LUCAS 11:8
“Y os digo que aunque no se levante a
dárselos por ser amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará
lo que necesita”
El
ejemplo sirve para que los que ven lo que uno hace se interesen por lo que se
está haciendo. ”Estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó,
uno de sus discípulos le dijo. Señor, enséñanos a orar”. Viendo los
discípulos la intensidad con que Jesús oraba, lo más probable en un lugar
apartado, alejado del mundanal ruido, se interesaron por la oración, diciéndole:
“Señor enséñanos a orar”. El
resultado dicha petición fue el Padrenuestro. Enseñó algo que con
demasiada frecuencia no se tiene en cuenta. Nos enseña a ser inoportunos en
nuestras oraciones. Lo hace enseñando la parábola del amigo inoportuno que se puede relacionar con la del juez injusto y la viuda (Lucas 18: 1-8).
En la
parábola del amigo inoportuno, el
amigo se presenta a medianoche para que le preste tres panes. Jesús nos ofrece
la interpretación: “Os digo, que aunque
no se levante a dárselos por ser amigo, sin embargo por su inoportunidad se
levantará y le dará lo que necesite. Porque todo aquel que pide, recibe, y el
que busca halla, y al que llama se le abrirá” (vv.8-10). Jesús nos enseña a
pedir, buscar, llamar. No de vez en
cuando, cuando me acuerde, cuando me parezca bien, sino a medianoche, cuando es
la hora más inoportuna para ir a la casa del amigo a pedirle tres panes. Es una
manera muy clara de decirnos que tenemos que orar sin cesar. En momentos puntuales tenemos que recogernos en lo
secreto de nuestra habitación y cerrada la puerta presentar nuestras súplicas
al Señor. Cuando el rey Artajerjes le preguntó a Nehemías que actuaba como
copero del rey: “¿Qué pides?” Nehemías
no tuvo tiempo de retirarse a un lugar solitario. De pie ante el monarca: “Oró al Dios de los cielos” (Nehemías 2:
4). Una oración inoportuna que el Dios de los cielos escuchó.
La
viuda que “venia al” (juez) diciendo: Hazme justicia de mi adversario”
(Lucas 18: 3). Cansado el juez de que día sí y otro también se presentase ante
él a que se le hiciese justicia, el juez injusto se dice: “Sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea
que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (v.5) ¿Qué dice Jesús al respecto?: “Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus
escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará responderles? Os digo que
pronto les hará justicia” (vv. 6-8). Tenemos que prestar atención a la
pregunta que Jesús nos hace al final de la parábola: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (v.8).
No creo que se refiera a la fe salvadora que es don de Dios, sino a la fe
persistente que es responsabilidad humana poseerla y que enseñan las dos
parábolas. ¿La posee el lector?
LUCAS 11: 1,2
“Y Jesús estaba orando en un lugar, y cuando
terminó uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar…Y les dijo:
Cuando oréis, decid: (Lucas11: 1,2).”Les enseñó el Padrenuestro.
Quienes
en la infancia vivimos el nacionalcatolicismo se nos enseñó a recitar el Padrenuestro de carretilla. Cuando nos
confesábamos la penitencia que nos imponía el confesor era rezar un
Padrenuestro y tres avemarías. Las avemarías dejémoslas a un lado porque es una
superstición que tenemos que olvidar. Pero en el Padrenuestro sí que tenemos que detenernos y reflexionar porque es
la oración que Jesús enseñó a sus discípulos en respuesta a su petición. “Señor enséñanos a orar”.
El Padrenuestro no es una oración que
aprendida de memoria tengamos que recitar como papagayos, ignorando su
significado. Jesús no lo enseñó para que sus discípulos la repitieran una y
otra vez en sus oraciones, sino para darnos unos principios que deberían
incluirse en las oraciones que regularmente tenemos que decir cuando nos
encerramos en lo secreto de nuestra habitación lejos de las miradas de los
hombres.
Lo
primero que nos enseña la oración modelo es a dirigirnos a nuestro Padre que
está en los cielos. Amarás a Dios sobre
todas las cosas”. De nuestros labios no debe salir otro Nombre que el de
Dios trino. El orante tiene que creer que Dios existe. Si no es así, ¿para qué
sirve orar en alguien en quien no se cree?
Cuando
dice: “Venga tu reino” nos dice que
no estemos satisfechos en el reino terrenal en que vivimos. Que deseamos
encontrarnos ya en el celestial en el que existe la justicia en toda su
plenitud, en donde no se producen lágrimas que enjugar porque allí el dolor no
existe.
“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra”. Quien pronuncia esta petición está reconociendo que tiene que
arrepentirse de ser desobediente a la voluntad de Dios, que en más de una
ocasión la propia se antepone a la de Dios. Reconocida la desobediencia y
pedido perdón por el pecado, aunque parezca contradictorio contribuye a que la
tierra se vaya pareciendo más al cielo.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, nos enseña a depender de la
providencia divina y reconocer que es Él quien provee todas nuestras
necesidades. Si Él cuida de las aves y viste de belleza los lirios del campo,
¿cómo no va a cuidar de nosotros “¿hombres
de poca fe?”?
“Y perdónanos nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”. Acostumbramos a decir.
“perdono pero no olvido”. El resentimiento por las ofensas recibidas corroe
nuestras entrañas. Si Dios ha lanzado en lo profundo del mar nuestros pecados y
no se acuerda de ellos perdonar a todos
los que nos deben es la mejor medicina contra los trastornos mentales tan
frecuentes hoy.
“Y no nos metas en tentación, mas líbranos
del mal”.
Algunas versiones traducen maligno.
Creo que se ajusta más a la realidad porque es el maligno quien nos induce a
hacer el mal. “Resistid al diablo y huirá
de vosotros” (Santiago 4:7), para ello tenemos que ser revestidos con la
armadura de Dios.
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