diumenge, 2 de novembre del 2025

 

MATEO 16: 15    

“Jesús les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que yo soy?”

Jesús y sus discípulos se encentran en la región de Cesarea  de Filipo, región, por cierto, plagada de templos dedicados a las divinidades paganas. En este territorio tan adverso a la fe cristiana, Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres  que es el Hijo del Hombre?” respondieron: “Unos Juan el Bautista, otros Elías, y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Dirigiéndose Jesús  a sus discípulos les pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que yo soy?” Es una pregunta que no tiene escapatoria. El impulsivo Pedro anteponiéndose a sus compañeros, le responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. La respuesta que Jesús da a la declaración de Pedro es algo que tiene que tenerse en consideración: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Las palabras que Jesús dice a Pedro están en sintonía con la enseñanza del apóstol Pablo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no es de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe”  (Efesios 2: 8, 9).

La fe no es una obra meritoria de la que el creyente pueda vanagloriarse. Es un don, un regalo que Dios da graciosamente a quien le parezca. La conversión de Saulo de Tarso, más tarde conocido como el apóstol Pablo. Pablo, siendo fariseo fue perseguidor a muerte de cristianos. Esteban fue víctima del odio de Saulo. Dirigiéndose Saulo a Damasco con el encargo del sumo sacerdote para dar muerte a los cristianos que había en la ciudad, ocurrió algo sorprendente: “Repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo, y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús a quién tú persigues, dura cosa es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9: 1-19). De este encuentro que Saulo tuvo con Jesús, por el poder de Dios apareció en el escenario religioso Pablo de Tarso que de perseguidor de cristianos se convirtió por la gracia de Dios en cristiano. Que de gozar el favor del sumo sacerdote, se convirtió  en diana de la ira sacerdotal.

La conversión de Saulo de Tarso a  Cristo ilustra con luz meridiana la iniciativa de Jesús a la hora de salvar al pecador y la respuesta del hombre a la iniciativa divina.


 

JOSUÉ 9: 14

“Pero no pidieron consejo de la boca del Señor”

Como era imparable el avance de los israelitas por la Tierra Prometida, los gabaonitas diseñaron un plan para impedir su destrucción. Enviaron a unos falsos embajadores a parlamentar con Josué. Antes de emprender el viaje se cubrieron con ropaje viejo y descosido: “Y todo el pan que traían para el camino era seco y mohoso”. Con su aspecto andrajoso, los falsos embajadores simulaban proceder de un país lejano. Se presentaron ante Josué para pactar una alianza con Israel. Las dudas que en un principio pudo tener Josué desaparecieron a ante  las explicaciones que le dieron y su aspecto andrajoso. “Y Josué hizo paz con ellos, y celebró con ellos alianza concediéndoles la vida, y también lo juraron los príncipes de la congregación” (v. 15). Pasado tres días descubrieron que los gabaonitas los  tenían al alcance de la mano.

Josué y los dirigentes de Israel respetaron el acuerdo que habían jurado. Pero el pueblo murmuró por el pacto de paz que sus dirigentes habían concertado con  los  gabaonitas. “Nosotros lo hemos jurado por el Señor Dios de Israel, por tanto ahora no los podemos tocar” (v.19).

El pacto de Josué con los gabaonitas por el hecho de constar en la Biblia que es Palabra de Dios por haber sido Josué inspirado por el Espíritu Santo a incluirlo en las Sagradas Escrituras, por tanto “es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 16, 17). Es de obligado cumplimiento para todos los creyentes en Cristo.

Josué y los dirigentes de Israel juraron dar protección a los gabaonitas. Las quejas del pueblo no les hicieron cambiar de parecer. Acostumbramos a anular las promesas si nos perjudican. Jesús nos dice: “Sea vuestro hablar: Sí, sí, no, no, porque lo que es más de esto, del maligno procede” (Mateo 5: 37). El contexto de estas palabras del Señor es el perjurio, jurar en falso. El Señor nos dice que no tenemos que hacerlo. Tenemos que limitarnos a decir en cualquier circunstancia. Sí o no “porque lo que es más de esto, del maligno procede”, que es el padre de la mentira.  

 

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