dissabte, 26 de juny del 2021

 

2 CORINTIOS 1: 9

“Pero tuvimos en nosotros sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”

Cuando las cosas nos van mal, sufrimos, nos quejamos y creemos que el Señor nos ha abandonado. Podemos incluso llegar a decir: esto no me lo merezco. El texto que encontramos en 1 Corintios 1: 3-11desmiente el mal concepto que tenemos del sufrimiento. Nos lo presenta como fuente de bendición. El apóstol Pablo fue un hombre experimentado en el sufrimiento. Nos describe las muchas situaciones embarazosas por las que tuvo que pasar debido a su fidelidad a Jesús. Lo que el apóstol escribe del sufrimiento merece que se le preste toda nuestra atención pues será de gran bendición para nosotros.

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso, y Dios de toda consolación” (v.3). A veces en los informativos televisados vemos escenas de dolor muy patéticas que son el resultado de no tener en cuenta al Padre de nuestro Señor Jesucristo y Dios de toda consolación. Si no se tiene en cuenta al Dios misericordioso que en la Persona de su Hijo manifiesta su gran amor, imposible de comprenderlo por su profundidad, el hombre se encuentra totalmente desamparado. No hay en donde encontrar consuelo. Alivio en el dolor. En estas condiciones jamás llegaremos a entender que el sufrimiento es una fuente de bendición.

“El cual” (el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo), “nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (v.4). Cristo, el “Varón de dolores” que sufrió lo indecible estando clavado en la cruz muriendo por nuestros pecados, pronunció estas palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué  me has desamparado?” (Mateo 27: 46). Sentirse Jesús desamparado de su Padre no lo podemos entender porque nunca nos encontraremos en una situación semejante. Pero es la manera que el consuelo del Padre se haga realidad en nosotros. El abandono por el que pasó Jesús es el medio que empleó el Padre para que nosotros no nos sintamos desamparados: “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda por el mismo Cristo nuestra consolación” (v.5). Cuando sufrimos, Jesús es el regazo en el que podemos apoyar nuestra cabeza en nuestro desespero. Como madre amorosa, nos consuela.

El yoga y todas las terapias que proceden de Oriente fomentan el egoísmo. No el altruismo. Quienes siguen sus reglas es para satisfacerse a sí mismos. No piensan en el prójimo. El apóstol Pablo sigue escribiendo. “Si somos tribulados, es para nuestra consolación y salvación, o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación” (v.6). El cristiano no ha alcanzado la plenitud de lo que tiene que ser. Se encuentra en el proceso de llegar a serlo. El sufrimiento y la consolación divina se encargan de que la imagen de Jesús se vaya formando en nosotros y no se detenga. Al contrario, aceleran el proceso en beneficio propio y el de una sociedad que se hunde en el desespero por falta de consolación divina.


 

2 CORINTIOS 11: 2

“Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”

El apóstol Pablo está muy interesado en que los cristianos de Corintio se mantuviesen fieles a Cristo, su Esposo, “para presentaros como una virgen pura a Cristo”. El celo de Pablo por ello tiene su razón de ser. En el Antiguo Testamento encontramos muchos textos que nos dicen que los israelitas, que eran el pueblo de Dios, cometieran adulterio al adorar a los dioses de los países vecinos. El apóstol presenta a los cristianos “como una virgen pura a Cristo”. Antes de la conversión a Cristo los cristianos habían sido idólatras. Ahora son “una virgen pura”. Su pasado había sido borrado y empezado a caminar en novedad de vida. Pablo, sabedor de que no había llegado a la perfección absoluta, lo intenta, pero no lo consigue. Se esfuerza en disciplinarse para que su pasado no resurja ufano. Animado por su deseo de conservar su virginidad espiritual, escribe. “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (v.3). Sus temores están bien fundados “porque si viene alguien predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”                     (v. 4),

El apóstol previene a los cristianos para que no se dejen engatusar por “los falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia, cuyo fin será conforme a sus obras”  vv. 13-15).

Los disfraces en los que oculta Satanás su fealdad los adapta a las circunstancias del momento. Hoy, entre otros, se cubre de vestimentas clericales debido a que la influencia que ejercen en la sociedad no hace sospechar de lo que se esconde debajo de la sotana. ¡Cuidado! Lo que cuenta es toda la Palabra de Dios, no fracciones sacadas de su contexto. El pasado 20 de junio el arzobispo de Barcelona, en su escrito dominical Fuente inagotable, el 95 % de su contenido es verdad. Pero ¡ay! El 5% restante es veneno puro: “Jesús es el ancora de nuestra fe. Ninguna tempestad jamás nos podrá separar de su amor. Pidamos a María que nos anime a vivir con alegría el mensaje de Jesús y estar unidos a Él, que no abandonemos nunca la barca que es la Iglesia”. Este párrafo, como si no dijese nada siembra la doctrina de María como corredentora y la iglesia como institución, el lugar en donde estamos a salvo. Jesús como Salvador del pueblo de Dios no es suficiente. Necesita la ayuda de la madre de Jesús que de pecadora se la convierte en inmaculada. De esclava del Señor, en corredentora. El evangelio que predica Roma no es el Evangelio, es el otro evangelio al que no se le debe prestar atención. Eva fue engañada al prestar atención a las zalamerías de Satanás. No caigamos en el error de prestar atención al otro evangelio que lleva a la perdición eterna.

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