dissabte, 12 de juny del 2021

 

PROVERBIOS 7: 4,5

“Di a la sabiduría: Tú eres mi hermana, y a la inteligencia llama parienta tuya, para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras”

Los incrédulos creen que entregarse a los placeres sexuales es vida. ¡Cuán equivocados están! Una vida desordenada únicamente conduce al fracaso. Dios con  voz suplicante y amorosa dice a los niños y adolescentes: “Hijo mío guarda mis razones, y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi Ley como las niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos, escríbelos en la tabla de tu corazón” (vv.1-3) La premura con la que Dios insta a niños y adolescentes a que guarden su Ley en sus corazones tiene una razón de ser: “Que te guarde de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras”. Desde la infancia se despierta en los niños el deseo de ver el cuerpo de la mujer. Miran con deleite las revistas de papel satinado en las que aparecen mujeres seductoras que muestran sus cuerpos con impudicia. ¡Cuántos niños no esconden revistas de este tipo debajo del colchón para examinarlas con avidez una y otra vez cuando estando solos creen que nadie los ve. Dios sí los ve.

La lascivia, la inclinación exagerada a los placeres sexuales, se manifiesta ya en la infancia. No es con amenazas como los padres deben enfrentarse a esta tendencia que en algunos casos termina mal. “Instruye al niño es su camino, y aun cuando envejezca no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

Con los años, no basta con desear a las mujeres que se exhiben sobre papel satinado. Se pasa a la acción. Salomón describe este proceder. “Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía, vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, a un joven falto de entendimiento, el cual pasaba por la calle, junto a la esquina, iba de camino a la casa de ella, a la tarde del día, cuando ya oscurecía, en la oscuridad y tinieblas de la noche”  (vv. 6,9). El escritor sagrado sitúa al joven falto de entendimiento en la noche  cuando “los que se embriagan, de noche se embriagan”     (1 Tesalonicenses 5: 7). Y el alcohol lleva al sexo prohibido.

A partir de las miradas furtivas de las revistas de papel satinado se inicia un proceso que lleva a no contentarse con las miradas. Con la secularización de la sociedad se ha llegado al libertinaje de nuestros días. Los jóvenes carecen de dinero para ir a los burdeles para satisfacer sus deseos sexuales en donde encontrar a las mujeres que describe Proverbios. “Hacer el amor, no la guerra”, es el lema de la juventud actual. No hace falta que la mujer venda su cuerpo, lo ofrece voluntariamente sin dinero. Faltos de entendimiento lo son tanto los chicos como las chicas. Placer sexual ante todo sin pensar en las consecuencias a que conduce el libertinaje. Sexo y alcohol es una mezcla explosiva. Ni la pandemia puede con los “botellones”.

Proverbios 7 termina así: “Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a las razones de mi boca, que tu corazón no se desvíe hacia los caminos de ella, ni te equivoques en sus veredas. Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino del infierno es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (vv. 24-27).

El sexo fuera del matrimonio no termina bien.


MIQUEAS  3: 11

“Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas  adivinan por dinero, y se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor con nosotros? No vendrá mal sobre nosotros”

El profeta va al grano. Su hablar no es políticamente correcto.  Acusa con claridad a la clase dirigente de Israel: “Oídme ahora, príncipes de Jacob, y jefes de la casa de Israel: ¿No concierne a vosotros saber lo que es justo?” (v.1). Se espera que los dirigentes sepan lo que llevan entre manos. ¿Cómo pueden gobernar con justicia si ignoran qué es la justicia? El profeta con dureza denuncia la corrupción que había en los dirigentes que hacían errar al pueblo.

La injusticia confunde  el entendimiento. El amor al dinero llenaba los corazones de quienes tenían que administrar justicia. Muy bien lo expone el apóstol Pablo cuando escribiendo a su discípulo Timoteo le dice: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6: 10).

Si el profeta Miqueas viviese hoy y dijese lo que escribió hace años se le diría que lo que expone no es políticamente correcto porque encrespa los ánimos. Pero la verdad debe prevalecer si en verdad se desea que el comportamiento de los hombres mejore.

La clase política gobierna por cohecho. ¿A dónde nos lleva su amor al dinero? A una corrupción institucional de alcance inmensurable. Los sacerdotes y los doctores de la ley no denuncian lo que ocurre porque quieren seguir enriqueciéndose. El amor al dinero nubla el entendimiento impidiéndoles hacer una mirada introspectiva que les permita ver los muchos dolores que el amor del dinero provoca. Creen que tienen la confianza del Señor a pesar de que sus almas están ennegrecidas por el pecado. Con orgullo dicen: “¿No está el Señor con nosotros?  Como creen que el Señor está con ellos tranquilizan su conciencia, diciendo: “No vendrá mal sobre nosotros”. Pueden llegar a esta conclusión porque solamente conocen a Dios de oídas, pero su corazón está muy lejos de Él.

El resultado de su comportamiento impío: “De la profecía se os hará noche, y oscuridad del adivinar, y sobre los profetas se pondrá el sol, y el día se entenebrecerá sobre ellos. Y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos, y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta de Dios” (vv. 6,7).

Dios conoce los pensamientos más escondidos y da a cada uno lo que se merece. El juez supremo no se deja sobornar. Juzga con justicia perfecta porque conoce al dedillo los pensamientos injustos que se engendran en lo más profundo del alma. Se equivocan quienes creen que Dios no  conoce sus pensamientos más íntimos.

 

 

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