EL CAMINO DE LA VIDA
<b>El camino que no
conduce a Dios no lleva a la vida</b>
<b>Juan
Planellas</b>, arzobispo de Tarragona en su escrito <i>El camino de
la vida</b> que a la vez es el título de una obra de <b>Lev
Tolstoi</b> es muy estimulante. ¿Quién no desea encontrar el camino de la
vida? El arzobispo transcribe del libro del escritor ruso este texto: “Los
pensamientos aquí reunidos pertenecen a los autores más diversos, empezando por
la escritura brahmi, la confucionista, la budista, incluso los evangelios, las
epístolas y a muchos pensadores tanto antiguos como modernos”. Es decir un
popurrí de filosofías. El arzobispo comenta: “Tolstoi consideraba que el hombre
puede aportar una vida de bien si sabe lo que tiene que hacer y lo que no debe
hacer. Y para saberlo, tiene que entender qué es él mismo y lo que es el mundo
en que convive. Esto es justamente lo que han enseñado a lo largo de todos los
tiempos los hombres más sabios y más buenos de todos los pueblos. Todas las enseñanzas
de estos sabios, dice Tolstoi, coinciden entre sí en aquello esencial,
concuerdan también en aquello que cada
ser humano le dice su razón y su conciencia”. El pensamiento del arzobispo
tarraconense pienso que estaría bien en un humanista no cristiano. No lo está
en alguien del rango del arzobispo porque tendría que saber que debido a que
todos somos descendientes de Adán y por tanto pecadores. Sin la conversión a
Cristo todos los hombres, también los más sabios, andan en tinieblas y de
ninguna manera sus pensamientos han de ser modelos a seguir ciegamente.
Juan Planellas sigue
comentando: “A Tolstoi le hubiese gustado que esta obra llegase a convertirse
en un libro de cabecera de millones de lectores y que tuviese una influencia
benéfica en el destino del mundo. No iba equivocado en su objetivo, debido a
que se trata de un libro en el que la gente más diversa se puede encontrar
cómoda y puede encontrar elementos de reflexión”. El clérigo termina su escrito
con esta perla: “Se trata sin duda de una buena guía para iluminar el camino de
la vida de cualquier persona”. No señor arzobispo. Todos los caminos pueden
llevar a Roma, pero no todos llevan al Padre celestial. Jesús es muy claro en este sentido. “Yo soy el camino y la
verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí” (Juan 14: 6). Si
el hombre puede encontrar el camino de la vida prescindiendo de Jesús que
derramó su “sangre preciosa, como de un cordero irreprensible y sin mancha, pre
ordenado antes de la fundación del mundo” (1 Pedro1: 19,20), si existen otros
caminos que conducen al Padre, Jesús miente cuando dice: “Nadie va al Padre si no es por mí”. Precisamente
porque Jesús es “el camino y la verdad y
la vida”, no es un Personaje con el que la gente se sienta cómoda con Él.
Cuando Jesús tenía ocho
días sus padres lo llevaron al templo
para ser circuncidado. Simeón “un hombre justo y temeroso de Dios” (Lucas 2:
25) lo tomó en sus brazos y dijo a sus padres. “He aquí éste está puesto para
caída y para levantamiento de muchos en Israel, <i>y para señal que será
contradicha”</i> (v. 34). La profecía de Simeón empezó a cumplirse tan
pronto como Jesús comenzó su ministerio público y se manifestó como quien era:
el Hijo de Dios. Se encontraba en Nazaret en donde se había criado. Era sábado
y entró en la sinagoga como era su costumbre.
Se le dio a leer el texto del profeta Isaías que hablaba de Él.
Finalizada la lectura dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de
vosotros” (Lucas 4. 21). “Levantándose” (los asistentes), “le echaron fuera de
la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobres el cual estaba
edificada la ciudad, para despeñarle” (v. 29). A lo largo del ministerio de
Jesús tanto por la predicación de la Palabra de Dios como por los milagros que
hacía que certificaban que era el Mesías anunciado por los profetas, en
diversas ocasiones intentaron matarle porque les incomodaba que considerase ser
el Hijo de Dios, afirmación que los sacerdotes consideraban blasfema y por
tanto merecía morir.
Acercándose el final y
cercana su crucifixión, Jesús dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he dicho,
para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas, y aún viene la
hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde un servicio a Dios. Y
harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Juan 16: 1-3).
El arzobispo de Tarragona
puede decir que <i>El camino de la vida</i> de Lev Tolstoi
“se trata de un libro en que gente muy diversa puede sentirse cómoda y que
puede haber elementos de reflexión” pero, el
verdadero cristianismo no puede hacer que la gente se sienta cómoda con
él porque denuncia la condición pecadora de las personas y su condena eterna si
no se arrepienten de sus pecados y creen en Jesús que los perdona.
Han transcurrido poco más
de cien años desde la muerte de Tolstoi y sigue vivo el humanismo que considera
buenas a las personas y que no importa
qué religión practiquen porque todas conducen a Dios. En el viaje que el papa
Francisco hizo a Irak, con el propósito que sus interlocutores musulmanes
pudiesen sentirse cómodos a su lado,
tuvo mucho cuidado de no pronunciar el Nombre de Cristo que es “señal que será
contradicha”. El cristianismo verdadero no es politiqueo y no renuncia a sus
principios para conseguir consensos y que todos se sientan cómodos con él. Tiene que inquietar a
las personas. Tiene la obligación de hacerlas sentir incómodas para que se den cuenta de que necesitan el
perdón de Dios. Juan el Bautista denunciaba la relación adulterina que el rey
Herodes mantenía con Herodías la esposa de su hermano Felipe y de todas las
cosas que había hecho (Lucas 3: 19). Tanto Herodes como Herodías no se sentían
cómodos ante la predicación del Bautista. En la lista de las maldades del
monarca se añadió el encarcelamiento del Juan (v. 20). Aún faltaba ir más allá.
El crimen que hizo colmar el vaso de la maldad de Herodes lo cometió cuando en
su natalicio la hija de Herodías danzó ante los comensales asistentes al
banquete. El espectáculo gustó tanto a Herodes que prometió darle a su hijastra
hasta la mitad de su reino. La joven fue a pedir consejo a su madre y regresó
pidiendo la cabeza de Juan el Bautista. Así se hizo. (Mateo 14: 3-12). La
predicación de todo el consejo de Dios que se encuentra en la Biblia incomoda a
los pecadores que se resisten a arrepentirse. Jesús incomodó a los sacerdotes
porque la verdad debe prevalecer ante todo. Nos ha dado ejemplo de cómo debe
manejarse la verdad.
Octavi Pereña i Cortina
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