ÉXODO 20: 3,5
“No te harás
imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo…No te inclinarás
a ellas, ni las honrarás”
Esta cita del Decálogo es suficiente clara y
entendedora. Como los hombres pretenden ser más papistas que el papa, creyéndose
sabios se convierten en necios cuando envueltos en el esplendor de un concilio
dictan sentencia: “Es necesario rendir honor y veneración digna a las imágenes,
no porque en ella haya alguna divinidad o virtud que precia honrar o invocar,
sino solamente porque veneramos por ellas lo que representan. Cuando nos
quitamos el sombrero o nos arrodillamos
delante de ella, adoramos a Cristo que la imagen representa” (Concilio
de Trento).
Tratar el tema de la idolatría viene al caso
debido a la prolongada sequía que hará “asolada
la tierra a causa de sus moradores, por el fruto de sus obras” (Miqueas 7:
13). E profeta advierte que el desierto en que se ha convertido Israel se debía
al pecado de sus habitantes. Las palabras del profeta Jeremías son muy oportunas
para solventar la crítica situación ecológica actual que nos puede llevar a una
hambruna universal: “¿Hay entre los
ídolos de las naciones quien haga llover? ¿Y darán los cielos lluvias? ¿No eres
tú, Señor, nuestro Dios? En ti, pues,
esperamos, pues tú hiciste todas esta cosas” (Jeremías 14: 22). Muchos son
los textos que relacionan las sequías con el pecado del pueblo y que el
arrepentimiento hace que Dios convierta el sequedal en vergel.
En estos días (abril 2023) el canal de
televisión TV13, popularmente conocido como la televisión de los curas, anuncia
una edición audible de la Biblia para acercar la Palabra de Dios al pueblo. La
pregunta que me hago es: ¿De qué sirve fomentar el conocimiento bíblico si
quienes deberían dar ejemplo de conocerla y obedecerla no se la saben ni por el
forro? Es muy oportuno tratar el tema de la idolatría en ese tiempo de sequía.
En una fotografía aparece el obispo de Solsona presidiendo una procesión
encabezada por la imagen de la Madre de Dios del Torrents transportada a
hombros. ¿Es que el obispo de Solsona que tendría que ser docto en el
conocimiento bíblico desconoce el salmo que denuncia la procesión por él
presidida? El salmo 115 denuncia su comportamiento nada pastoral: “Nuestro Dios está en los cielos, todo lo que
quiso ha hecho. Los ídolos de ellos son plata y oro, obra e manos de hombres.
Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; tienen narices, mas no
huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con
su garganta” (vv. 3-7).
La procesión mencionada fue el resultado de
una iniciativa popular propiciad por la extrema sequía actual. El obispo de
Solsona ha perdido la oportunidad de oro de instruir a sus feligreses en los caminos del Señor según enseña la Biblia. Ha
dejado escapar la ocasión de guiar a las ovejas descarriadas que el Buen Pastor
le ha confiado para que las lleve al redil a salvo de las garras de Satanás.
GÉNESIS 39: 20, 21
“Y tomó su
amo José y lo puso en la cárcel…Pero el
Señor estaba con José y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”
Se dan situaciones en que las personas se
encuentran inmensamente solas. Nos podemos imaginar la soledad de José en
representación de todos los encarcelado, de los ancianos recluidos en una
residencia, de los enfermos confinados en la habitación de un hospital, de los
que en medio de una multitud se sienten solos. Se dan múltiples circunstancias
en las que internamente nos sentimos solos. Se intenta superar la soledad del
alma con múltiples actividades que nos distraen y que no llenan el vacío
existente en lo más profundo de nuestra alma. Momentáneamente nos sentimos
acompañados en apariencia. En realidad no lo estamos. Nos sumergimos en una
vorágine de actividades con lo que se consigue que la angustia, la ansiedad…nos
consuman.
La persona que no tiene a Dios en su corazón
puede incluso ser muy religiosa. La práctica religiosa se convierte en un dueño
que esclaviza con sus exigencias. Pero Dios no acepta la religiosidad externa.
Se fija en el corazón y se da cuenta que está vacío. El Señor quiere que seas
feliz. Que tengas un corazón gozoso. Se acerca a ti para decirte: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si
alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y comeré con él, y él
conmigo” (Apocalipsis 3: 20). “Dios
hace habitar en familia a los desamparados” (Salmo 68: 6).
El pecado produce un estruendoso ruido dentro
del corazón que no permite oír la dulce y suave voz del Señor que como “silba apacible” susurra al oído: Estoy
a la puerta y te llamo. Ábrela y entraré en ti y permaneceré para siempre en tu
alma. Estés donde estés: En la habitación de un hospital, aislado en la celda
de castigo d una cárcel, solitario en medio de la multitud, Jesús es el
verdadero amigo de los pecadores. Por ser humano eres pecador. Confiesa tus
pecados a Jesús. Él te perdonará como lo hizo con el ladrón que colgaba a su
lado en la cruz que volviendo en sí le dijo al Señor clavado en la cruz que
tenía a su lado: “Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino”. Jesús le dijo: “De
cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 42, 43).
Tal vez no te encuentres en el umbral de la muerte. Quizás tardes años en
fallecer. Quizás la oportunidad que tienes ahora de arrepentirte no se te
vuelva a presentar. Si le dices a Jesús ahora: Acuérdate de mí ahora que estás en tu reino, ten por cierto
que comenzarás a disfrutar el paraíso aquí en la Tierra
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