2 CORINTIOS 1: 9
“Pero tuvimos en nosotros sentencia de
muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a
los muertos”
Cuando
las cosas nos van mal, sufrimos, nos quejamos y creemos que el Señor nos ha
abandonado. Podemos incluso llegar a decir: esto no me lo merezco. El texto que
encontramos en 1 Corintios 1: 3-11desmiente el mal concepto que tenemos del
sufrimiento. Nos lo presenta como fuente de bendición. El apóstol Pablo fue un
hombre experimentado en el sufrimiento. Nos describe las muchas situaciones
embarazosas por las que tuvo que pasar debido a su fidelidad a Jesús. Lo que el
apóstol escribe del sufrimiento merece que se le preste toda nuestra atención
pues será de gran bendición para nosotros.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre misericordioso, y Dios de toda consolación” (v.3). A veces en los
informativos televisados vemos escenas de dolor muy patéticas que son el
resultado de no tener en cuenta al Padre de nuestro Señor Jesucristo y Dios de
toda consolación. Si no se tiene en cuenta al Dios misericordioso que en la
Persona de su Hijo manifiesta su gran amor, imposible de comprenderlo por su
profundidad, el hombre se encuentra totalmente desamparado. No hay en donde
encontrar consuelo. Alivio en el dolor. En estas condiciones jamás llegaremos a
entender que el sufrimiento es una fuente de bendición.
“El cual” (el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo), “nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros
somos consolados por Dios” (v.4). Cristo, el “Varón de dolores” que sufrió lo indecible estando clavado en la
cruz muriendo por nuestros pecados, pronunció estas palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” (Mateo 27: 46). Sentirse Jesús desamparado de su Padre no lo
podemos entender porque nunca nos encontraremos en una situación semejante.
Pero es la manera que el consuelo del Padre se haga realidad en nosotros. El
abandono por el que pasó Jesús es el medio que empleó el Padre para que
nosotros no nos sintamos desamparados: “Porque
de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda por
el mismo Cristo nuestra consolación” (v.5). Cuando sufrimos, Jesús es el
regazo en el que podemos apoyar nuestra cabeza en nuestro desespero. Como madre
amorosa, nos consuela.
El yoga
y todas las terapias que proceden de Oriente fomentan el egoísmo. No el
altruismo. Quienes siguen sus reglas es para satisfacerse a sí mismos. No
piensan en el prójimo. El apóstol Pablo sigue escribiendo. “Si somos tribulados, es para nuestra consolación y salvación, o si
somos consolados, es para vuestra consolación y salvación” (v.6). El cristiano no ha alcanzado la
plenitud de lo que tiene que ser. Se encuentra en el proceso de llegar a serlo.
El sufrimiento y la consolación divina se encargan de que la imagen de Jesús se
vaya formando en nosotros y no se detenga. Al contrario, aceleran el proceso en
beneficio propio y el de una sociedad que se hunde en el desespero por falta de
consolación divina.
2 CORINTIOS 11: 2
“Porque os celo con celo de Dios, pues os he
desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”
El
apóstol Pablo está muy interesado en que los cristianos de Corintio se
mantuviesen fieles a Cristo, su Esposo, “para
presentaros como una virgen pura a Cristo”. El celo de Pablo por ello tiene
su razón de ser. En el Antiguo Testamento encontramos muchos textos que nos
dicen que los israelitas, que eran el pueblo de Dios, cometieran adulterio al
adorar a los dioses de los países vecinos. El apóstol presenta a los cristianos
“como una virgen pura a Cristo”.
Antes de la conversión a Cristo los cristianos habían sido idólatras. Ahora son
“una virgen pura”. Su pasado había
sido borrado y empezado a caminar en novedad de vida. Pablo, sabedor de que no
había llegado a la perfección absoluta, lo intenta, pero no lo consigue. Se
esfuerza en disciplinarse para que su pasado no resurja ufano. Animado por su
deseo de conservar su virginidad espiritual, escribe. “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros
sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”
(v.3). Sus temores están bien fundados “porque
si viene alguien predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si
recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que
habéis aceptado, bien lo toleráis” (v. 4),
El
apóstol previene a los cristianos para que no se dejen engatusar por “los falsos apóstoles, obreros fraudulentos,
que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo
Satanás se disfraza como ángel de luz. Así
que no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia,
cuyo fin será conforme a sus obras” vv. 13-15).
Los
disfraces en los que oculta Satanás su fealdad los adapta a las circunstancias
del momento. Hoy, entre otros, se cubre de vestimentas clericales debido a que
la influencia que ejercen en la sociedad no hace sospechar de lo que se esconde
debajo de la sotana. ¡Cuidado! Lo que cuenta es toda la Palabra de Dios, no
fracciones sacadas de su contexto. El pasado 20 de junio el arzobispo de
Barcelona, en su escrito dominical Fuente
inagotable, el 95 % de su contenido es verdad. Pero ¡ay! El 5% restante es
veneno puro: “Jesús es el ancora de nuestra fe. Ninguna tempestad jamás nos
podrá separar de su amor. Pidamos a María que nos anime a vivir con alegría el
mensaje de Jesús y estar unidos a Él, que no abandonemos nunca la barca que es
la Iglesia”. Este párrafo, como si no dijese nada siembra la doctrina de María
como corredentora y la iglesia como institución, el lugar en donde estamos a
salvo. Jesús como Salvador del pueblo de Dios no es suficiente. Necesita la
ayuda de la madre de Jesús que de pecadora se la convierte en inmaculada. De
esclava del Señor, en corredentora. El evangelio que predica Roma no es el
Evangelio, es el otro evangelio al que no se le debe prestar atención. Eva fue
engañada al prestar atención a las zalamerías de Satanás. No caigamos en el
error de prestar atención al otro evangelio que lleva a la perdición eterna.
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