TESTIMONIO CRISTIANO
<b>¿Quién
convierte en santos a personas pecadoras? </b>
<b>Ima
Sanchís</b> entrevista a <b>Miguel Hurtado</b> que fue
víctima de pederastia en la abadía de Montserrat por el monje <b>Andreu
Sales</b>. De la entrevista destaco el siguiente texto que afirma “que se
quejó cuatro veces a dos abades que no denunciaron al delincuente a la
justicia, ni intentaron encontrar otras víctimas, no lo sancionaron
canónicamente expulsándolo de la vida religiosa. Simplemente lo trasladaron a
otro monasterio. Perdí la fe. El papa <b>Juan Pablo II</b>, desde
mediados de los años ochenta conocía el terrible problema de pederastia que
sufre la Iglesia. El padre <b>Thomas Doyle</b> abogado canónico en
la embajada del Vaticano en Washington le entregó un informe demoledor. Pero se
negó a tomar medidas para castigar los abusos a niños, ¿de verdad cree que es
un santo?” Este texto contiene tres temas que merecen ser tratados
independientemente.
Según
<b>Miguel Hurtado</b> el padre <b>Thomas Doyle</b> le
entregó al papa <b>Juan Pablo II</b>, un informe demoledor sobre la
pederastia en el seno de la Iglesia Católica que fue a parar en el cajón del
olvido. El apóstol Pablo trata el tema de la disciplina eclesiástica en el seno
de una iglesia local que tiene que ver con el sexo. Escribiendo el apóstol a la
iglesia en Corintio, dice: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación
cual ni aun se entre los gentiles, tanto que alguno tiene la mujer de su padre,
y vosotros estáis envanecidos. ¿No
deberíais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de
vosotros el que cometió tal acción?” (1 Corintios 5: 1,2). La congregación con
sus pastores eran indiferentes al atropello. Miraban hacia otro lado. El
apóstol les dice: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de
levadura leuda toda la masa?” (v. 6). Durante años la Iglesia Católica ha
permitido que la pederastia acampase como ancha es Castilla. Soterradamente se
ha ido infiltrando en todos los ámbitos eclesiales. Como dice Jesús: “Nada hay
encubierto que no haya de ser manifestado,
ni oculto, que no haya de saberse” (Mateo 10: 26). Impetuosamente ha
salido a la luz pública causando el descrédito de la Institución. Los
responsables de no haber cortado a tiempo el inicio de la epidemia tendrán que dar cuenta al Señor de la iglesia
porque su conducta ha provocado que se blasfeme el Nombre del Señor. El
resultado de que no se aplicase la disciplina correspondiente al pederasta que
actuaba impunemente en el monasterio de Montserrat ha sido que el adolescente
afectado haya “perdido la fe”. Duras son las palabras que Jesús dirige a los
muchos Andreses Salas maltratan la fe de niños y adolescentes: “y cualquiera
que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí mejor le fuera que
se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en
lo profundo del mar. Ay del mundo por
los tropiezos! Porque es necesario que vengan los tropiezos, pero, ¡ ay de
aquel hombre por quien viene el tropiezo” (Mateo 18: 6, 7).
La
periodista le dice a <b>Miguel Hurtado</b>: “También protestó
contra la canonización de <b>Juan Pablo II</b>. El entrevistado,
visto la negativa del papa de tomar
medidas disciplinarias contra los clérigos que abusan de menores, el afectado
por la pederastia clerical que ahora tiene 37 años, pregunta: “¿De verdad
alguien se cree que es un santo?”
Cada
ciudad, cada villa, cada pueblo al menos
tienen un santo patrón/na protector. Los medios de comunicación que
informan de las celebraciones festivas, con toda naturalidad citan los nombres
de los protectores de las poblaciones como si fuesen ídolos del deporte. Al
lector le pregunto: ¿Sabe realmente qué es un santo? Según la Iglesia Católica
santos son personas fallecidas que tras un largo proceso que se inicia antes de
la beatificación concluye con la declaración de santo/a. Es decir un proceso
que por ser humano es lleno de
contradicciones. En el caso del papa, uno de los títulos que tiene es “Su
santidad”. El título concede la
condición de santo a quien se le otorga. Si el papa es santo, ¿por qué
canonizarlo? Dejemos a un lado el concepto católico de la santidad que es un
mar de confusión y acerquémonos al Nuevo Testamento para descubrir lo que tiene
que decirnos al respecto. No se necesitará ser doctor de la “Santa Madre
Iglesia” para entender el significado bíblico de la santidad. Basta con saber
leer con ojos libres de prejuicios. El apóstol Pablo escribiendo a la iglesia
en Corinto, les dice: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los
santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en
cualquier lugar invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y
nuestro” (1 Corintios 1: 2). El apóstol considera santos a personas vivas que
creen que Jesús es su Señor y Salvador. A estas personas, seguramente muchas de
ellas iletradas, les dice: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios
respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la santificación del Espíritu y la
fe en la verdad” (“2 Tesalonicenses 2: 13). Ninguna intervención humana en la
declaración de santo de parte de Dios.
Los
santos no son personas fallecidas. La Biblia nos dice que son personas
normales. No son dioses que realizan milagros. Son personas imperfectas con
muchas debilidades que por la santificación del Espíritu luchan diariamente
para abandonar la pasada manera de vivir que practicaban cuando se encontraban
en la incredulidad y se revisten de la
nueva que es en Cristo. Son hombres y mujeres de carne y huesos que dan
testimonio de la salvación que han recibido por la fe en el Nombre de Jesús. La
santidad cristiana no es obra humana sino divina.
“¡Ay de
los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño, dice el Señor!”
(Jeremías 23: 1).
Octavi Pereña i Cortina
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