PROVERBIOS 11:11
“Por la bendición de los rectos
la ciudad será engrandecida, mas por la boca de los impíos será trastornada”
¿Por qué existe una crisis tan
grave que afecta no solamente a lo económico y social sino también a la moral?
Se debe a la falta de personas rectas que sean de bendición y engrandezcan a
las naciones. Se busca resolver el grave problema que nos afecta mediante leyes
que regulen el comportamiento de las personas
y con medidas represivas. El resultado es el fracaso más estrepitoso. El
texto nos dice que la bendición de los rectos engrandece a la ciudad o a la
nación. Como en Sodoma y Gomorra no se encuentran diez personas justas que
puedan frenar el declive social que conduce a la bancarrota.
¿Dónde se encuentran las personas rectas o justas? Esta clase de
ciudadanos no se forman en los centros escolares y universidades. Hoy en muchos
países se han levantado un buen numero de escuelas y universitades que se rigen
por los más actuales métodos educativos de donde salen muchas personas ilustradas.
Sin embargo o se encuentran demasiadas personas rectas que engrandezcan las
ciudades y naciones. Lo contrario es cierto. Como en Sodoma y Gomorra no
aparecen hoy diez personas justas. La destrucción es la consecuencia de la
falta de ciudadanos que aporten la
bendición que engrandezcan a las naciones.
Las personas no se hacen justas por voluntad de los padres. Se hacen
justas por la fe en el Nombre de Jesús. En Jesús, el injusto se convierte en
justo, cosa que no significa que la tal persona sea sin pecado. En Jesús, al
creyente, la sangre que Jesús derramó en el Gólgota, todos sus pecados le han
sido limpiados. Dios no se los tiene en cuenta. La personas a la cual le han
sido perdonados todos los pecados por la fe en Jesús se convierte en una nueva
persona con inclinaciones radicalmente opuestas a las que tenía antes de la
conversión. Antes de creer en Cristo su tendencias eran hacer el mal. Era un
esclavo del pecado . No podía hacer nada más. En Cristo sus propósitos son
hacia el bien, es un esclavo de la justicia.
A la persona recta además de su comportamiento justo le acompaña Jesús.
Jesús habita en su corazón cosa que le hace sentir compasión por su ciudad y a
interceder por ella para que el Señor la bendiga. Existe mucha corrupción pero
también se dice que se encuentra mucha bondad. Si como dice la Biblia toda cosa
buena procede de Dios, ¿cuánta bondad de la
que existe en nuestras ciudades es el fruto de las oraciones que los
rectos presentan ante el trono de la gracia divina?
JEREMÍAS 28:15
“Entonces dijo el profeta
Jeremías al profeta Hananías: Ahora oye, Hananías: el Señor no te envió, y tú
has hecho confiar en la mentira a este pueblo”
Vayamos a Apocalipsis para ver lo que dice el Señor respecto a la
mentira: “Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el primero y el
último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de
la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad. Pero los perros estarán
fuera, y los hechiceros, y los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y
todo aquel que ama y dice mentira” (22:13-15). La declaración del Señor
es contundente: los que aman y practican la mentira no tienen derecho al árbol
de la vida ni acceso a la Jerusalén celestial. La sociedad actual se
caracteriza por la mentira. Se dicen falsedades como la cosa más natural y las
justificamos porque los otros también las dicen. Pero el Señor abomina la
mentira. No la podemos justificar diciendo que es una mentira piadosa.
El premio de seguir al diablo que es el padre de la mentira es ser excluidos de
la Jerusalén celestial que es lo mismo que decir que los que aman y practican
la mentira están eternamente condenados. No lo digo yo. Lo dice el Señor. Por
lo tanto pensemos detenidamente en el tema.
Volvamos a Jeremías y lo que le dice a Hananías, el falso profeta.
Hananías habla en nombre del Señor asegurando al pueblo que rompería el yugo de
Nabucodonosor, el rey de Babilonia. Que Jerusalén no sería conquistada ni
destruida. Que todo le iría bien a Israel. Jeremías se enfrenta a Hananías y le
dice a la cara: “El Señor no te envió, y tú haces confiar en la mentira a
este pueblo”. Hananías no cruzó la puerta que da acceso a la Jerusalén
celestial porque amaba y practicaba la mentira
en el nombre del Señor. Trágico destino para un hombre que habla mentira
en el nombre de Dios. Pero no es necesario esperar hasta el día final para
recibir el pago que se merecen los mentirosos. He aquí lo que le sigue diciendo
Jeremías: “Por tanto, así ha dicho el Señor: He aquí que yo te quito de
sobre la faz de la tierra, morirás este año, porque hablaste rebelión contra el
Señor”. Lo que dice el texto sobre
el final de Hananías es muy escueto: “Y en el mismo año murió Hananías, en
el mes séptimo”. La recompensa de amar y hacer mentira se empieza a recibir
aquí en la tierra.
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