DESCANSO SEMANAL
<b>El domingo es una fuente de salud tanto para el cuerpo como para
el alma</b>
Una fábula: “Había una vez tres picapedreros. Un extraño se acercó al
primero y le preguntó qué hacía. “¿No puedes ver que estoy picando piedras?”,
le respondió. Al segundo le hace la misma pregunta. Éste le respondió con una
sonrisa, diciéndole: “Me estoy ganando el pan de cada día”. El tercero le
respondió con una amplia sonrisa, diciéndole: “Estoy construyendo una
catedral”. Los tres picapedreros estaban haciendo un mismo trabajo. Solo uno de
ellos lo hacía con propósito. Cuanto más elevado sea el propósito que se tiene
en el desempeño de la labor diaria, tanta más satisfacción produce y menos
estresado se está al realizarlo.
El apóstol Pablo afirma con rotundidad: “Porque también cuando estábamos
con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar tampoco coma.
Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no
trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y
exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su
propio pan” (2
Tesalonicenses 3: 10-12). El apóstol no condena el paro sino la ociosidad.
Jesús toca el tema de la escasez de trabajo en la parábola de los jornaleros en
la viña
(Mateo 20: 1-16). El amo de la viña sale al amanecer hacia la plaza para
contratar jornaleros con quienes acuerda pagarles un denario al día. Repite el
viaje diversas veces al día hasta el atardecer, acordando pagarles lo que sea
justo. Estos labriegos no eran unos gandules. Permanecían en la plaza esperando
ser contratados. Al propietario de la viña que los contrata no le preguntan qué
tendrán que hacer. Aceptan el trabajo sin rechistar. Sin decir palabra cogen
sus herramientas para ir al tajo. La enseñanza de Jesús tendría que aplicarse
en nuestros días con un paro tan desproporcionado. No es bueno que tantas
personas se encuentren en situación de vagancia no deseada. Se debe dignificar
a las personas ofreciéndoles trabajo que lo haga. Si resulta que los haya que
rechacen la oferta que se les hace, si cobran un subsidio se les debería
retirar. No es bueno fomentar la holgazanería con prestaciones sociales.
Si es una vergüenza el paro desmedido, también lo es la explotación
laboral. Según la OMS y la OIT del 2000
al 2016 la población con más carga laboral se triplicó y las muertes crecieron
un 29%. Se abre la puerta a que se considere la excesiva jornada laboral como
un factor añadido a tener en cuenta dado el aumento de la patología
cardiovascular y otras dolencias. Todo problema tiene un origen. El afán de
tener más y más lo denuncia Jesús en las parábolas del rico insensato (Lucas
12: 16-21) y la del rico opulento (Lucas 16: 19-31). ¿Qué se consigue con almacenar, almacenar,
ampliar silos y almacenes si Dios tiene que decirles. “Necio esta noche vienen
a pedirte tu alma, y todo lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que
hace para sí tesoro y no es rico para con Dios” (Lucas 12: 20,21). Los
acaparadores que creen que el mundo es suyo y que por ello pueden explotar a
sus trabajadores pagándoles salarios de miseria, ¿qué sacan con ello? En
realidad están cavando su propia sepultura para que cuando despierten en la eternidad
tengan que suplicar misericordia para que alguien “moje la punta de su dedo en
agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama” (Lucas 16:
24). El afán de amontonar riquezas que lleva a un final tan miserable, debería
convertirse en aceptar el consejo de Jesús: “Haceos tesoros en el cielo, donde
ni polilla ni orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde
esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6. 20,21). Con
el fin de no caer en la trampa de os cantos de sirenas que nos atraen hacia los
arrecifes del materialismo desmesurado para destruirnos, sería bueno seguir el
consejo de Dios. De nosotros depende ser felices hoy y seguir siéndolo en la
eternidad
El quinto mandamiento del Decálogo, el primero de los que tienen que ver
con las relaciones sociales, dice: “Acuérdate del día de reposo para
santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra, mas el séptimo día es
reposo para el Señor tu Dios…Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la
tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día,
por tanto el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20: 8-11).
El día de descanso semanal tiene dos finalidades. La primera es un “día de
reposo para el Señor tu Dios”. Sirve de recordatorio de que Dios existe y que
no lo ha instituido para que se dedique al ocio como se ha convertido. La
secularización de la sociedad se pone de manifiesto en el destino que le da al día del Señor. La
segunda finalidad es que nadie debe ser excluido de guardarlo para Dios: “Mas
el séptimo día de reposo para el Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna, tú,
ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu
extranjero que está dentro de tus puertas” (v.10). Todos sin excepción tienen que respetar el descanso
semanal para dedicarlo a Dios que provee todas las necesidades. Si Dios que
alimenta las aves de los cielos y viste de belleza los lirios del campo, no
tenemos que desasosegarnos pensando en el mañana, pues “el Padre celestial sabe
que necesitamos todas estas cosas” (Mateo 6: 32).
Los propietarios que tienen asalariados deben permitir que hagan uso del
descanso semanal para adorar a Dios. Es una manera de impedir la
deshumanización de los asalariados. Entre amos y jornaleros se refuerza el
sentido de hermandad al poner ambas clases sociales al mismo nivel ante Dios.
De hecho Dios crea a todos los hombres de una misma sangre al ser todos
descendientes de Adán. Para progresar en el amor al prójimo no basta con que
seamos hermanos de sangre. Contribuye a ello el descanso semanal según Dios
porque quienes lo practican lo hacen como hijos de Dios y por ello unidos por
el vínculo del Espíritu Santo que da el don del amor.
Se puede objetar el descanso semanal esgrimiendo la excusa que se rompe el
ritmo laboral. La objeción no es válida porque si Dios cuida las aves de los
cielos, ¿no lo seremos nosotros que hemos sido creados a su imagen? Es muy
saludable depender de la providencia divina que controla todos los acontecimientos
con el fin de hacer bien a los hombres. Confiar en la providencia divina en un
mundo manchado por el pecado y con tantos desajustes que provoca, proporciona
serenidad y confianza en las adversidades. El azar no existe en la mente de
Dios. Lo control todo para nuestro bien. La secularización ha hecho que se
margine a Dios. El día de descanso semanal se resiente. En vez de dedicarlo a
Él en agradecimiento a las muchas bendiciones que nos proporciona, se dedica a
satisfacer la sensualidad, con ello se rompe el equilibrio que debería existir
entre el alma y el cuerpo. Dada la situación no debería extrañarnos que al
picar piedra nos olvidamos que construimos una catedral. Al olvidar a Jesús
nuestras almas se convierten en yermos al faltarles el agua viva que es Él.
Octavi Pereña i Cortina
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