diumenge, 12 de juliol del 2020


MATEO 15: 6

Ya no ha de honrar a su padre o asa su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición”
En cierta ocasión ciertos escribas y fariseos se acercan a Jesús para quejarse que sus discípulos quebrantaban la tradición de los ancianos “porque no se lavan las manos cuando comen pan”. Esto da lugar a que Jesús ponga sobre la mesa el problema de las tradiciones religiosas.
Según Jesús, las tradiciones religiosas de  piedad popular´, según nuestra manera de decir actual, “quebrantan el mandamiento de Dios por vuestra tradición”. Esta denuncia de Jesús debería hacer reflexionar a las jerarquías religiosas que las fomentan. A los que lo hacen Jesús los culpa de falsos  pastores que en vez de pastorear a las ovejas por verdes prados y guiarlas a aguas frescas y cristalinas las conducen al matadero para que mueran eternamente.
Santiago es claro: “Cualquiera que guarde la Ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos” (2: 10). Los escribas y fariseos en esta ocasión  estaban preocupados por la infracción que cometían los discípulos por no lavarse las manos antes de comer pan. En otras ocasiones, que fueron muchas, odiaban a muerte a Jesús porque quebrantaba el descanso sabático ya que en sábado hacía curaciones. Para ellos, “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”, ni importaba. Lo imprescindible antes que la Ley de Dios  era guardar las enseñanzas de los antiguos, que prevalecían por encima de “honrar a tu padre y a tu madre”, con lo que invalidaban “el mandamiento de Dios por vuestra tradición” (V.6).
Jesús a los sacerdotes y fariseos que infringían la Ley de Dios con sus tradiciones, les dice. “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón Está lejos de mí, pues en vano me honran enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (VV. 7-9).
Los católicos tienen muy señaladas tradiciones que marcan las vidas de muchas personas. Los evangélicos no con tanta publicidad, también nos dejamos guiar por las costumbres. Tal vez no lo tengamos claro. Tanto los unos como los otros no podemos evitar ser tradicionalistas. Lo negamos, pero lo cierto que es así. No tenemos que olvidar lo que Jesús dice a los tradicionalistas: “HIPÓCRITAS”. Velemos que esta acusación de Jesús no siga vigente en el día de nuestra muerte, pues, de no ser así, tal vez no tengamos entrada en el Reino de Dios.


SALMO 119: 136

“Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu Ley”
El salmista con estas  palabras desmiente el concepto erróneo que los fariseos tenían de sí mismos de ser fieles observantes de la Ley de Moisés, que es la de Dios. La Ley de Dios utilizada legítimamente sirve para engrandecer el pecado y conducirnos a Jesús que con su sangre derramada en la cruz del Gólgota nos limpia todos nuestros pecados, si creemos en Él. Ello no significa que nos haya hecho perfectos como nuestro Padre celestial es  perfecto. Lo que hace es introducirnos en el camino que nos lleva a alcanzarla en el día de la resurrección cuando el pecado será exterminado del todo de nosotros. Hasta que esto no suceda, los ojos de los hijos de Dios por adopción por la fe en Jesús, ríos de agua tienen que descender de nuestros ojos por no guardar la Ley de Dios.
No creamos aquellos que nos vienen con el cuento de que  podemos ser hacedores de la Ley de Dios. Si así fuera, el Hijo de Dios no habría tenido necesidad de encarnarse en la Persona de Jesús para salvar a los hijos de Dios de sus pecados.
No creamos aquellos que nos dicen que podemos ser hacedores de la Ley de Dios porque nos quieren imponer una carga imposible de llevar. Pretenderlo nos lleva la frustración ya que no garantiza la seguridad de la salvación.
Como hijos de Dios tal vez no seamos adúlteros como David. Dios en el profeta Natán como instrumento,  le hizo ver la enormidad  de su pecado,  y escribió el Salmo 51. Entre otras cosas dice: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (v.10).
Tal vez el lector dirá que no ha cometido pecado tan horroroso, pero sí en su corazón ha cometido adulterio y todos  los pecados que denuncia el Decálogo. Además debemos recordar el consentido “pecado venial”, según los católicos, cometerlo tiene el poder de infringir toda la Ley. No existen excusas para que nuestros ojos no derramen ríos de lágrimas por haber infringido la Ley de Dios.



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