JEREMIAS 17: 1
“El pecado de Judá escrito está con cincel de
hierro y con punta de diamante, esculpido está en la tabla de su corazón, y en
los cuernos de sus altares”
No solo
el pecado de Judá está escrito con cincel de hierro y con punta de diamante
indicando la dureza del corazón. También lo está en los nuestros. Con este
simbolismo el profeta nos está diciendo que el pecado está firmemente enraizado
en nuestro corazón. Debido a ello la ética humana que pretende cambiar el
comportamiento del hombre, fracasa estrepitosamente. Los escribas y los
fariseos acusaban a Jesús de blasfemo porque decía que perdonaba los pecados.
Creían, y era cierto que únicamente Dios tiene el poder de perdonar pecados.
Pero erraban cuando acusaban a Jesús de blasfemo porque lo consideraban un
hombre como todos los demás. Jesús acredita su divinidad cuando dice a los
fariseos: “¿Qué es más fácil, decir, los
pecados te son perdonados o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que
el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dice
entonces al paralítico: Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él
se levantó y se fue a su casa” (Mateo 9: 5-7). Como sólo Dios tiene poder
de perdonar pecados, la acusación de blasfemo que los escribas hacen a Jesús
bien se puede aplicar a los curas que siendo hombres mortales se atribuyen el
poder de perdonarlos. Asimismo se puede atribuir que son blasfemos los
filósofos que creen que sus enseñanzas éticas pueden cambiar el comportamiento
humano.
Volviendo
al pecado, el profeta dice: “Engañoso es
el corazón, más que todas las cosas y perverso, ¿quién lo conocerá? (v. 9).
El hombre sí que no. En general, a pesar de las tragedias que ocasionan las
personas, la mentira que se extiende lozana por todas las capas sociales y que
tanto desprestigio ocasiona a la clase política, la violencia en sus diversas
manifestaciones, …A pesar de ello muchos son quienes consideran que el hombre
es bueno y que la causa de su comportamiento indeseable se debe a factores
externos. Bien dice el profeta: “Engañoso
es el corazón, más que todas las cosas”, pero plantea una duda: “¿Quién lo conocerá?” El hombre no. Pero
nos dice quien lo conoce: “Yo el Señor,
que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus
obras” (v. 10). El conocimiento que Dios tiene del corazón no es para que
diga: “Muy bien hijo mío. No te preocupes. Todos cometéis los mismos errores y
tal vez peores. No tiene importancia susurra al oído”. Dios no es de este
parecer: “Pruebo el corazón, para dar a
cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Dios que conoce lo
engañoso que es el corazón no nos da una palmadita en la espalda, diciéndonos:
“no te preocupes, sigue por este camino. El conocimiento que Dios tiene de
nuestro corazón sirve para “dar a cada
uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Es una muestra de su
amor que nos da la oportunidad de arrepentirnos y empecemos a caminar en
novedad de vida.
MATEO 16: 11
“¿Cómo es que no entendéis que no fue por el
pan que os dije que os guardéis de la levadura de los fariseos y de los
saduceos”
Los
hombres por naturaleza somos duros de entendimiento. Los apóstoles por ser
hombres también eran obstinados. El texto nos dice que los discípulos se habían
olvidado de traer pan consigo. Jesús aprovecha esta oportunidad para
enseñarles: “Mirad, guardaos de la
levadura de los fariseos y de los saduceos” (v.6). La versión de Marcos
añade: “Y de la levadura de Herodes”
(8: 15). En estos momentos a Jesús no le importaba la carencia de pan sino que
sus discípulos “se guardasen de la
doctrina de los fariseos y de los saduceos” (v. 12) y por añadidura la de
Herodes.
Jesús
quiere que abramos los ojos para que nos demos cuenta del veneno que amaga la
Religión y el Estado. No por ser una Religión la oficial del Estado y que
cuenta con su protección entre bastidores no quiere decir que esté libe de la
levadura que denuncia Jesús. Herodes, el Estado, por ser el representante de
toda la población no significa que tengamos que bajar la guardia y aceptar sin
más ni más la levadura que fabrica con sus leyes.
La
levadura es un símbolo del pecado. En el Antiguo Testamento no tenía que presentarse en las ofrendas nada que
estuviese leudado. La ausencia de levadura significaba purificación santidad.
Cuando Jesús nos alerta de que nos guardemos de la levadura de la Religión y
del Estado nos está diciendo que tenemos que ser conocedores de la doctrina que
no es levadura para que sea ella que dé buen sabor a nuestra vida.
Satanás
como padre de mentira se ha convertido en levadura personificada. Es el diablo
quien convierte las doctrinas de la Religión y del Estado en la levadura de la
que tenemos que protegernos. El diablo, muy astuto que es, se las ingenia para
hacernos creer que las doctrinas religiosas y estatales no son levadura. Es
responsabilidad nuestra resistir al diablo para que huya de nosotros.
Recordemos que Jesús salió vencedor de las tentaciones del diablo y que se
alejó de Él con el rabo entre las piernas en espera de una nueva oportunidad
(Marcos 4: 13).
La
misión del diablo es convertir en levadura las enseñanzas religiosas y
políticas y hacernos creer que son pan ázimo. Jesús venció al diablo
diciéndole: Escrito está” (Mateo 4:
6,7). Tenemos que recordar que el diablo empleó esta misma expresión con el
intento de engañarle (v.6). Para protegernos de la levadura de la Religión y
del Estado tenemos que conocer palmo a palmo toda la Escritura para
desenmascarar las sutilezas que el diablo emplea para engañarnos.
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