1 SAMUEL 30:6
“Pero David se fortaleció en el Señor su
Dios”
El rey
Saúl perseguía con furia a David. Éste para evitar ser atrapado abandonó la
tierra de Israel y fue a refugiarse en tierra de filisteos con Aquis de Gat.
Mientras tanto se está preparando el fin del reinado de Saúl. Los filisteos se
están disponiendo para la batalla final. Los príncipes filisteos le dicen a Gat
que no se fían de la lealtad de David y de sus hombres. Se retiran y regresan a
Siclag donde residían. Al llegar a destino
encuentran a ciudad arrasada por el fuego. Y las familias de David y de
sus hombres, secuestradas. La reacción fue: “Alzaron
su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar” (1
Samuel 30: 4). “Y David se angustió
mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en
amargura del alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas, pero David se
fortaleció en el Señor su Dios” (v.
6).
¿Puede
el lector ponerse en la piel de David?
Si lo hace entenderá la angustiosa situación en que se encontraba. Si el
lector/a no son personas de fe en el Señor lo más seguro sería que maldeciría a
los amalecitas por el daño causado. Podríamos darnos por satisfechos si la cosa
terminase así. Lo más probable es que la maldición fuese acompañada de
blasfemias contra Dios por haber permitido tal calamidad. Pero David es hombre
de Dios que edifica su vida sobre la Roca que es Jesús. La fe en Jesús no
inmuniza contra la adversidad. ”Cualquiera,
pues, que oye estas mis palabras, y las hace, lo compararé a un hombre
prudente, que edificó sus casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó, porque
estaba edificada sobre la roca” (Mateo 7: 24, 25).
Jesús hace
esta invitación al lector: “Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi
yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi
carga” (Mateo 11: 28-30).
SANTIAGO 2: 19
“Crees que Dios es uno, bien haces. También
los demonios creen y tiemblan”
En su
escrito: “Una espiritualidad de puerta abierta”, Josep-Lluís Serrano, obispo de
Urgell, escribe: “como cristianos aportamos a nuestras comunidades y a nuestra
sociedad, y nos sentimos satisfechos de la fe que tenemos. Tener fe es un don
que recibimos para crecer y para ponerlo a disposición de quien tenemos a nuestro lado. Dialogamos con
nuestros hermanos sea que tengan fe o que no la tengan”, que podríamos
definirla como “haz el bien y no mires a quien”. La espiritualidad de puerta
abierta no es la que enseña la Biblia. La espiritualidad que enseñan las
Sagrada Escrituras es la de la puerta estrecha que son pocos quienes la poseen.
(Mateo 7: 13, 14).
Jesús
dice: “Yo soy la puerta, el que por mi
entre, será salvo, y entrará y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10: 9). La
espiritualidad que enseñan las Sagradas Escrituras es la de la puerta estrecha:
“Entrad por la puerta estrecha, porque
ancha es la puerta y espacioso es el camino que lleva a la perdición, y muchos
son los que entran por ella, porque estrecha es la puerta, y angosto el camino
que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7: 13, 14).
Los apóstoles
Pedro y Juan son llevados ante el concilio para que expliquen el motivo por el
que predican a Cristo. El apóstol Pedro lleno del Espíritu Santo dijo a quienes
los juzgaban: “Gobernantes del pueblo, y
ancianos de Israel. Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho
a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido curado sea notorio a todos
vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el Nombre de Jesucristo de
Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos,
por Él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra
reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del
ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos se salvos” (Hechos 4: 9-12). La
predicación apostólica personalizada en el apóstol Pedro en su comparecencia
ante el concilio es la de la puerta estrecha, tan estrecha, que solamente Jesús
es el camino que conduce al Padre celestial. El anuncio de “Una espiritualidad
de puerta abierta” que propone el obispo de Urgell es contrario a la enseñanza
Biblia que se resume en: “No hay otro Nombre bajo el cielo, dado a
los hombres en que podamos se salvos: Jesús de Nazaret que murió en la cruz
para salvar al pueblo de Dios de sus pecados.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada