la prosperidad” que enseña que los cristianos no tienen porque sufrir penalidades si poseen fe. Que los contratiempos se deben a la falta de fe. Esta enseñanza es fatal para la paz y la esperanza del cristiano porque cuando se presenta la enfermedad, el contratiempo, el sinsabor, crea en el cristiano que sufre un choque traumático porque le hace pensar que no posee fe y que por lo tanto está condenado.

“Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (v.11). El sufrimiento de una forma u otra es inevitable. Reconocerlo nos lleva a entender que el cristiano es un vaso de barro, frágil, que contiene la excelencia del poder de Dios lo cual hace posible que en la aflicción levante los ojos hacia el Señor Jesús que está sentado en la diestra del Padre para implorar su ayuda. Para el verdadero cristiano el sufrimiento, sea por causa de Cristo o por el mero hecho de ser un mortal pecador, no le produce desazón. Sabe que es así y en el dolor se fortalece porque se refugia bajo las alas del Todopoderoso.

“Por tanto no desmayamos, antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Me renuevo de día en día? ¿Me fortalezco en el hombre interior?  ¿Se dan signos de lucha espiritual debido al pecado que transportamos o existe somnolencia espiritual que nos ha convertido en pasotas?  Debe ser un motivo de profunda reflexión si junto con el inevitable desgaste del hombre exterior, el corporal, el hombre interior no se renueva de día en día fortaleciéndose en el Señor.


PROVERBIOS 30:8


“No me des pobreza ni riquezas, mantenme del pan necesario”


La filosofía de Agur que resume el texto objeto de nuestra  meditación no es tenida en cuenta por muchos. La gente quiere ser rica a toda costa y al mínimo esfuerzo. De ahí que proliferen la diversidad de loterías que se venden bajo el reclamo de que con lo poco que vale un décimo puedes hacerte millonario. Las loterías gubernamentales se venden disfrazadas de humanismo cuando aseguran que todos los beneficios se destinan a servicios sociales. No es humanismo lo que impulsa a comprar el boleto, sino el afán de ser rico a cambio de unos pocos euros.

Agur no le pide a Dios que si lo hace rico le dará en ofrenda el 10% de lo ganado. No. Sólo le pide que le dé lo suficiente para llegar a final de mes.

Al texto que comentamos le precede “vanidad y palabra mentirosa aparta de mí”. Sin vanidad desaparece de poseer dinero ilegítimamente y sin palabra mentirosa no se engaña a la gente presumiendo de un estatus social que no se posee. La integridad es la clave para vivir sin la ansiedad agobiante que marchita el bienestar del alma. Si uno se conforma con lo que el Señor dadivosamente le ha dado no tiene porque esconder lo que tiene. El engaño esclaviza. La honestidad libera.

“No me des pobreza ni riquezas, mantenme del pan necesario”, le pide Agur a Dios. El contentamiento nace de confiar en Dios como proveedor de todo lo que necesita y aceptando con gratitud lo que la dadivosa mano de Dios provee. El egoísmo destruye  porque nunca da lo que se espera de él. Deja al alma insatisfecha y con el deseo de poseer más con el propósito de apagar el fuego que el egoísmo enciende  en el corazón. Sin contentamiento la vida no es vida y no vale la pena vivirla. Al egoísmo incendiario no lo apaga ni un mar de agua.

Vayamos al Padrenuestro la oración modelo que Jesús enseñó a sus oyentes estando sentado en el monte: ”Padre nuestro que estás en los cielos…el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”  (Mateo 6:9,11). Jesús enseña con mucha claridad que lo que el hombre necesita es depender de Dios. Creer en Él es la base del contentamiento liberador. Como hay muy poca fe en el Padre de nuestro Señor Jesucristo no abunda el contentamiento y como no existe hay  muy poca paz en el corazón. La ansiedad insoportable puede vencerse. La fe en Jesús es la medicina. La pregunta es: ¿Quiere el hombre tomarla?

 

 
 

 

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