IGLESIA SANTA
<b>”Sin
la santidad nadie verá al Señor” (Hebreos 12: 14</b>
EL SUEÑO
“He
soñado que volaba/me elevaba hacia el cielo/cuando estaba lejos de la Tierra/me
transformaba en lucero/de allí estando veía a los pueblos/las plazas y las
ciudades/las montañas más agrestes/y los desiertos tan desolaos/he visto
pueblos en guerra/he visto tantas cosas feas/niños llorando de
hambre/abandonados por las calles/he visto tantas cosa feas/tanta desgracia y
dolor/que me he despertado de súbito/empapado de sudor/no me gustan nada las
guerras/quiero que todos nos amemos/como nos ama a nosotros/aquel niño de
Belén/Él nació para salvarnos/nos ofrece salvación/si aceptamos lo que Él nos
da/el mundo será mucho mejor” (<b>María Carmona</b>.
El
poema es muy emotivo. Puede incluso que nos haga derramar lágrimas a raudales.
Si no llegamos a entender: “quiero que todos nos amemos/como nos ama a
nosotros/aquel niño de Belén/Él nació para salvarnos/nos ofrece salvación/si
aceptamos lo que Él nos da/el mundo será mucho mejor”, las guerras seguirán
matando, destruyendo, empobreciendo, veremos a
niños llorando hambrientos. Por más que se diga que se tiene que tener
memoria histórica para que no se repitan los horrores del pasado, no aprenderemos la lección. Los
corazones que es dónde se forjan las guerras y las injusticias sociales
seguirán engendrando los pensamientos que nos llevan a cometer los crímenes y
las injusticias que se cometen a diario en todos los estamentos sociales,.
Algunas, legalizadas por la ley, quedan impunes, otras son castigadas por la
misma ley con multas y prisión. Da lo mismo, las leyes las hacen los hombres
que son injustos.
En
décadas pasadas la Iglesia Católica bendecía las armas que servirían para
matar, destruir y hacer que niños llorasen hambrientos. Hoy, la Iglesia
Ortodoxa Rusa se pone al lado de Putin. En donde el niño de Belén no haya
nacido en los corazones de los seres humanos no florecerá el amor de Dios que
haría que el mundo fuese mucho mejor que el actual.
“¿De
dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras
pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis,
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar, combatís y lucháis, pero no
tenéis lo que deseáis, porque no pedís, pedís y no recibís, porque pedís mal,
para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4: 1-3). En el Nombre de Dios se
han cometido y se siguen cometiendo horrendos crímenes. En el pasado los
colonizadores cristianos cometieron genocidios entre las poblaciones indígenas.
Recientemente, en nuestro propio país, la Iglesia Católica se puso al lado de
Franco bendiciendo la rebelión contra el gobierno legalmente constituido con la excusa de defender la fe. Las palabras
de Santiago son una denuncia contra un comportamiento nada cristiano. La letra
con sangre entra, dicen los moralistas. España a pesar que se considera un país
cristiano, de hecho es pagano y, como se ha hecho en el pasado se pretende
cristianizar a los paganos con el imperio de la ley y la fuerza del poder
político.
Jesús
nació en un mundo pagano. La iglesia que fundó lo hizo en un mundo pagano y
creció en un mundo pagano. Ni Jesús, ni los discípulos, ni la iglesia
apostólica, jamás plantaron cara a las autoridades de turno. El principio
evangélico que tenía que ser la norma de comportamiento con respecto a las
autoridades paganas es muy claro: “Por causa del Señor someteos a toda
institución humana, ya sea al rey como superior, ya a los gobernadores, como
por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen
bien. Porque esta es la voluntad de Dios, que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1
Pedro 2: 13-15). Téngase en cuenta que estas palabras las escribe el apóstol
Pedro cuando los cristianos sufrían terribles persecuciones. Recordemos como
tienen que comportarse los cristianos en una sociedad pagana: “El reino de los
cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y la escondió en tres
medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (Mateo 13: 33).
Jesús
poco antes de ascender a los cielos no recomendó a sus discípulos que dictasen
leyes que sirviesen para obligar a los paganos a hacerse cristianos. No. Les
dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en todos los del Nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado,
y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo
28: 19, 20). Es responsabilidad de la Iglesia de predicar el evangelio sin
ensuciarlo con enseñanzas no bíblicas. El evangelio de Juan nos narra la
historia de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8: 3-11). Los moralistas de
la época apoyándose en la Ley de Moisés quieren lapidarla. A los santurrones Jesús les dice: “El que de
vosotros esté sin pecado sea el primero
en arrojar la piedra contra ella”. Al oír estas palabras los defensores de la
moral a ultranza “acusados por su conciencia” abandonaron el escenario dejando
solos a Jesús y a la mujer. Cuando no hubo oídos que escuchasen, Jesús le dice
a la mujer: “¿Nadie te condenó? Ella le dijo: Nadie Señor. Entonces Jesús le
dijo: Ni yo te condeno, vete y no peques más”.
Los
cristianos tienen que aborrecer el pecado propio y amar al pecador. No tienen
que ser jueces porque entonces se ponen por encima de la Ley de Dios. En el
caso de la mujer sorprendida en adulterio Jesús nos da el ejemplo a seguir. El
apóstol Pablo nos da otro ejemplo a imitar: “Una mujer llamada Lidia… que
adoraba a Dios, estaba oyendo, y el Señor abrió el corazón de ella para que
estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16: 14). “Así será mi palabra
que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y
será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55: 11). Dios salva, no el
hombre.
Octavi Pereña i Cortina
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