HEBREOS 7: 25
“Por lo cual (Jesús) puede también salvar
perpetuamente, a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos. Porque tal Sumo Sacerdote nos conviene, santo, inocente,
sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”
Joan
Josep Omella, cardenal arzobispo de Barcelona cierra su escrito “Todos los Santos y Fieles difuntos”, con
estas palabras: “Ojalá que nadie
muera solo. Ojalá que todos los moribundos al final de la vida, puedan
encontrar el calor de la familia, de la comunidad cristiana y de la sociedad en
general. Pidamos a Dios que un día nos acoja en su seno de amor, donde
viviremos para siempre más con la gran familia de los santos. Que ellos
intercedan por nosotros” ¿Es correcta la petición que hace el cardenal
arzobispo de Barcelona que los santos que gozan de la presencia gloriosa de
Jesús en el cielo pueden interceder por los humanos? Según la Biblia ”toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para refutar, para corregir, para instruir en justicia, a
fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena
obra” (2 Timoteo 3: 16, 17), es totalmente imposible que los difuntos que
gozan de la presencia gloriosa del Señor puedan interceder por los que viven en
la tierra. Entre los difuntos que gozan de la presencia de Dios y los vivos en
la tierra existe un abismo infranqueable que separa los unos de los otros.
“Quien es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que
también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por vosotros” (Romanos 8: 34). Jesús sentado a la diestra del Padre ejerciendo de
Sumo Sacerdote intercede por los suyos para que no les falte la fe. “Por lo cual” (Jesús) puede salvar perpetuamente, a los que por Él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal Sumo
Sacerdote nos conviene, santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores,
y hecho más sublime que los cielos”.
Para
los creyentes en Cristo la muerte no es el final del trayecto, sino la puerta
que tenemos que cruzar para presentarnos delante del trono de la gracia de Dios
en espera de la resurrección de nuestros cuerpos que son templo del Espíritu
Santo.
SALMO 68: 6
“Dios hace habitar en familia a los
desamparados”
Un
problema que se le plantea a la sociedad es la extrema soledad en que viven
muchos ancianos que han enviudado. Se busca la manera de encontrar la forma de
conseguir que la soledad se haga más llevadora. Se pretende hacerlo con los
animales de compañía y por medio de entidades benéficas, residencias de pago,
donde sus familiares pueden visitarlos. Ni los animales de compañía, ni las
visitas de los familiares en las
residencias pueden resolver el problema porque no pueden entrar en lo profundo
del alma que es donde reside la verdadera soledad.
El
texto que comentamos es claro: “Dios hace
habitar en familia a los desamparados”. Sin Dios el corazón de las personas
está vacío. Se intenta solucionar la vacuidad del alma por medio de ayudas externas:
Viajes, espectáculos, fiestas…Mientras no se llega a la ancianidad y se vive en
pareja el vacío no se nota tanto. ¡Ay cuando uno de los conyugues fallece! La
vejez no permite viajar, ir de fiesta, ni distracciones diversas. Nada
satisface. La solución se encuentra en ser un verdadero creyente en Dios el
Padre de nuestro Señor Jesucristo que “hace
habitar en familia a los desamparados” ¿Cómo se las apaña Dios para llegar
a lo más profundo del alma?
El
apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Corintio les dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que
el Espíritu de Dios mora en vosotros?
(1 Corintios 3: 16). Esta es una noticia sorprendente. Yo que soy un
vaso tan frágil, que se rompe con suma facilidad, ¿puedo ser templo de Dios?
¿El infinito viviendo en mí? Sí, Señor. Por la gracia de Dios y por la fe en
Jesús el lector puede convertirse en templo de Dios. En la misma carta a los
Corintios el apóstol escribe: “Y Dios que
levantó al Señor, también nos levantará con su poder…el que se une al Señor, un
espíritu es con Él… ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y no sois vuestros? (2
Corintios 6: 14, 17-18) .Es muy posible que el lector desconozca esta doctrina
que enseña que el creyente en Cristo por el Espíritu Santo se ha convertido en
templo de Dios. Cuando la situación es adversa no es necesario salir
precipitadamente de casa para ir a arrodillarnos ante el sagrario. A Dios por
el Espíritu lo tenemos dentro de nuestro propio cuerpo, es por ello que Dios “hace habitar en familia a los desamparados”.
La soledad existencial no existe para el creyente en Cristo.
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