dissabte, 15 de novembre del 2025

 

1 SAMUEL 30:6

“Pero David se fortaleció en el Señor su Dios”

El rey Saúl perseguía con furia a David. Éste para evitar ser atrapado abandonó la tierra de Israel y fue a refugiarse en tierra de filisteos con Aquis de Gat. Mientras tanto se está preparando el fin del reinado de Saúl. Los filisteos se están disponiendo para la batalla final. Los príncipes filisteos le dicen a Gat que no se fían de la lealtad de David y de sus hombres. Se retiran y regresan a Siclag donde residían. Al llegar a destino  encuentran a ciudad arrasada por el fuego. Y las familias de David y de sus hombres, secuestradas. La reacción fue: “Alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar” (1 Samuel 30: 4). “Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura del alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas, pero David se fortaleció en el Señor su Dios”  (v. 6).

¿Puede el lector ponerse en la piel de David?  Si lo hace entenderá la angustiosa situación en que se encontraba. Si el lector/a no son personas de fe en el Señor lo más seguro sería que maldeciría a los amalecitas por el daño causado. Podríamos darnos por satisfechos si la cosa terminase así. Lo más probable es que la maldición fuese acompañada de blasfemias contra Dios por haber permitido tal calamidad. Pero David es hombre de Dios que edifica su vida sobre la Roca que es Jesús. La fe en Jesús no inmuniza contra la adversidad. ”Cualquiera, pues, que oye estas mis palabras, y las hace, lo compararé a un hombre prudente, que edificó sus casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó, porque estaba edificada sobre la roca” (Mateo 7: 24, 25).

Jesús hace esta invitación al lector: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11: 28-30).


 

SANTIAGO 2: 19

“Crees que Dios es uno, bien haces. También los demonios creen y tiemblan”

En su escrito: “Una espiritualidad de puerta abierta”, Josep-Lluís Serrano, obispo de Urgell, escribe: “como cristianos aportamos a nuestras comunidades y a nuestra sociedad, y nos sentimos satisfechos de la fe que tenemos. Tener fe es un don que recibimos para crecer y para ponerlo a disposición de  quien tenemos a nuestro lado. Dialogamos con nuestros hermanos sea que tengan fe o que no la tengan”, que podríamos definirla como “haz el bien y no mires a quien”. La espiritualidad de puerta abierta no es la que enseña la Biblia. La espiritualidad que enseñan las Sagrada Escrituras es la de la puerta estrecha que son pocos quienes la poseen. (Mateo 7: 13, 14).

Jesús dice: “Yo soy la puerta, el que por mi entre, será salvo, y entrará y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10: 9). La espiritualidad que enseñan las Sagradas Escrituras es la de la puerta estrecha: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso es el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella, porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7: 13, 14).

Los apóstoles Pedro y Juan son llevados ante el concilio para que expliquen el motivo por el que predican a Cristo. El apóstol Pedro lleno del Espíritu Santo dijo a quienes los juzgaban: “Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel. Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido curado sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por Él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos se salvos” (Hechos 4: 9-12). La predicación apostólica personalizada en el apóstol Pedro en su comparecencia ante el concilio es la de la puerta estrecha, tan estrecha, que solamente Jesús es el camino que conduce al Padre celestial. El anuncio de “Una espiritualidad de puerta abierta” que propone el obispo de Urgell es contrario a la enseñanza Biblia  que se resume en: “No hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres en que podamos se salvos: Jesús de Nazaret que murió en la cruz para salvar al pueblo de Dios de sus pecados.  

 

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