dissabte, 5 de juny del 2021

 

SALMO 51: 5

“He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”

Con la recepción el pasado 28 de mayo de 2021 el sacramento de la Confirmación por parte de la princesa Leonor, creo necesario tratar este tema por la importancia que tiene para la salvación. Según del catecismo de la Iglesia Católica, en su artículo 1285 dice: “En efecto, por el sacramento de la Confirmación, los creyentes” (que lo son por el Bautismo),”se vinculan más perfectamente con la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y así se obligan con un compromiso más grande en difundir  y defender la fe con la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo”. “Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los cimientos de toda vida cristiana” (1212).

La declaración bíblica “Aun estando nosotros muertos  en pecados, nos dio vida” (por el amor de Dios), “juntamente con Cristo, por gracia sois  salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 5-10). ¿Qué valor tiene la fe que es la característica que diferenció a los santos del Antiguo Testamento de los incrédulos de su época? (Hebreos 11).

¿Dónde se encuentra la fe en el bautismo infantil en el que la Iglesia Católica pone tanto énfasis “a no impedir que los niños pequeños reciban a Cristo por el don del Bautismo”? (1261). Tanto el bautismo infantil como el de adultos si no va precedido por el don de Dios de la fe, ¿”cómo se ponen los cimientos de toda vida cristiana”? No se puede edificar a la Iglesia de Cristo sobre un cimiento tan endeble como lo son los sacramentos. Así lo descubrimos en quienes defienden los sacramentos como fuente de vida.

Cierto. Se entra a formar parte de una iglesia local por el bautismo de inmersión. El ejemplo a seguir a la hora de bautizar nos lo proporciona Felipe que a la pregunta que hizo  eunuco etíope al llegar a cierta agua li dirigiera: “Aquí hay cierta agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe le dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro, y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8: 26-38).

Poco antes de este suceso el mismo Felipe bautizó a un tal Simón. El texto no lo dice pero es de suponer que antes de bautizarse Simón hizo confesión de creer en Jesús. A diferencia del eunuco que “siguió gozoso su camino”, Simón recibió de Pedro esta amonestación: “No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8: 4-24). El agua bautismal no sirve para limpiar pecados.


 

SALMO 116: 3

“Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del sepulcro, angustia y dolor había yo hallado”

El salmo 116 comienza con una declaración de amor: “Amo al Señor, pues ha oído mi voz y mis súplicas” (v. 1). El salmista sabe en quien ha creído. Dios no es un mito inventado por los sacerdotes para así vivir a costillas de los incautos. El que se haya prostituido la religión y en algunos casos convertido en una multinacional, el fraude humano no quita la eternidad de Dios. Con la pandemia del Covid-19 han brotado infinidad de micro sectas que se han  convertido en tema de investigación policial.

“Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del sepulcro, angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoqué el Nombre del Señor diciendo. Oh Señor, libra ahora mi alma” (vv. 3,4).

Cuando Satanás se presentó ante el Señor y le dijo que venía “de rodear la tierra y de andar por ella” (Job 1:7). El Señor le dijo a Satanás: “¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (v.8). El Señor ve a los suyos tal como van a ser al final. “Perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Mañana los creyentes en Cristo alcanzarán la perfección. Hoy han iniciado una maratón que durará todo el tiempo que el Señor haya dispuesto para ellos. Una prueba atlética de tanta duración requiere que nos “fortalezcamos en el Señor  y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10). El Señor nos prepara para que podamos llegar victoriosos a la meta. Lo vemos claro en el caso de Job que sufrió lo indecible a pesar del buen concepto que Dios tenía de él. A pesar que era salvo y que la sangre de Jesús le había borrado todos sus pecados, por medio de la santificación del Espíritu Santo está trabajando para “presentarnos a sí mismo gloriosos, santos y sin mancha ni arruga ni cosa semejante” (Efesios 5: 27).

El crisol del sufrimiento por el que el Señor hizo pasar a Job para borrar manchas y arrugas y cosas semejantes, es por lo que al final pudo Job decir: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42: 5,6).

Muchos, ante el sufrimiento y el dolor debido al pecado que desde Adán arrastra la humanidad hacen lo que la mujer de Job dijo a su esposo. “¿Aun retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete” (2:9). Muchos, en su rebeldía, al no aceptar las cosas tal como las dispone Dios que sean, derraman gasolina en las llamas del dolor con lo que el sufrimiento se hace más insoportable. Ante el dolor que tiene múltiples manifestaciones, unas palabras de Jesús nos reconfortarán “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y os haré descansar” (Mateo 11: 28).  

 

 

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