dimarts, 1 de juny del 2021

 

JOSUÉ 1: 8

“Nunca se apartará de tu boca este Libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”

Israel está a punto de cruzar el Jordán para comenzar la conquista de la Tierra Prometida que el Señor les había dado en herencia. La promesa de Dios no quitaba la responsabilidad de conquistar la herencia que iban a recibir.

Josué era el general encargado de dirigir las operaciones bélicas de la conquista. Cualquier dirigente tiene que estar capacitado para el desempeño de la responsabilidad que se le ha otorgado. La misión que el Señor le da a Josué en el texto que comentamos es adecuada para el desempeño de cualquier responsabilidad que el Señor otorgue a los hombres. La orden que Josué recibe de quien lo ha colocado como dirigente de Israel se puede aplicar en todos los ámbitos de poder: Encaja en los políticos, en los militares, en los directores de empresas, en los pastores de las iglesias, en los padres, en los maestros de escuela…

Para prosperar en todos los ámbitos se apela a la formación académica. Si se adquieren los conocimientos adecuados a la especialización que sea, al estudiante le espera un buen futuro. La cosa no es así. Es cierto que el dominio de los secretos de la especialización escogida es necesario para aplicarla. En los centros de formación se olvida el aspecto espiritual que debe constituir la base del aprendizaje. Lo estamos viendo a diario. Los másteres en ciencias políticas, económicas, militares…no hacen que quienes los posean sean lo competentes que deberían ser. En los curriculums que se presentan cuando se aspira a conseguir una plaza en la Administración o en una empresa se detallan todos los conocimientos adquiridos que avalan que se podrá desempeñar el cargo perfectamente. En ellos no se añade el certificado que acredite honradez, empatía…Falta lo que Dios requiere de Josué.

Es evidente que en el mundo hay muchas personas, pero escasean los hijos de Dios. Ello  crea crisis institucionales. Veamos la medicina que Dios le receta a Josué: “Nunca se apartará de tu boca este Libro de la Ley” que es en donde se encuentra el mensaje de Dios al hombre. Desgraciadamente, si en las viviendas se encuentra algún ejemplar del Libro de la Ley, la Biblia, permanece cerrado sin que su contenido salga de su encierro para iluminar a las familias. “De día y de noche meditarás en él”. La Palabra de Dios es el pan diario que el ser humano debe ingerir para la conservación de su salud espiritual. La meditación de su contenido no debe ser una tarea esporádica, sino continuada. No basta con almacenar conocimientos bíblicos, imprescindible es practicarlos: “Cualquiera, pues, que oye estas mis palabras y las hace es un hombre sensato que edifica su casa sobre la roca” (Mateo 7: 24). El resultado de la obediencia hará prosperar el camino y todo saldrá bien. En el curriculum que presentemos no nos olvidemos de aportar el certificado de haber realizado el master en VIDA CRISTIANA.


 

LUCAS 11: 35

Mira, pues, no suceda que la luz que hay en ti sea tinieblas”

Lucas 11: 33- 36 del cual forma parte el texto que comentamos pienso que la palabra clave es ojo. Segú como sea el ojo, la luz o las tinieblas invadirán a la persona. Por lo tanto se debe velar para conseguir tener un ojo bueno. ¿Cómo hacer que el ojo sea bueno? No yendo a un optometrista que podrá que conseguirá mejorar la visión. Lo que aquí nos importa es la calidad de la visión espiritual.

Indiscutiblemente el ojo físico juega un papel importante a la hora de que una persona ande en luz o en tinieblas. La calidad depende del estado del corazón. El ojo se fija en aquello que el corazón desea. Si el corazón no impulsa al ojo a desviarse de lo que contempla mantendrá la mirada fija  en lo que contempla. Jesús nos dice: “Así que, si todo el cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara alumbra con su resplandor” (v. 36). Por nacimiento natural, por ser descendientes de Adán todos nacemos envueltos de espesas tinieblas espirituales. En consecuencia el ojo permanecerá fijo en aquello que las tinieblas espirituales le producen placer. Dada  esta situación no debería extrañarnos que desde  la tierna infancia los ojos de los niños descansen el imágenes pornográficas para mirarlas a escondidas. Sus corazones encuentran placer en ello y fijan el ojo en la imagen que se lo produce. Los corazones de los niños no son de ángeles sino de demonios que aman las tinieblas.

Para resolver el problema que comentamos tenemos que acudir a Jesús que es el Médico del alma para que implante la luz de Dios en el alma enferma: “Porque Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4: 6). De la misma manera que Dios dijo: ”sea la luz y fue la luz” (Génesis 1: 3) cuando la tierra estaba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz el abismo, “Y vio Dios que la luz era buena y separó Dios la luz de las tinieblas” (v.4). Así Cristo que es la luz del mundo cuando resplandece en el corazón de una persona haciendo luminoso el corazón que estaba envuelto de tinieblas. Cuando alguien se convierte a Cristo por la fe, que es don de Dios, se produce este acontecimiento maravilloso. Se inicia el proceso de abandonar las obras de las tinieblas con la participación del Espíritu Santo que hace que el creyente produzca las obras luminosas que caracterizan a los hijos de Dios.

Con el fin de contribuir a deshacer las obras del diablo tan manifiestas por los daños  que produce, no existe ninguna otra manera de conseguirlo si no es con la predicación del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Cada vez que un hijo del diablo se convierte en un hijo de Dios se enciende una luz que contribuye a despejar las tinieblas que envuelven a este mundo.

 

 

 

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