SALMO 51: 5
“He aquí en maldad he sido formado, y en
pecado me concibió mi madre”
Con la
recepción el pasado 28 de mayo de 2021 el sacramento de la Confirmación por
parte de la princesa Leonor, creo necesario tratar este tema por la importancia
que tiene para la salvación. Según del catecismo de la Iglesia Católica, en su
artículo 1285 dice: “En efecto, por el sacramento de la Confirmación, los
creyentes” (que lo son por el Bautismo),”se vinculan más perfectamente con la
Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y así se
obligan con un compromiso más grande en difundir y defender la fe con la palabra y las obras
como verdaderos testigos de Cristo”. “Por los sacramentos de la iniciación
cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los cimientos
de toda vida cristiana” (1212).
La
declaración bíblica “Aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida”
(por el amor de Dios), “juntamente con
Cristo, por gracia sois salvos por medio
de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que
nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios
2: 5-10). ¿Qué valor tiene la fe que es la característica que diferenció a los
santos del Antiguo Testamento de los incrédulos de su época? (Hebreos 11).
¿Dónde
se encuentra la fe en el bautismo infantil en el que la Iglesia Católica pone
tanto énfasis “a no impedir que los niños pequeños reciban a Cristo por el don
del Bautismo”? (1261). Tanto el bautismo infantil como el de adultos si no va
precedido por el don de Dios de la fe, ¿”cómo se ponen los cimientos de toda
vida cristiana”? No se puede edificar a la Iglesia de Cristo sobre un cimiento
tan endeble como lo son los sacramentos. Así lo descubrimos en quienes
defienden los sacramentos como fuente de vida.
Cierto.
Se entra a formar parte de una iglesia local por el bautismo de inmersión. El
ejemplo a seguir a la hora de bautizar nos lo proporciona Felipe que a la
pregunta que hizo eunuco etíope al
llegar a cierta agua li dirigiera: “Aquí
hay cierta agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe le dijo: Si crees de
todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo
de Dios. Y mandó parar el carro, y descendieron ambos al agua, Felipe y el
eunuco, y le bautizó” (Hechos 8: 26-38).
Poco
antes de este suceso el mismo Felipe bautizó a un tal Simón. El texto no lo dice
pero es de suponer que antes de bautizarse Simón hizo confesión de creer en
Jesús. A diferencia del eunuco que “siguió
gozoso su camino”, Simón recibió de Pedro esta amonestación: “No tienes tú parte ni suerte en este
asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, de esta tu
maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos
8: 4-24). El agua bautismal no sirve para limpiar pecados.
SALMO 116: 3
“Me rodearon ligaduras de muerte, me
encontraron las angustias del sepulcro, angustia y dolor había yo hallado”
El
salmo 116 comienza con una declaración de amor: “Amo al Señor, pues ha oído mi voz y mis súplicas” (v. 1). El
salmista sabe en quien ha creído. Dios no es un mito inventado por los
sacerdotes para así vivir a costillas de los incautos. El que se haya
prostituido la religión y en algunos casos convertido en una multinacional, el
fraude humano no quita la eternidad de Dios. Con la pandemia del Covid-19 han
brotado infinidad de micro sectas que se han
convertido en tema de investigación policial.
“Me rodearon ligaduras de muerte, me
encontraron las angustias del sepulcro, angustia y dolor había yo hallado.
Entonces invoqué el Nombre del Señor diciendo. Oh Señor, libra ahora mi alma” (vv. 3,4).
Cuando
Satanás se presentó ante el Señor y le dijo que venía “de rodear la tierra y de andar por ella” (Job 1:7). El Señor le
dijo a Satanás: “¿No has considerado a mi
siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal?” (v.8). El Señor ve a los suyos tal
como van a ser al final. “Perfectos como
el Padre celestial es perfecto”. Mañana los creyentes en Cristo alcanzarán
la perfección. Hoy han iniciado una maratón que durará todo el tiempo que el
Señor haya dispuesto para ellos. Una prueba atlética de tanta duración requiere
que nos “fortalezcamos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:
10). El Señor nos prepara para que podamos llegar victoriosos a la meta. Lo
vemos claro en el caso de Job que sufrió lo indecible a pesar del buen concepto
que Dios tenía de él. A pesar que era salvo y que la sangre de Jesús le había
borrado todos sus pecados, por medio de la santificación del Espíritu Santo
está trabajando para “presentarnos a sí
mismo gloriosos, santos y sin mancha ni arruga ni cosa semejante” (Efesios
5: 27).
El
crisol del sufrimiento por el que el Señor hizo pasar a Job para borrar manchas
y arrugas y cosas semejantes, es por lo que al final pudo Job decir: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos
te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:
5,6).
Muchos,
ante el sufrimiento y el dolor debido al pecado que desde Adán arrastra la
humanidad hacen lo que la mujer de Job dijo a su esposo. “¿Aun retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete” (2:9).
Muchos, en su rebeldía, al no aceptar las cosas tal como las dispone Dios que
sean, derraman gasolina en las llamas del dolor con lo que el sufrimiento se
hace más insoportable. Ante el dolor que tiene múltiples manifestaciones, unas
palabras de Jesús nos reconfortarán “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y os haré descansar” (Mateo
11: 28).
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