dissabte, 8 de maig del 2021

 

JEREMIAS 17: 1

“El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante, esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares”

No solo el pecado de Judá está escrito con cincel de hierro y con punta de diamante indicando la dureza del corazón. También lo está en los nuestros. Con este simbolismo el profeta nos está diciendo que el pecado está firmemente enraizado en nuestro corazón. Debido a ello la ética humana que pretende cambiar el comportamiento del hombre, fracasa estrepitosamente. Los escribas y los fariseos acusaban a Jesús de blasfemo porque decía que perdonaba los pecados. Creían, y era cierto que únicamente Dios tiene el poder de perdonar pecados. Pero erraban cuando acusaban a Jesús de blasfemo porque lo consideraban un hombre como todos los demás. Jesús acredita su divinidad cuando dice a los fariseos: “¿Qué es más fácil, decir, los pecados te son perdonados o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dice entonces al paralítico: Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa” (Mateo 9: 5-7). Como sólo Dios tiene poder de perdonar pecados, la acusación de blasfemo que los escribas hacen a Jesús bien se puede aplicar a los curas que siendo hombres mortales se atribuyen el poder de perdonarlos. Asimismo se puede atribuir que son blasfemos los filósofos que creen que sus enseñanzas éticas pueden cambiar el comportamiento humano.

Volviendo al pecado, el profeta dice: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas y perverso, ¿quién lo conocerá? (v. 9). El hombre sí que no. En general, a pesar de las tragedias que ocasionan las personas, la mentira que se extiende lozana por todas las capas sociales y que tanto desprestigio ocasiona a la clase política, la violencia en sus diversas manifestaciones, …A pesar de ello muchos son quienes consideran que el hombre es bueno y que la causa de su comportamiento indeseable se debe a factores externos. Bien dice el profeta: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas”, pero plantea una duda: “¿Quién lo conocerá?” El hombre no. Pero nos dice quien lo conoce: “Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (v. 10). El conocimiento que Dios tiene del corazón no es para que diga: “Muy bien hijo mío. No te preocupes. Todos cometéis los mismos errores y tal vez peores. No tiene importancia susurra al oído”. Dios no es de este parecer: “Pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Dios que conoce lo engañoso que es el corazón no nos da una palmadita en la espalda, diciéndonos: “no te preocupes, sigue por este camino. El conocimiento que Dios tiene de nuestro corazón sirve para “dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Es una muestra de su amor que nos da la oportunidad de arrepentirnos y empecemos a caminar en novedad de vida.


 

MATEO 16: 11

“¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardéis de la levadura de los fariseos y de los saduceos”

Los hombres por naturaleza somos duros de entendimiento. Los apóstoles por ser hombres también eran obstinados. El texto nos dice que los discípulos se habían olvidado de traer pan consigo. Jesús aprovecha esta oportunidad para enseñarles: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (v.6). La versión de Marcos añade: “Y de la levadura de Herodes” (8: 15). En estos momentos a Jesús no le importaba la carencia de pan sino que sus discípulos “se guardasen de la doctrina de los fariseos y de los saduceos” (v. 12) y por añadidura la de Herodes.

Jesús quiere que abramos los ojos para que nos demos cuenta del veneno que amaga la Religión y el Estado. No por ser una Religión la oficial del Estado y que cuenta con su protección entre bastidores no quiere decir que esté libe de la levadura que denuncia Jesús. Herodes, el Estado, por ser el representante de toda la población no significa que tengamos que bajar la guardia y aceptar sin más ni más la levadura que fabrica con sus leyes.

La levadura es un símbolo del pecado. En el Antiguo Testamento no tenía que  presentarse en las ofrendas nada que estuviese leudado. La ausencia de levadura significaba purificación santidad. Cuando Jesús nos alerta de que nos guardemos de la levadura de la Religión y del Estado nos está diciendo que tenemos que ser conocedores de la doctrina que no es levadura para que sea ella que dé buen sabor a nuestra vida.

Satanás como padre de mentira se ha convertido en levadura personificada. Es el diablo quien convierte las doctrinas de la Religión y del Estado en la levadura de la que tenemos que protegernos. El diablo, muy astuto que es, se las ingenia para hacernos creer que las doctrinas religiosas y estatales no son levadura. Es responsabilidad nuestra resistir al diablo para que huya de nosotros. Recordemos que Jesús salió vencedor de las tentaciones del diablo y que se alejó de Él con el rabo entre las piernas en espera de una nueva oportunidad (Marcos 4: 13).

La misión del diablo es convertir en levadura las enseñanzas religiosas y políticas y hacernos creer que son pan ázimo. Jesús venció al diablo diciéndole: Escrito está” (Mateo 4: 6,7). Tenemos que recordar que el diablo empleó esta misma expresión con el intento de engañarle (v.6). Para protegernos de la levadura de la Religión y del Estado tenemos que conocer palmo a palmo toda la Escritura para desenmascarar las sutilezas que el diablo emplea para engañarnos.

 

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