divendres, 31 de juliol del 2020


JEREMÍAS 4. 3

“Porque así dice el Señor a todo varón de Judá y de Jerusalén: arad campo para vosotros, y no sembréis sobre espinos”
Este texto me recuerda la parábola del sembrador que salió a sembrar, parte de la simiente “cayó entre espinas, y l)as espinas crecieron juntamente con ella, la ahogaron” (Lucas 8: 7).
El texto de Jeremías que es la base de nuestra meditación nos dice. “arad campo para vosotros”. A mi entender arad implica continuidad. No dejéis de arar. Si dejáis de hacerlo vuestros campos se infectaran de malas hierbas que ahogarán los brotes de trigo que nacerán de la siembra o, las plantas  que plantéis en vuestros huertos. Los hortelanos podrán dar fe de lo que digo. Continuamente,  con la ayuda de la azada deben encobrarse hacia el suelo para arrancar las malas hierbas que crecen más vigorosas que los tomates, lechugas…De no hacerlo, las malas hierbas se comen a las buenas.
Tanto Jeremías como Jesús tienen en mente una realidad  física con el propósito de enseñar una realidad espiritual. Debido al pecado de Adán y la maldición de Dios a la tierra, ésta “espinos y cardos te producirá” (Génesis 3: 18). El agua de riego, las aves, el viento se encarga de esparcir en el terreno de cultivo las simientes de las plantas invasoras que de no extirparlas malmeterán la cosecha.
En el sentido espiritual Jeremías nos exhorta. “Arad campo para vosotros”. Tal como Jesús enseña lo que el sembrador siembra “es la Palabra de Dios”. Y la Palabra de Dios sembrada entre espinos son las personas “que oyen”, que se despreocupan de desbrozar sus corazones de las malas hierbas con lo que ahogan el tierno brote de la Palabra que germina. Refiriéndose a estas personas que desatienden su alma: “Estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto”.
Aparentemente el oyente escuchó la Palabra pero no le prestó atención. Como no desbroza de su corazón los malos pensamientos que anidan en él, éstos ahogan la semilla de la Palabra.  En un primer momento se tiene la impresión de que la Palabra ha sido sembrada  en tierra fértil. Pero la evidencia muestra que no h sido así. ¡Cuántas no son las personas que han pasado por las iglesias, que nos han llenado de gozo creyendo que un tizón había sido arrebatado de las garras de Satanás? De la misma manera que se presentaron desaparecieron. La sangre de Jesús  no lo liberó de los tentáculos satánicos cuando públicamente dio fe de haber creído en Jesús. Un testimonio sin fe verdadera no sirve para obtener la salvación.


JEREMÍAS 8: 8

“¿Cómo decís. Nosotros somos sabios y la ley del Señor está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas”
Así dice el Señor: “Escuché y oí, no hablaron rectamente, no hay hombre que se arrepienta de su mal diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla” (v. 6) resume el comportamiento impío de los judíos. Dice más, compara el comportamiento de las aves con el del pueblo de Dios: “Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida, pero mi pueblo no conoce el juicio del Señor” (v.7). ¡Qué vergüenza tener que escuchar que las aves del cielo son más inteligentes que nosotros pues saben el momento oportuno de sus migraciones! El pueblo de Dios no sabe discernir las señales del tiempo. Los profetas de Dios anuncian la catástrofe que les viene encima y no hacen la más mínima  señal de arrepentimiento. Es lo que ocurre en nuestros días con el Covid 19. Estamos más preocupados por la economía que por la salud de las personas. Nos anuncia que el juicio de Dios está a la puerta y ni un indicio de arrepentimiento. El Señor nos recrimina: “¿Cómo decís,: nosotros somos sabios y la Ley del Señor está con nosotros?” El pueblo en general es responsable de si sigue o no la ley de Dios. Pero el texto denuncia a los sacerdotes y profetas por haber tergiversado la Palabra de Dios: “Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas”. Desconozco si el lector conoce la denuncia que el profeta Ezequiel hace de los centinelas que no alertan a la población del peligro que se avecina. La población perecerá  pero al centinela que no ha cumplido con su obligación de alertar a la población se le pedirá la sangre de los fallecidos.
Los escritos apostólicos asimismo denuncian la presencia en las iglesias de engañadores que anuncian otro evangelio lo que no es el Evangelio transmitido por hombres inspirados por el Espíritu Santo a escribir las Sagradas Escrituras. Los engañadores recibirán el castigo por las mentiras diseminadas entre los fieles. ¿Y qué de los engañados? Perecerán por no haberse preocupado de conocer la Verdad con la que contrarrestar el engaño. Los pastores son responsables de si predican la verdad o no. Pero los feligreses tienen la responsabilidad d conocer la Verdad  y si desde el púlpito no se predica, denunciar la mentira.

 



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