1 PEDRO 5: 7
“Echando toda vuestra solicitud en Él, porque
Él tiene cuidado de vosotros”
Él, es
el Señor Jesús en quien el apóstol Pedro nos exhorta a echar sobre Él toda
nuestra ansiedad. Recorriendo Jesús todas las ciudades y aldeas, “al ver las multitudes tuvo compasión de
ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen
pastor” (Mateo 9: 36). Con mucho acierto el apóstol Pedro aconseja a sus
lectores que echen toda su ansiedad sobre Él porque Jesús es el Buen Pastor que
cuida de nosotros porque considera que somos sus ovejas por las que da su vida.
La
ansiedad forma parte del grupo de dolencias que se conocen como “enfermedades
mentales” que hoy hacen estragos porque las personas comportándose como ovejas
que no tienen pastor no saben a dónde ir a buscar el socorro que necesitan. Viviendo en la opulencia
deambulan desorientadas por un desierto amenazador. Viendo Jesús a aquellas
personas/ ovejas descarriadas tan apuradas, dice a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, pero los
obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”(vv.
37, 38). Pedro que recoge el guante acepta el encargo de ser un obrero, un pastor que lleva ovejas extraviadas al redil
del Buen Pastor. Consintamos que Pedro nos lleve al salmo 23 que describe a
Jesús como el Buen Pastor que con tanta urgencia necesitamos encontrar para que
calme la angustia que anida en nuestros corazones. El salmo 23 es una parábola
que de una imagen campestre nos da una vivificante instrucción espiritual.
“El Señor es mi Pastor, nada me faltará, en
lugar de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me
pastoreará, confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su
Nombre”
(vv.1-3). En nuestro país todos tenemos alimentos en la nevera. Pero el confort
material no nos quita la mucha ansiedad, el mucho estrés, la mucha depresión. Para combatir todos estos
síntomas se ingieren millones de pastillas diariamente. Bien podemos decir que
somos una sociedad sedada. Por ignorar que Jesús es el Buen Pastor que
necesitamos urgentemente porque andamos”
en valle de sombra de muerte”. En
medio de cierto bienestar económico que gozamos nos sentimos ser las personas
más desgraciadas del mundo. La variedad de diversiones que nos proporciona el
mundo no nos liberan del fuerte malestar que existe en el interior de nuestras
almas.
La vara
y el cayado del Buen Pastor nos infunden aliento (v. 4b). Jesús, el Buen Pastor
te dice: “La paz te dejo, mi paz te doy,
yo no te la doy como el mundo la da” (Juan 14: 2). La paz que da el mundo
produce insatisfacción y causa las “enfermedades mentales” que tanto
sufrimiento producen. Si no has gustado la miel desconoces qué es su dulzura.
Si Jesús no es tu Buen Pastor ignoras qué es la paz que da.
JUAN 3: 2
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no
se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando Él se
manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos tal como Él es”
Con
cierta frecuencia nos preguntamos si somos salvos. La pregunta nos la hacemos
porque muchas veces nos comportamos como la gente de este siglo. Cuando nos
hacemos la mencionada pregunta un escalofrío nos sacude ante el temor de que no
seamos verdaderos hijos de Dios. Por fe somos salvos, no por obras. La fe es un
regalo de Dios que nos permite creer que Jesús es el Salvador y que fuera de Él
la salvación no es posible. Si el Espíritu Santo hace que confesemos que Jesús
es el Señor y Salvador no tenemos por qué tener miedo: somos salvos.
El
apóstol Juan escribiendo sin especificar a qué iglesia, a los verdaderos
cristianos que se encuentren en cualquier iglesia local en este mundo les dice:
“Ahora somos hijos de Dios”. Sin
lugar a dudas: todos quienes han creído que Jesús es el Salvador son hijos
adoptivos de Dios el Padre. Tal vez nos preguntaremos: ¿la fe en Jesús nos hace
perfectos? El texto que comentamos lo desmiente y nos da autoridad para
desmentir a quienes pregonan que si no somos perfectos se deba a que no tenemos
fe o la fe que tenemos es deficiente. El apóstol Juan contradiciendo a los
predicadores que anuncian el perfeccionismo que nos espanta, nos tranquiliza al
escribir: “ahora somos hijos de Dios, y
aun no se ha manifestado lo que hemos de ser”. Cierto es que Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos como, vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto” (Mateo 5: 48). Jesús no dijo que sus seguidores tuviesen que ser
perfectos ahora, Les dice que busquen la perfección. A pesar de las caídas no
os desalentéis. Volved a levantaros y a seguir intentando dar en la diana. El
apóstol Pablo no se avergüenza decir que no ha conseguido hoy, pero prosigue la
carrera hasta alcanzarla,
El
apóstol Juan nos quita un gran peso de sobre nuestras espaldas al escribir: “Aun no se ha manifestado lo que hemos de
ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a Él porque
le veremos tal como Él es”. En el día de la resurrección, cuando la muerte
haya sido vencida por la inmortalidad, el pecado desterrado, la corrupción
absorbida por la incorrupción, el deseo de Jesús de que seamos perfectos como
el Padre celestial es perfecto se habrá cumplido. En tanto no llegue este día y
el Señor siga manteniéndonos en esta tierra contaminada por el pecado tendremos
que luchar infatigablemente contra la imperfección. Caeremos sí. Nos
levantaremos también sabiendo que la victoria de Jesús sobre el pecado y la
muerte es nuestra victoria.
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