EZEQUIEL 8: 6
“Y me dijo entonces: Hijo del hombre, ¿no ves
lo que estos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí
para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones
mayores”
El
profeta Ezequiel se encuentra exilado en Babilonia. El siervo de Dios tiene una
visión del Señor: “Y el Espíritu me alzó
entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén” (v.
3). El profeta contempla lo que ocurre en el interior del templo. Mientras
miraba, el Señor le dice: “Hijo de hombre
¿no ves lo que estos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel
hace para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones
mayores” (v. 5).
Durante
la visión el Señor le dice al profeta: “Hijo
de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en
tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque ellos dicen: No
nos ve el Señor, el Señor ha abandonado la tierra” (v. 12). Estos representantes
del pueblo de Israel cometían todas las abominaciones que describe Ezequiel
porque creían que Dios no los veía. Pensaban que podían cometer con toda
impunidad los actos abominables que irritaban los ojos del Señor. Se
equivocaban.
“Pues yo, el Señor, procederé con furor, no
perdonará mi ojo, ni tendré misericordia, y gritarás a mis oídos con gran voz,
y no los oiré”
(v.18).
La
revelación que Jesucristo le hace al apóstol Juan que estaba recluido en la
isla de Patmos. El Señor Jesucristo le redacta unas cartas que tiene que
escribir a las siete iglesias de Asia, hoy Turquía. A todas ellas les dice: “Yo conozco tus obras”. Jesucristo
observa en medio de los candeleros” (Apocalipsis
1: 13). Para que no quede ninguna duda
del significado de los candeleros, especifica: “Y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias” (v.
20). De la misma manera que los ancianos de Israel decían: “No nos ve el Señor, el Señor ha abandonado la tierra”, en las
iglesias cristianas anda muy arraigada esta misma creencia. Nos equivocamos en
el diagnóstico. El Señor contempla en tiempo real todo lo que ocurre en ellas.
Pienso que se tendría que tener presente, porque todavía queda tiempo para
rectificar,lo que el Señor le dice a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que no eres frío ni
caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente. Pero por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, te vomitaré de mi boca” (3: 16). El pasotismo conduce a que el
Señor aborrezca al indiferente.
SALMO 143: 11, 12
“Por el honor de tu Nombre, Señor, hazme
revivir, en tu justicia saca mi alma de la angustia. Y por tu misericordia
acaba con mis enemigos, y destruye a todos los enemigos de mi alma, porque soy
tu siervo”
Yendo
por la calle oí a dos mujeres que iban andando delante de mí. Una de ellas, más
o menos le dice a la otra: Ya tengo bastantes problemas como para atender a los
de otra. Es bueno y saludable tener a
alguien con quien compartir las penas, pero es mucho más beneficioso compartirla
con el Señor Jesucristo, pues a fin de cuentas, el Padre cargó en el Hijo “el pecado de todos nosotros” (Isaías
53: 6) que muriendo en la cruz ocupando el lugar que nosotros teníamos que
ocupar, su sangre derramada limpias todos los pecados de las personas que creen
en Él. La plena redención no será efectiva hasta el día de la resurrección
cuando Jesús en su gloria venga a buscar
a su pueblo. En tanto no llegue este día estamos obligados a acarrear el peso
del pecado que nos asedia.
No hace
falta acudir al médico para que nos recete unas pastillas para combatir l
ansiedad, el insomnio, el estrés, la fatiga laboral…La publicidad televisiva
suplanta al médico y nos receta el producto X que nos aliviará del peso que
agobia a nuestra alma. Las pastillas sedan, pero no curan.
El
salmista nos lleva a Jesús, el verdadero Médico que entra en las profundidades
del alma para curar sus dolencias. Apela al honor del Nombre del Señor para que
le haga revivir en su justicia. El pecado, si no se le trata con la sangre de
Jesús, marchita el alma. La convierte en un desierto estéril. El Nombre de Jesús la hace revivir. Jesús que es el
agua viva, si riega el alma, convierte el desierto estéril en un jardín lozano.
Elimina la angustia del alma y la llena de la paz de Dios que excede al
conocimiento humano.
El salmo
143 lo escribió el rey David. Como soldado que era su autor emplea términos
militares para describir el estado de su alma. Amparándose en la misericordia
del Señor, le dice: “Acaba con mis
enemigos, y destruye a todos los enemigos de mi alma”. Puede hacer esta
súplica “porque soy tu siervo”. El
Señor feudal estaba obligado a defender a sus súbditos de sus enemigos. La
Biblia ilustra esta obligación señorial con Josué yendo a proteger a sus
siervos gabaonitas. David como siervo del Señor que es acude a Él para que le libere de los enemigos
que dañan su alma. Si el lector todavía no considera que Jesús sea su Señor,
siga el ejemplo de los gabaonitas que en tiempo de peligro acudieron a Josué
para que los protegiera de sus enemigos. Si el lector acude humildemente al
Señor Jesús, diciéndole: “Señor, ten
piedad de mí pecador”, Él como Señor de tu persona te concederá la
protección de los enemigos de tu alma, librándote de tus temores. “La paz de Dios que excede la comprensión
humana”, llenará tu alma de gozo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada