diumenge, 25 de setembre del 2022

 

1 PEDRO 5: 7

“Echando toda vuestra solicitud en Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”

Él, es el Señor Jesús en quien el apóstol Pedro nos exhorta a echar sobre Él toda nuestra ansiedad. Recorriendo Jesús todas las ciudades y aldeas, “al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9: 36). Con mucho acierto el apóstol Pedro aconseja a sus lectores que echen toda su ansiedad sobre Él porque Jesús es el Buen Pastor que cuida de nosotros porque considera que somos sus ovejas por las que da su vida.

La ansiedad forma parte del grupo de dolencias que se conocen como “enfermedades mentales” que hoy hacen estragos porque las personas comportándose como ovejas que no tienen pastor no saben a dónde ir a buscar el socorro  que necesitan. Viviendo en la opulencia deambulan desorientadas por un desierto amenazador. Viendo Jesús a aquellas personas/ ovejas descarriadas tan apuradas, dice a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”(vv. 37, 38). Pedro que recoge el guante acepta el encargo de ser un obrero, un pastor que lleva ovejas extraviadas al redil del Buen Pastor. Consintamos que Pedro nos lleve al salmo 23 que describe a Jesús como el Buen Pastor que con tanta urgencia necesitamos encontrar para que calme la angustia que anida en nuestros corazones. El salmo 23 es una parábola que de una imagen campestre nos da una vivificante instrucción espiritual.

“El Señor es mi Pastor, nada me faltará, en lugar de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará, confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su Nombre” (vv.1-3). En nuestro país todos tenemos alimentos en la nevera. Pero el confort material no nos quita la mucha ansiedad, el mucho estrés,  la mucha depresión. Para combatir todos estos síntomas se ingieren millones de pastillas diariamente. Bien podemos decir que somos una sociedad sedada. Por ignorar que Jesús es el Buen Pastor que necesitamos urgentemente  porque andamos” en valle de sombra de muerte”. En medio de cierto bienestar económico que gozamos nos sentimos ser las personas más desgraciadas del mundo. La variedad de diversiones que nos proporciona el mundo no nos liberan del fuerte malestar que existe en el interior de nuestras almas.

La vara y el cayado del Buen Pastor nos infunden aliento (v. 4b). Jesús, el Buen Pastor te dice: “La paz te dejo, mi paz te doy, yo no te la doy como el mundo la da” (Juan 14: 2). La paz que da el mundo produce insatisfacción y causa las “enfermedades mentales” que tanto sufrimiento producen. Si no has gustado la miel desconoces qué es su dulzura. Si Jesús no es tu Buen Pastor ignoras qué es la paz que da.


 

JUAN 3: 2

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos tal como Él es”

Con cierta frecuencia nos preguntamos si somos salvos. La pregunta nos la hacemos porque muchas veces nos comportamos como la gente de este siglo. Cuando nos hacemos la mencionada pregunta un escalofrío nos sacude ante el temor de que no seamos verdaderos hijos de Dios. Por fe somos salvos, no por obras. La fe es un regalo de Dios que nos permite creer que Jesús es el Salvador y que fuera de Él la salvación no es posible. Si el Espíritu Santo hace que confesemos que Jesús es el Señor y Salvador no tenemos por qué tener miedo: somos salvos.

El apóstol Juan escribiendo sin especificar a qué iglesia, a los verdaderos cristianos que se encuentren en cualquier iglesia local en este mundo les dice: “Ahora somos hijos de Dios”. Sin lugar a dudas: todos quienes han creído que Jesús es el Salvador son hijos adoptivos de Dios el Padre. Tal vez nos preguntaremos: ¿la fe en Jesús nos hace perfectos? El texto que comentamos lo desmiente y nos da autoridad para desmentir a quienes pregonan que si no somos perfectos se deba a que no tenemos fe o la fe que tenemos es deficiente. El apóstol Juan contradiciendo a los predicadores que anuncian el perfeccionismo que nos espanta, nos tranquiliza al escribir: “ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser”. Cierto es que Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos como,  vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5: 48). Jesús no dijo que sus seguidores tuviesen que ser perfectos ahora, Les dice que busquen la perfección. A pesar de las caídas no os desalentéis. Volved a levantaros y a seguir intentando dar en la diana. El apóstol Pablo no se avergüenza decir que no ha conseguido hoy, pero prosigue la carrera hasta alcanzarla,

El apóstol Juan nos quita un gran peso de sobre nuestras espaldas al escribir: “Aun no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos tal como Él es”. En el día de la resurrección, cuando la muerte haya sido vencida por la inmortalidad, el pecado desterrado, la corrupción absorbida por la incorrupción, el deseo de Jesús de que seamos perfectos como el Padre celestial es perfecto se habrá cumplido. En tanto no llegue este día y el Señor siga manteniéndonos en esta tierra contaminada por el pecado tendremos que luchar infatigablemente contra la imperfección. Caeremos sí. Nos levantaremos también sabiendo que la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte es nuestra victoria.

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada