ROMANOS 2: 28
“Pues no
es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne”
La
práctica religiosa aun cuando se realice con mucho fervor no significa que el
practicante sea un verdadero hijo de Dios. Jesús lo expresa claramente cuando
le dice a Nicodemo, fariseo y principal entre los judíos, que de noche fue a
visitar a Jesús: “De cierto, de cierto te
digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:
3). El fanatismo religioso de
Nicodemo no satisfacía su alma sedienta
del agua viva que es Jesús. Es por esto que Jesús le dice al fariseo: Nicodemo,
tienes que nacer de nuevo. Jesús destaca: “De
cierto, de cierto te digo que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que es
nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido el Espíritu, espíritu es”
(vv. 5, 6). Jesús le viene a decir al principal entre los judíos: tú está
circuncidado en la carne como señal de que formas parte del pueblo de Israel
nacional, pero tu corazón es incircunciso por lo que no formas parte del pueblo
de Dios. Tú has nacido en la carne y la
carne no puede entrar en el reino de Dios. Tienes que nacer del Espíritu
para poder entrar en el reino de Dios. ¿Cómo se produce el nacimiento del
Espíritu? Solamente por la fe en Jesús que es el Salvador que muere por los
pecadores y resucita para darles vida eterna. En esencia esto es nacer de
nuevo.
Lo más
probable que el lector de este
comentario pertenezca a un país católico y por lo tanto influenciado por la
doctrina de la Iglesia Católica. Tendrás
noción que por haber sido bautizado de niño el agua bautismal borra el
pecado original y automáticamente entras a formar parte del pueblo de Dios.
También sabrás que si confiesas tus pecados a un sacerdote, éste te dice: “Yo
te absuelvo” y, con la absolución una penitencia que suele consistir en un
padrenuestro y tres avemarías. En el funeral el sacerdote elogia tus virtudes
cristianas y la persona maravillosa que eras. Rocía clon agua bendita el ataúd
y te envía directamente al cielo. No creas estas mentiras. Si no has nacido del
Espíritu cuando abras los ojos en la eternidad lo vas a hacer encontrándote en
el infierno.
En
vida, si te preguntan por la religión que practicas podrás responder católico o
protestante. Tu afiliación religiosa no es un pasaporte que te abre la puerta
del cielo. Si no has depositado la fe en Jesús, que es un don del Espíritu
Santo no eres un hijo de Dios. Al igual que Nicodemo a quien Jesús le dijo que
tenía que nacer del agua y del Espíritu, tú, lector, también tienes que nacer
de nuevo. Si este nacimiento espiritual no lo has experimentado sigues siendo
un “nacido de la carne” y, la carne no puede heredar el reino de los cielos.
SALMO 81: 6
“He quitado la carga de su espalda, y sus
manos se liberan del capazo”
El
lenguaje del salmista es simbólico. Utiliza símbolos materiales para instruir
espiritualmente. Lo que realmente aflige
al hombre no es un trabajo duro. El cansancio físico desaparece con un
dormir reparador. El peso que no se quita nunca de sobre las espaldas es la
carga del pecado que es muy agobiante. Una imagen de ello la tenemos en
aquellos obreros que en régimen de semi esclavitud acarrean pesados fardos
sobre sus espaldas. Esta imagen representa a las mil maravillas el peso del
pecado que es más fatigoso que un saco de carbón sobre la espalda.
La
carga que representa el pecado no perdonado por Jesús los hombres se la quieren
quitar de encima mediante técnicas seudo religiosas: yoga y las diversas
técnicas de meditación orientales, la atención sicológica y de siquiatría. Los
tratamientos farmacológicos atacan los síntomas pero no curan el pecado que es
el causante del cansancio crónico que provoca.
El
salmista trae a la memoria la dura servidumbre que padeció el pueblo de Israel
durante su estancia en Egipto (v. 5). Egipto representa a Satanás que esclaviza al pueblo de Dios. “Ahora el príncipe de este mundo será echado
fuera” (Juan 12: 31). Con la muerte
y resurrección de Jesús “y cuando Él
venga” (el Espíritu Santo) “convencerá
el mundo de pecado, de justicia y de juicio…y de juicio, por cuanto el príncipe
de este mundo” (Satanás) “ya ha sido
juzgado” (Juan 16: 8-11). Queda por hacer que “el diablo, que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre,
donde estaban la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche
por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20: 10).
De
momento el diablo posee una cierta libertad de movimiento, por cierto limitada
porque los límites de su libertad los pone Dios. Durante este período de tiempo
en que los movimientos de Satanás los controla Dios el diablo lo aprovecha para
cargar con fardos pesados en quienes son sus esclavos. A los esclavos del
diablo Jesús les transmite un mensaje de liberación: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan
8: 36). Desconozco si el lector es un esclavo de Satanás o no. Si lo es no
tiene por qué seguir sirviéndole. El diablo es muy poderoso pero Jesús el
Libertador lo es mucho más. El diablo por más resistencia que ponga para
impedir que sus esclavos huyan, si el esclavo hace caso de la invitación de
Jesús: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11: 28). A Satanás no
le quedará más remedio que tener que abrir el puño y que el esclavo vaya a gozar la libertad que tiene en Cristo.
La carga que oprime es quitada.
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