FALSOS CRISTOS
Si Jesús murió de muerte natural nuestra
esperanza es vana
“Y
estando Jesús sentado en el monte de los Olivos, los discípulo se le acercaron
diciendo: Dinos, ¿Cuándo serán estas cosas, y que señal habrá de tu venida, y
de la fin del siglo?” (Mateo 24:3). Los discípulos de Jesús, igual que
nosotros, estaban interesados en saber
cómo será el fin del mundo. Les dijo que habría cataclismos como nunca habían
acontecido. Parece ser que las catástrofes que nos sacuden nos avisan que el
fin se acerca. En estas cosas no podemos hacer nada, Simplemente esperar. El
Señor anuncia otros acontecimientos en que los humanos podremos participar directamente. De aquello en que
seremos partícipes es de lo que trataremos en este escrito. “Porque vendrán
muchos en mi Nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y muchos engañarán. Y muchos
falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos…Entonces si alguien os
dice: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se
levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y
prodigios, de tal manera que engañarían si fuese posible, aun a los escogidos.
Ya os lo he dicho antes” (vv. 5, 11, 23-25).
Este
aviso de Jesús adquiere rabiosa actualidad ante la distribución islámica de dos
folletos pulcramente editados distribuidos a mano en los buzones. Uno, con el
título: “El profeta de nuestros días ha aparecido en la India”. El otro: “Más
allá de la muerte”.
La
Biblia enseña con claridad meridiana que solo existe un Dios que es el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, el único Salvador. “Este Jesús es la piedra reprobada
por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en
ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12).
La
publicidad islámica dice: “En el corazón de la India, a finales del siglo XIX,
en el pueblo de Qadian, apareció un figura excepcional: Hazrat Mirza Ghulam
Ahmad. El declaró ser el Mesías prometido y el Mahdi esperado por el Islam, así
como la personificación espiritual de Jesucristo para el mundo cristiano,
cumpliendo las profecías de diversas escrituras sagradas anteriores”
¿A
quién tenemos que creer? La Biblia dice: “El nacimiento de Jesús fue así: Estando
desposada su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había
concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería
difamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel
del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas
recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu
Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su Nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:
18- 21). “Porque la sangre de Jesús limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).
Según
la propaganda islámica: “La muerte natural de Jesús: Demostró que Jesús
sobrevivió a la crucifixión y falleció posteriormente de muerte natural,
armonizando la fe, la lógica y la historia”. Si es cierto que Jesús murió de
muerte natural y no resucitó de entre los muertos, los cristianos “somos los
más dignos de compasión de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de
los muertos, primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15: 19,20).
El
apóstol Juan hace una declaración sorprendente. No es necesario esperar a que
aparezcan falsos cristos que anuncien el final del tiempo: “Hijitos, ya es el
último tiempo, y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han
surgido muchos anticristos, por esto conocemos que es el último tiempo” (1 Juan
2: 18). Según Juan ya hace más de 2000 años que nos encontramos en el último
tiempo. El apóstol Pablo remacha el clavo cuando escribe: “Porque estos son
falsos apóstoles, obreros fraudulentos,
que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el
mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también
sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin será conforme a
sus obras” (2 Corintio 11: 13-15).
Jesús
dice que el día y la hora que vendrá a buscar a su pueblo solo su Padre la sabe
(Mateo 24: 36). Ante la incertidumbre que genera el desconocimiento de cuándo
será su venida gloriosa, narra la parábola de las diez vírgenes: cinco sensatas
y cinco necias. Todas ellas esperan la venida del esposo. Las sensatas junto
con las lámparas cogieron aceite. Las necias, solo cogieron las lámparas. “A
media noche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo, salid a buscarlo!” Las necias viendo que se apagaban las
lámparas aprisa y corriendo salieron a comprar aceite. “Mientras las necias
iban a comprar aceite, vino es esposo, y las que estaban preparadas entraron a
las bodas, y se cerró la puerta”. Después volvieron las otras vírgenes y viendo
que la puerta estaba cerrada golpearon a la puerta gritando: “¡Señor, Señor, ábrenos! Mas él
respondió y dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no
sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:
1-13).
La
enseñanza de la parábola es que el tiempo de espera que nos concede el Señor
solo Dios lo sabe y lo tenemos que dedicar viviendo santamente y amando a Dios
sobre todas las cosas. Las necias dedicaron el tiempo de espera que les
concedía Dios pensando en cosméticos, vestidos, placeres… Podríamos resumir su
filosofía de la vida en “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1 Corintios
18: 32). La verdad es: Cuando cerremos los ojos aquí en la tierra y los abramos
en la eternidad, en vez de oír una bienvenida de parte del Señor escucharemos
estas terroríficas palabras: “De cierto os digo, que no os conozco”. Lector,
hoy es el día de tu salvación, mañana tal vez no habrá lugar. No prestes
atención a los susurros de Satanás que siendo padre de mentira te dice que
después de la muerte no hay nada.
Octavi Pereña Cortina
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